Yo lo Viví: estuve en la gran noche del Maracaná

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Por Julio Salviat
Actualizado el 25 de julio de 2016 - 10:02 pm

Fue el viernes 6 de abril de 1973. En el estadio más grande del mundo, el equipo más popular de este país venció al cuadro más popular de la ya antigua capital brasileña. Una hazaña para los registros históricos del fútbol chileno e inolvidable para los pocos que fuimos testigos.

Con el tiempo, he escuchado a muchos periodistas decir “yo estaba en el Maracaná cuando Colo Colo le ganó a Botafogo”. Mentira: éramos menos de diez. Los que recuerdo: de radio y televisión, Julio Martínez y Raúl Prado (relator); de otros medios, Alberto Gamboa (Clarín), “Cañón” Alonso (Última Hora), César Betancourt (La Tercera), Raúl Pizarro (El Mercurio) y este servidor (revista Estadio).

Era mi primer viaje al extranjero, y estaba muerto de susto. Por suerte, como reportero gráfico me acompañaba el experimentado Domingo Politi, uno de los componentes del “pool” fotográfico de la Editorial Quimantú, a la que pertenecía la revista. Cuando llegamos a Rio, lo primero que hicimos fue dirigirnos al diario O’Globo, para que nos facilitaran laboratorio para revelar las fotos después del partido. Nos atendieron muy bien: me asignaron un escritorio, y a Domingo le prometieron todas las facilidades para realizar su trabajo. También nos prometieron traslado después del partido.

Había que escribir y desarrollar las fotos esa misma noche. Pero no resultó como estaba planificado. Los brasileños, descontentos por la derrota de su equipo, no sólo nos dejaron botados en el estadio, sino que nos negaron el ingreso al diario. Politi partió a buscar otro laboratorio y yo me fui al hotelito en que estábamos para escribir en una máquina portátil que yo había rechazado inicialmente y que Antonino Vera, el director, me había obligado a llevar.

COMIENZO COMPLICADO

No sabía cómo empezar. Y eso quedó plasmado en el comienzo del comentario:

“Aquí está la máquina -curtida en cien viajes y miles de crónicas- esperando a que los dedos comiencen a entregarle todo lo vivido hace un par de horas. Las teclas están silenciosas, mientras la mente trabaja febrilmente, tratando de sintetizar, rebuscando detalles, recordando episodios. Y tienen que esperar largo rato. Las ideas no se ordenan.

Las escenas cumbres de un partido inolvidable se suceden. Y por otro lado está lo que la imaginación se encarga de traer. Imaginamos la fiesta en Santiago. El estruendo que tiene que haber causado una victoria histórica. Y está lo otro: lo previo al partido, cuando todo era silencio en el bus de Colo Colo, camino al Maracaná. Y lo de después: la euforia desatada en la cancha, en el camarín, a la salida del coloso blanquiazul con abrazos de una veintena de chilenas y chilenos aparecidos nadie sabe de dónde, y la comida alegre en el hotel frente a la playa maravillosa de Copacabana”.

Al finalizar hice el título: “Colo Colo hizo enmudecer al Maracaná”. Antes, escribí de todo: el desarrollo del partido, un análisis técnico, el ambiente previo, las disposiciones tácticas, las reacciones, el rendimiento individual, las características del rival, la síntesis del encuentro.

Catorce de las 64 páginas fueron destinadas al partido. Veintitrés fotografías complementaron los textos.

Fue un desahogo de emociones, tengo que confesarlo. Y me da un poco de pudor releerlo:

“Todavía martillea el tam-tam sobrecogedor con que la «torcida» brasileña alienta a sus equipos. Todavía tiemblan un poco las piernas -como si nosotros hubiésemos jugado- al recordar la ovación admirada de un público que reconoció en Colo Colo un vencedor legitimo sobre el campeón del país con el mejor fútbol del mundo, en el estadio más grande del mundo, en la cancha en que se han paseado los mejores del mundo. Todo eso se confunde. Sólo sobresale una cosa, al repasar detalles, revivir escenas, escuchar opiniones, revisar los apuntes: EL TRIUNFOFUE INOBJETABLE”.

LA TRAMA DEL PARTIDO

Siempre me preocupé de la descripción de ambientes, y esa vez no podía ser una excepción.

“El partido está grabado como una película. Comienza con la salida de Colo Colo, justo cuando comenzaban a arreciar las pifias por la tardanza, Aplausos tibios. Y cuando entra Botafogo, un carnaval. Una locura. Se agitan por todas partes las banderas albinegras, resuenan con toda intensidad los tambores y los pitos, estallan petardos y surgen palomas -o golondrinas, vaya uno a saber- con tiras de papel blanco y negro atadas a la cola. Y luego del solemne anuncio de las formaciones – como si fuera el reparto-, la acción”.

Acción inmediata, según se consigna ahí, porque Botafogo no quería estudios y pretendía el gol tempranero. Y casi lo hace, porque Jairzinho –el astro de ese equipo- capturó un rechazo exigido de Adolfo Nef y su remate hizo que la pelota diera en el cuerpo de Mario Galindo antes de irse al córner. Y porque Elson Beiruth probó desde distancia y demostró que el arquero Wendel no era muy seguro de manos.

