Tenis: Paulina Sepúlveda, la pionera olímpica
Fue una mujer la que volvió a defender el honor chileno en este tipo de competencias, concretamente en los Juegos de Barcelona 1992.
Por MARIO CAVALLA
Las gloriosas actuaciones de Nicolás Massú y Fernando González en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 y Beijing 2008 son, en su conjunto, el tesoro más preciado del deporte chileno. Los años y la distancia de los hitos han permitido que aquilatemos mejor las medallas conseguidas por la dupla chilena que colocan, sin buscarlo, una valla elevadísima para cualquier deportista nacional en la cita de los anillos.
Para llegar a este punto, eso sí, el tenis olímpico caminó por un largo exilio. En París 1924 los hermanos Luis y Domingo Torralva anotaron la última participación nacional, hasta que la disciplina fue readmitida oficialmente en Seúl 1988. Pero fue una mujer la que volvió a defender el honor chileno en este tipo de competencias, concretamente en los Juegos de Barcelona 1992. Paulina Sepúlveda se adelantó ocho años a los hombres que, recién en Sydney 2000 presentó dos representantes: el frustrado abanderado Marcelo Ríos y un jovencísimo Nicolás Massú que en las pistas de Melbourne ensayó de alguna forma lo que sería dentro de cuatro años su pasaporte a la inmortalidad en la tierra de los dioses griegos.
Tras una buena carrera como juvenil, Paulina Sepúlveda hizo el amago de retirarse para estudiar ingeniería, pero dos años después de comenzar sus clases guardó sus cuadernos y volvió a defender a Chile en los Panamericanos de La Habana 1991, donde aportó junto a la nueva estrella en alza, Paula Cabezas, dos medallas de bronce en dobles y por equipos.
Gracias a un cupo especial entregado a América, se realizó un sorteo clasificatorio en Asunción, Paraguay, que fue ganado por Sepúlveda, quien había eliminado en forma dramática, en semifinales, a Cabezas, luego de tener un match point en contra. “Salí llorando de ese partido porque éramos amigas y porque además perdimos la posibilidad de ir juntas en dobles, tras perder un partido en el que dispusimos de punto para partido”, recuerda Sepúlveda, quien estaba ubicada en el puesto 280 del mundo y fue la última de la fila en un cuadro en la que estaban, entre otras, Jennifer Capriati, Gabriela Sabatini y Steffi Graf.
La tenista chilena fue sorteada para enfrentar en el debut a la italiana Sandra Cecchini, 48 del mundo y ganadora de varios torneos internacionales. “Yo sentía que era un premio ya haber clasificado porque era muy realista que mi nivel era muy diferente a la más mejores del torneo. Yo jugaba en campeonatos de menor categoría y para enfrentar a la italiana tampoco podía hacer una preparación en las mejores competencias porque por mi ranking no podía participar. Entonces entrené mucho con hombres para acostumbrarme a una pelota más pesada y más rápida”, recuerda.
En su periplo catalán aprovechó la ocasión de vivir unos imperdibles Juegos. Desfiló emocionada en la ceremonia inaugural, fue a ver el Dream Team del básquetbol liderado por Michael Jordan, disfrutó las pruebas de atletismo y hasta se cruzó fugazmente con el actor Kevin Costner. Cuando llegó a su partido contra Cecchini tenía la convicción de hacer un partido decoroso. “Cuando saqué el primer juego sentí un gran alivio. Obviamente que ella marcó rápidamente las diferencias de nivel, pero hubo algunos momentos donde sentí que pude luchar a la par”, explica la jugadora que cayó por 6/2 y 6/3.
En los Juegos de Atlanta 1996 la dupla de Paula Cabezas y Bárbara Bastro sería el estandarte tenístico chileno en la competencia de dobles, en vista que Marcelo Ríos, flamente top ten renunció a los Juegos para privilegiar su carrera profesional.
Para la estadística y los recuentos, en todo caso, Paulina Sepúlveda siempre será la pionera.