Una apuesta con apellido vasco
Deportes Antofagasta anunció un nuevo entrenador y nuevamente optó por un perfil extranjero: Juan Manuel Azconzábal, un argentino nacido en Junín, firmó contrato hasta diciembre con la única misión de salvar al equipo del descenso.
Con el receso de la Copa América, que suspendió toda actividad en Primera División hasta julio, darle un vistazo de reojo a la tabla de posiciones y aceptar que los Pumas están últimos con la peor campaña del año, por supuesto genera escozor. Algo cercano a una angustia futbolística que es más una acumulación de malas decisiones deportivas que la propia realidad de saber que si hoy se terminara el torneo, los pasajes tendrían destino a la B.
Cuando fuimos los primeros en publicar que el «Vasco» Azconzábal era sondeado, la sola conjetura caló como una opción ad hoc al presente. Su currículum habla por sí solo y se enmarca dentro del rango apetecido por el timonel de la institución, Jorge Sánchez: entrenador con manejo de grupo; que venga sólo con un ayudante exclusivo (sin PF), y que a través de la estructura organizacional entienda que desde “arriba” siempre tendrá que oír dos voces que, ante cualquier escenario, le estarán dando opiniones respecto del equipo. Hablo del mismo presidente y el gerente deportivo, Víctor Oyarzún.
“Esa es la realidad”, como declaran constantemente los protagonistas. Aunque a pesar de la adversidad que pueda presentarse frente al “Vasco”, ojalá sus ideas puedan hacer que Antofagasta se muestre a sí misma no sólo con mejorías futbolísticas, sino también con convicciones más sólidas. Es un estratego lleno de conceptos que llamarán la atención de un plantel a la deriva desde lo táctico. Planteamientos nuevos para un plantel en teoría poderoso, que debe por obligación absorber parte de la cultura que el nuevo entrenador trae en su sangre desde su cuna futbolística: Estudiantes de La Plata.
Analizando algunas entrevistas que se pueden encontrar en YouTube, Azconzábal siempre es enfático sobre su idea fundamental en base al orden en la cancha, como cimiento para planificar, entrenar y luego ejecutar en los partidos sin descuidar la técnica ni las facetas ofensivas del juego. “Sin esas bases, el jugador no puede competir”, señaló en el programa “Firma y Aclaración”, que conduce el periodista Martín Mendinueta.
En el plano estadístico, perfectamente podemos decir que es un entrenador ganador, aunque en algunos clubes no le fue bien. Su viaje como DT comenzó en Estudiantes de La Plata, en noviembre del 2011, donde dirigió 18 partidos en la liga, con un récord de 9 partidos ganados, 5 empatados y 4 perdidos (59% rendimiento) y un diferencial de +6 en goles (25 a favor y 19 en contra).
Tras largos meses sin dirigir, asumió en San Martín de San Juan, un equipo de la Primera B Nacional en Argentina. Es aquí donde podemos identificar su primera campaña bajo el 50%. Desde lo numérico: 27 partidos en total por liga sumando un récord de 9 ganados, 7 empatados y 11 perdidos (42% rendimiento), con -8 en diferencia de goles (30 a favor y 38 en contra), terminando con una racha negativa de cuatro encuentros sin ganar ni marcar goles, causando su salida inmediata. Transcurría mayo de 2014 y, a pesar de una despedida no tan buena del “verdinegro”, se haría cargo del desafío que marcará su carrera en noviembre del mismo año: Club Atlético Tucumán.
En el “decano” se convirtió en ídolo. Había vestido esa camiseta como jugador y, ahora como DT, se convertía en campeón de la B Nacional en 2015, con un récord para la historia del club en los 42 partidos que le permitieron un ascenso muy esperado: 25 ganados, 13 empatados y 5 perdidos (67% rendimiento), metiendo una serie de catorce partidos invictos (11 triunfos) en la etapa final y un diferencial total de +38 goles (69 a favor y 31 en contra).
Al mismo tiempo que conseguía quedar en la memoria eterna de los hinchas, según la prensa argentina del momento, clubes como Palestino y O’Higgins preguntaron por sus servicios. Aunque pudo tomar esas y otras ofertas, el “Vasco” continuó al mando hacia un nuevo año consagratorio en Primera, consiguiendo el acceso a Copa Libertadores, versión 2017, tras una campaña que dejó a los tucumanos en un quinto puesto general el primer semestre, con un régistro de 9 partidos ganados, 3 empatados y 5 perdidos (59% rendimiento).
Luego de su salida por motivos personales -claramente arrastraba un desgaste de ese proceso de dos años-, terminó el 2016 asumiendo en Huracán, donde no terminó por despegar. Solamente dirigió 16 partidos por liga (4 ganados, 6 empatados y 6 perdidos, y 38% rendimiento), aunque rescatando que hizo debutar por lo menos cinco jóvenes de la cantera. En el club del “globo” vivió, quizás, su segundo paso en falso que lo llevó a un nuevo período de inactividad.
Esta etapa la planificó para enriquecerse desde lo intelectual. Viajó a Europa con el objetivo de aprender otras metodologías de trabajo, “cosas diferentes de las que se hacen en Sudamérica”, aclaró. Pasó por campamentos del Inter de Milán, Atlético Madrid y otros clubes menores en Alemania. Asimiló el sistema que gobierna en el fútbol europeo, la adaptación a la modernidad, es decir, que las decisiones dirigenciales son las que mandan a la hora de conformar una plantilla y resolver situaciones grupales. Esta aceptación lo llevó a Paraguay, donde dirigió a Guaraní bajo muchas presiones, que finalmente lo llevaron a un fracaso estrepitoso. Solamente estuvo a cargo del equipo 14 partidos de liga, con 2 ganados, 3 empatados y 4 perdidos (con 21% rendimiento) y un diferencial de -8 (9 goles a favor y 17 en contra).
Juan Manuel Azconzábal: un hombre de carácter fuerte, que intentará darle vida a un equipo muerto desde lo espiritual. Entra al medio futbolero chileno como un desconocido, de bajo perfil, algo tímido, pero al mismo tiempo lleno de historias y experiencias que si se comprenden de buena manera, podrán revertir una situación que no hace mucho se veía prácticamente sin solución. No le pedimos mucho más que superar la imagen que dejó su antecesor. Algo que no debería ser difícil.