Esa fue la trama del partido: el local atacaba y la visita jugaba mejor. Trabajaba más Wendel que Nef. Y el marcador era injusto porque a Francisco Valdés se le había anulado un gol legítimo. Así quedó consignado:

“Ahora ya no Importa. Se obtuvo el triunfo. Y eso era más de lo que se esperaba. ¡Pero el gol de Valdés no debió ser anulado!. Hubo una bandera en alto del guardalíneas UNA JUGADA ANTES de que el volante recibiera para rematar, pero el árbitro Ángel Pasos (uruguayo) no la advirtió. Dejó jugar. Y «Chamaco» sorprendió al arquero con un tiro muy suyo: bombeado, alto, preciso, inalcanzable. Gol. Era gol. Así lo indicó el juez. Así lo comprendieron los albos. Y también los de Botafogo. Pero hubo una bandera que ahora volvió a levantarse a pedido de Marinho -que aquí manda- y el juez rectificó todo para señalar un off side que él ni nadie vio. Corrían apenas cinco minutos. Fue ahí donde Colo Colo mostró su real estatura. Ese fallo absurdo no lo aplastó, como ha ocurrido tantas veces con equipos chilenos en encuentros decisivos. Por el contrario, sirvió como inyección”.

DEL SUSTO AL GUSTO

Después de describir las marcas y el funcionamiento, se cuenta que Carlos Caszely ya había hecho preguntar quién era, porque tenía loco a su marcador, y no faltaban exclamaciones ee sorpresa por la precisión de los pases de Valdés y los carrerones de Sergio Ahumada y Leonardo Véliz. La hinchada carioca exigía el ingreso de Fisher, su espigado goleador, y se les dio en el gusto. Pero resultó peor para los brasileños. Botafogo se dedicó a los ollazos, para felicidad de Leonel Herrera y Rafael González, los centrales de la defensa alba.

Al comenzar el segundo tiempo Colo Colo pasó zozobras y pareció derrumbarse:

“Botafogo entró a matar, pero no pudo acertar el golpe de gracia. Fueron diez minutos que hicieron temer que todo lo bueno del primer tiempo quedara -como tantas veces- sepultado por un marcador adverso”.

Dice la crónica que el vuelco comenzó con un gran pase de Valdés para Ahumada que culminó con una desesperada acción defensiva. Después hubo un disparo de Véliz que provocó una gran salvada de Wendel, un remate de Caszely que dio en el vertical, otro tiro de distancia de Guillermo Páez que remeció el pecho del arquero…

“…Y para culminar, el gol. Un poema de gol porque , luego de esos ataques, Botafogo había reaccionado. Nef había sacado dos pelotas difíciles y un tiro de Marinho había besado un poste. Y Colo Colo parecía achurrascarse, con sólo Caszely allá arriba… Un poema por toda la jugada. Fue en la reanudación después del cambio de Veliz por Alfonso Lara. Valdés hizo el pase, Caszely se abrió de piernas y la dejó pasar para Ahumada, éste la devolvió al espacio libre y entró Caszely para fusilar. Ahora sí. Ahora era gol. La mirada se fue de inmediato hacia el árbitro y el guardalíneas. Y la bandera estaba abajo y un brazo del juez indicaba el centro. ¡Era gol! Y podía ser el triunfo. 31 minutos del segundo tiempo”.

A LA PLAYA A DESCANSAR

Lo demás no lo pude contar en pretérito.Tal vez porque deseaba eternizarlo, lo conté en presente, tal vez porque estaba muy fresco todo.

“La escapada de Caszely, habilitado por Ahumada, y el penal. Es penal, pero el árbitro está lejos. Demora el cobro. Un segundo interminable. Y por fin el gesto decisivo: el dedo señalando el punto penal. ¿Quién botó a Caszely?… Qué importa…, puede ser el dos a cero. Y van 34′. No hay protestas. No hay demora, Y ‘Chamaco’ avanza… ¡GOL!… Hay que mantenerse sereno, sí, pero cómo. Son diez minutos los que faltan. Puede pasar cualquier cosa. Maracaná ahora sí está mudo”.

Por varios minutos, Botafogo bajó la guardia y hubo un solo equipo en la cancha: el blanco. Ya no flameaban las banderas albinegras, ni resonaban los tambores ni se escuchaban los pitos. Sólo había un lento caminar de la muchedumbre hacia las puertas de salida.

Hubo un susto, sin embargo: faltando dos minutos, Ferreti, que había reemplazado a Jairzinho, capturó uno de los tantos centros y estrechó las cifras. Temblamos todos.

“¿Será posible? Falta un minuto. ¿Ocurrirá lo de siempre? ¿Lo de la cancha de Racing, otra vez? Nef debe estar pensando en lo mismo. Pero Valdés retiene. Caszely desborda. La pelota es de los blancos. Hasta el pitazo final. Y al lado, un colega salta. ‘¡Ganó Colo Colo. mierda!’… Allá, en el centro de la cancha, once blancos se abrazan, mientras Botafogo desaparece por un túnel, sin saludar. Luego, la despedida. Y la última ovación. Y frente a uno de los arcos, un grupo de hinchas canta, llora y salta. mientras una bandera chilena flamea como queriendo quedarse ahí para siempre”.

Terminé de escribir como a las seis de la mañana. A las siete estábamos con Poliiti en el aeropuerto de Galeao buscando un pasajero que trajera a Santiago el material periodístico, porque nosotros continuábamos al día siguiente viaje hacia Asunción, donde Colo Colo jugaría -y sufriría- con Cerro Porteño.

Lo encontramos y volvimos a nuestro hotel. Domingo se acostó y roncó de inmediato. Yo me puse un short y me fui a la playa de arenas blancas.

Después de tanta emoción, no podía dormir.