Vladimir Putin y una guerra que ha durado demasiado

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Por Andrés Alburquerque
Actualizado el 14 de septiembre de 2022 - 6:40 am

El presidente ruso se enfrenta por vez primera a la oposición interna y a severas derrotas en Ucrania.

Por primera vez desde que comenzó la guerra contra Ucrania, el presidente ruso, Vladimir Putin, parece enfrentado a una férrea oposición interna y a un enemigo que ha demostrado que puede ser un contrincante poderoso.

El avance de las tropas ucranianas es evidente, aunque la televisión estatal rusa pretenda ocultarlo.

“En el frente de la operación especial en Ucrania ésta ha sido la semana más difícil hasta ahora. Fue particularmente difícil a lo largo del frente de Kharkiv, donde luego de un ataque de las fuerzas enemigas que superaban en número a las nuestras, las tropas se vieron obligadas a abandonar las ciudades que habían liberado previamente”, dijo el presentador Dmitry Kiselev.

Moscú había tomado ese territorio hace meses, pero después de una contraofensiva relámpago del ejército ucraniano, las fuerzas rusas perdieron un territorio considerable en el noreste del país.

Pese a todo, el periódico de gobierno Rossiyskaya Gazeta informó que “el Ministerio de Defensa desestimó los rumores de que las tropas rusas huyeron en desgracia de Balakliya, Kupiansk e Izyum. No huyeron. Fue un reagrupamiento planeado”.

En el tabloide Moskovsky Komsomolets, un analista militar tuvo una opinión diferente: “Está claro que subestimamos al enemigo. El Ejército tardó demasiado en reaccionar y se produjo el colapso. Como resultado, sufrimos una derrota y tratamos de minimizar la pérdida al retirar nuestras tropas para que no estuvieran rodeadas”, señaló sin dar nombre.

Han pasado más de seis meses desde que Putin ordenó la invasión a gran escala, y que llamó “operación militar especial”, nunca guerra. Se esperaba que el “ejercicio” terminaría en unos días; incluso que el pueblo ucraniano recibiría a las tropas rusas como libertadoras, y que el gobierno de Ucrania se derrumbaría.

Lejos de la realidad.

Lo que está claro, es que la invasión fue un gran error de cálculo. Incapaz de asegurar una victoria rápida, Rusia se empantanó en una larga y sangrienta ofensiva y ha sufrido una serie de vergonzosas y dolorosas derrotas.

Por de pronto, concejales rebeldes pidieron su cabeza. Todo comenzó en 18 distritos municipales de Moscú y San Petersburgo, cuyos concejales firmaron una declaración pública en la que pedían la dimisión de Putin. Pero esa petición ya ha sido apoyada por 84 concejales de toda Rusia.

“Nosotros, concejales de Rusia, creemos que las acciones del presidente Vladimir Putin van en detrimento de Rusia y del futuro de sus ciudadanos. Por eso pedimos su dimisión como presidente de la Federación Rusa”, reza la petición, publicada por Ksenia Thorstrom, concejal del distrito de Semenovsky, en San Petersburgo.

Otra prueba fehaciente de la debilidad del régimen es el resurgir de la guerra intermitente entre Azerbaiyán, cercana a Turquía, y Armenia, aliada de Moscú.

Azerbaiyán atacó la noche del lunes a la vecina Armenia, con la que mantiene el eterno conflicto por Nagorno-Karabaj, cuando sabe que Rusia no puede acudir al rescate de los armenios. Claro, los rusos no están en disposición de arriesgarse a un enfrentamiento con Turquía, uno de los países que desempeña un papel de bisagra en la guerra que libra el Kremlin en Ucrania.

Además, el líder checheno Ramzan Kadyrov, aliado de Putin y cuyas tropas han estado al frente de batalla en Ucrania, opinó que “se han cometido errores y creo que sacarán las conclusiones necesarias”.

Y ahora que el ejército ruso ha ido perdiendo terreno, algunos analistas temen que, ante la encrucijada, Putin piense en recurrir a las armas nucleares para vencer a Kiev.

Rose Gottemoeller, subsecretaria general de la OTAN entre 2016 y 2019, ha dicho: “Los rusos podrían contraatacar de manera impredecible, y esos ataques podrían incluir la utilización de armas nucleares en el Mar Negro o en bases militares ucranianas para demostrar su poder”.

Y Putin sabe muy bien que no han terminado bien los líderes rusos que no ganaron guerras: la derrota ante Japón condujo a la primera revolución rusa (1905), y los fracasos en la Primera Guerra Mundial provocaron la revolución bolchevique (1917) y el fin del zarismo.