La renuncia de Maldonado y Solís al PR o cómo despreciar a la mayoría (parte 1)

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Por Vicente Riffo Reyes
Actualizado el 27 de septiembre de 2022 - 12:16 pm

Columna de Vicente Riffo, presidente de la Juventud Radical de Chile.

Foto: AGENCIAUNO

La renuncia de Carlos Maldonado e Isidro Solís al Partido Radical es un hecho triste. Siempre es lamentable la renuncia de un militante, particularmente de quienes, independientemente de los altibajos de la vida, otorgaron numerosas décadas de vida al partido de los ideales. No obstante, políticamente, quizá era el mejor resultado posible. Es desconsiderado pretender que una persona deba cambiar sus convicciones para encajar en una colectividad, y a su vez también es desconsiderado que alguien pretenda que los acuerdos colectivos se deban ajustar a la medida de las opiniones de algunos particulares. Un partido debe defender sus convicciones colectivas, sus acuerdos. No hacerlo conscientemente o por mera omisión significa abrir la puerta a cualquier clase de desviacionismo del radicalismo, al desvirtuamiento, transformandolo en una ficción, en un partido instrumental.

Con eso dicho, he decidido responder las múltiples consultas que me han realizado durante estas semanas. Por escrito, de forma detallada, clara, argumentada y contundente.

Tras imponerse el rechazo a la propuesta de la Convención Constitucional, era francamente imposible que quienes se identificaron con dicha opción, particularmente quienes le llevaron la contra a sus propias colectividades, no alardearan de su victoria… ¿Qué victoria? La suerte del cambio constitucional vuelve a estar en manos de la derecha y su reconocida “vocación de cambios”. Quienes fueron altos dirigentes de la Concertación, deberían recordar mejor quiénes eran los que se resistieron por décadas a reformar en lo más mínimo el marco constitucional de la dictadura. Es un proceso que vieron personalmente y poco les podría yo enseñar al respecto.

No obstante, quizá lo que más me genera ruido es que quienes insistieron en tener razón con el Rechazo, supuestamente en mérito de los argumentos, más bien sacan a relucir los antiguos títulos. Los ex ministros que compiten por tener más influencia en la ciudadanía que la colectividad entera. Y es que no es una exageración hablar de actitudes aristocráticas… Eso de sostener la primacía de una opinión personal por sobre la del debate democrático, es equivalente a desmerecer la opinión del vulgo optando por los “expertos”, en otras palabras, el llamado “gobierno de los mejores” o sea la aristocracia.

Actitudes como esas no son raras en la derecha política, sin ir más allá, Piñera insistía mucho con eso del “gobierno de los mejores” en su oligárquico gobierno.

¿No son actitudes aristocráticas, sino que es el debate democrático? Veamos el debate en el PR entonces: desde antes de la misma campaña, los medios favorables o conformistas con el neoliberalismo, aprovecharon a estas personas y se apuraron en cubrir y verter litros de tinta en hablar de una “división del radicalismo”, respecto de su posición frente al Plebiscito. Como en toda colectividad, hay tendencias y distintas sensibilidades. No obstante, sorprende que frente a la llamada “división” quienes patrocinaban al Rechazo no fuesen capaces de obtener ni uno sólo de los 94 votos de las consejeras y consejeros generales, quienes, con distintas argumentaciones y visiones, dijeron “Apruebo”. Lo mismo puede decirse de los regionales, ninguno de los 16 Consejos Regionales estuvo por el Rechazo. No hubo ni tan siquiera una sola asamblea radical en alguna comuna del país que rechazara.

En conclusión: en el radicalismo tomamos nuestras decisiones colectiva y democráticamente. Quienes prefieren otras opciones, por los motivos que sean, pasan entonces en los hechos a apartarse del “Viejo Tronco Radical”. En tal sentido sólo ha ocurrido lo que tiene que ocurrir.