Thiem-Massú, la coincidencia perfecta
Frente a Zverev, Thiem debió llevar al extremo sus capacidades físicas, tenísticas, emotivas, mentales y anímicas para quedarse con la victoria y su primer Grand Slam.
Por ANDRÉS ALBURQUERQUE
Se dejó caer sobre la pista del Arthur Ashe Stadium tal como lo había hecho Nicolás Massú tras ganar el oro olímpico en Atenas, el 22 de agosto de 2004. En la misma posición, en una cancha casi tan azul como la otra, con camisetas Adidas de un rojo similar e igualmente empapadas.
Esta vez, el austríaco Dominic Thiem (27 años) tenía tantos motivos como el “Vampiro” para saborear esos segundos inolvidables: ambos cumplían el sueño de cualquier tenista, y bajo condiciones especiales, dejando la última gota de sudor y la última mueca de dolor en la cancha.
Apenas milésimas de segundo antes el alemán Alexander Zverev (23) había lanzado ancho su revés y sentenciaba un partido épico. Finalmente fue 2-6, 4-6, 6-4, 6-3 y 7-6 (6), en cuatro horas y un minuto.
En Atenas, el estadounidense Mardy Fish lanzó ancho su revés en la devolución de servicio de Massú para que el chileno se quedara con su segundo oro olímpico al vencer por 6-3, 3-6, 2-6, 6-3 y 6-4, en cuatro horas y un minuto. Azar o destino, las coincidencias son notables.
Y podemos seguir. En los Juegos Olímpicos, los favoritos no llegaron a la final, pese a que entre los cabezas de serie estaban los mejores: Roger Federer (1), Andy Roddick (2), Carlos Moyá (3), Tim Henman (4), Juan Carlos Ferrero (5), David Nalbandián (6)… Massú era el décimo sembrado y Fish ni siquiera figuraba.
Ahora, con Federer lesionado, Rafael Nadal en rebeldía por el coronavirus y Novak Djokovic expulsado del torneo por lanzar involuntariamente un balonazo a una jueza de línea, el cuadro se abrió como una flor para los jóvenes. Un puñado encabezado por Thiem (2) y que en las últimas rondas sólo contaba entre los 10 primeros con Daniil Medvédev (3), Zverev (5), Matteo Berrettini (6) y David Goffin (7).
La otra similitud está en los merecimientos. Pese a que en el Masters de Cincinnati (aunque en las mismas canchas) cayó en primera ronda ante el serbio Filip Krajinović por 6-2 y 6-1, y en la final del domingo tuvo un comienzo lleno de dudas, el US Open fue para el mejor. Thiem tuvo un torneo fantástico, en un cuadro que se fue complicando rápidamente y que en las últimas rondas lo enfrentó a jugadores muy en forma, como el canadiense Félix Auger-Aliassime y el australiano Álex de Miñaur (a quienes “barrió” en sets corridos), y el otro favorito en los pronósticos, el ruso Medvédev, a quien superó en un gran partido por 6-2, 7-6 (7) y 7-6 (5).
Massú, en tanto, tras dejar en el camino en primera ronda al brasileño Gustavo Kuerten, luego tuvo que superar a Moyá en cuartos de final y al californiano Taylor Dent en semifinales. Pero paralelamente debió luchar junto a Fernando González por el oro en dobles, lo que los desgastó físicamente. Sobre todo por los complicados triunfos sobre los hermanos Bob y Mike Bryan (EEUU) en cuartos de final y ante los croatas Ivan Ljubicic y Mario Ancic en semifinales. Y como recordarán, la épica final en cinco sets ante los alemanes Nicolas Kiefer y Rainer Schüttler se jugó el sábado 21 de agosto y se extendió hasta la madrugada.
Frente a Zverev, Thiem debió llevar al extremo sus capacidades físicas, tenísticas, emotivas, mentales y anímicas para quedarse con la victoria y su primer Grand Slam.
De jugar a jugar, el austríaco mostró una clara superioridad tenística en cuanto elevó su nivel en el tercer set. Pero el deporte tiene tantas aristas que en la mente de Thiem se instalaron los temores y fantasmas. El terror, por ejemplo, de dejar escapar la mejor oportunidad de su vida cuando más lo merecía y cuando por vez primera era favorito.
Hacerlo, además, ante un adversario a quien domina en el circuito (el récord entre ambos quedó en 8-2), era una carga adicional.
Finalmente superó todo, como cuando en el quinto set el alemán sirvió 5-3 para llevarse el título, y logró el quiebre que lo devolvió a la vida.
Tras perder dos finales de Roland Garros ante Nadal (2018 y 2019) y una en Australia ante Djokovic (2020), Thiem alcanzó por fin su primer título de Grand Slam superando en la final del US Open a Zverev.
Con maestría, nervios, sin dar una bola por perdida, un gran revés y garra para superar los peores momentos.
A mí, al menos, al verlo de espaldas sobre la cancha de Flushing Meadows, se me vino a la mente la imagen de Massú tras bañarse de oro en Grecia. Simples coincidencias.