¿Por qué fue campeón Colo Colo?

Como viene ocurriendo desde hace bastantes años en nuestro alicaído y caótico fútbol, más que apuntar al “Cacique” como el mejor, habría que sindicarlo como “el menos malo de todos”. ¿Negativismo? ¿Chaqueteo puro? Para nada. La prueba más clara de sus limitaciones como equipo hay que buscarla en la confrontación internacional, donde el equipo popular fracasó estruendosamente.
Por EDUARDO BRUNA / Foto: AGENCIAUNO
Algunos dirán que es negativismo puro. Otros, el infaltable “chaqueteo” chileno. No importa. Cada cual es libre de opinar lo que se le plazca, y si ello ocurre en todas las esferas nacionales, con mayor razón en el fútbol, definido una vez como “el tema más importante de entre los menos importantes”. Aclarado eso, digo que, como viene ocurriendo desde hace años, Colo Colo no fue campeón por ser el mejor. Si el Cacique alcanzó su estrella número 33 se debió, fundamentalmente, a que fue el menos malo de todos.
Y es que un equipo que fracasa en la Copa Libertadores, que tiene un debut y despedida de la Copa Sudamericana, y finalmente es eliminado apenas a mitad de camino de la Copa Chile, definitivamente no puede ser considerado un gran equipo. La jerarquía se demuestra en los niveles superiores, y Colo Colo no la tuvo, salvo relumbrones que llevaron de la temprana ilusión a un golpe duro con la cruda realidad.
Y es que, en su grupo copero, Colo Colo tuvo una partida esperanzadora: fue a ganarle a Fortaleza a Ceará, Brasil, para luego derrotar en el Monumental a Alianza de Lima. Cosecha perfecta: seis puntos de seis disputados. Sólo que hasta allí llegó el impulso. Cayendo frente a River, como local, nada estaba perdido si se le ganaba en Perú a Alianza, en teoría el rival más débil de los cuatro que componían la serie.
Y lo que pudo y debió ser una goleada alba, se transformó en un pobre empate 1-1 que trajo de regreso los mismos fantasmas de actuaciones anteriores. No sólo en lo que al Cacique concierne. También respecto de los restantes equipos nacionales que, en el torneo más importante a nivel de clubes de este lado del mundo, hace mucho tiempo que no dan el ancho.
Las catastróficas derrotas en Núñez y en el Monumental, en la revancha frente a Fortaleza, terminaron por sepultar los sueños de mejor suerte y cumplir al menos con el objetivo de pasar a la fase de octavos. El premio de consuelo, esto es, jugar la Copa Sudamericana, tampoco sirvió como bálsamo rehabilitador. Tras un claro y merecido triunfo frente al Internacional brasileño, la revancha de Porto Alegre se transformó en toda una pesadilla. Ni siquiera abrir la cuenta sirvió de algo. El Inter terminó aplastando a los albos y sacándolo del torneo.
Colo Colo, puntero absoluto del campeonato local desde las primeras fechas, ni siquiera evidenció muchos recursos que digamos para superar el primer escollo serio que tuvo en la Copa Chile: Ñublense de Chillán, cuadro que en los últimos tiempos se ha transformado en la “bestia negra” del elenco popular. Tras caer como visitante 2-1, en el Monumental apenas pudo rescatar una paridad 1-1 que, en fase de octavos, sacó tempranamente al Cacique de carrera, tras haber sido campeón en las dos últimas ediciones del certamen.
Convengamos, además, que a esas alturas Colo Colo había perdido quizá si la pieza más importante de su ataque. Tras la negativa para transferirlo al América mexicano, la oferta de River Plate resultó imposible de rechazar y Pablo Solari, tal como se suponía, no hizo huesos viejos en el Monumental.
En la recta final del Campeonato Nacional, la ausencia de Solari se sintió, y bastante. Pronto quedó claro que, entre las alternativas con que contaba Gustavo Quinteros para reemplazarlo, no había un jugador que estuviera a la altura del “Pibe”. Ni Oroz, ni Zavala, ni Bolados, pudieron hacer olvidar a ese chico que había llegado a mediados de 2020 como una simple apuesta. Y es que, incluso en sus partidos bajos, que por cierto los tuvo, Solari fue siempre fue un factor de preocupación para el cuadro rival, porque su velocidad y atrevimiento en el mano a mano no se compran en la farmacia.
La llegada de Agustín Bouzat y de Marcos Rojas, el “Kiwi”, tampoco pudieron relegar al olvido a Pablo Solari. Consecuencia: Colo Colo perdió velocidad y, sobre todo, inventiva para superar defensas nutridas y cerradas. En los hechos, perdió casi por completo la capacidad de desbordar por las bandas, porque el peruano-uruguayo Costa tampoco destaca por esa faceta del juego.
En un campeonato mediocre, como el nuestro, la ausencia de Solari pudo soslayarse. Pero no por ello del todo. Colo Colo, para mantenerse como puntero, debió bregar más de la cuenta para superar –a veces hasta angustiosamente- a rivales cuyo único objetivo era salir indemnes frente al líder.
En este análisis de por qué fue campeón Colo Colo tampoco se puede soslayar el año horrible que cumplió Universidad Católica, que no por nada había dominado sin contrapeso el fútbol nuestro durante cuatro temporadas consecutivas. Con Gustavo Poyet primero, y con Cristián Paulucci después, el equipo “cruzado” falló con las contrataciones realizadas y fue redondeando una campaña de absoluta mediocridad. Se pensó que el regreso de Ariel Holan a la banca “cruzada” era la panacea, pero si se esperaba con él una arremetida similar a la de la temporada pasada, pronto quedó en claro que ésta no se produciría.
Por cierto, los errores de Universidad Católica no pueden restarle méritos a un Colo Colo cuyos números lo transforman en un campeón más que legítimo. Digamos, de partida, que sólo tres derrotas se anotan en su sólida marcha hacia la corona número 33: frente a Unión Española, Huachipato y Unión La Calera. Todas ellas como forastero. Y cuando un equipo transforma su propio estadio en un reducto imbatible, tiene con eso media corona asegurada.
La solidez defensiva del “Cacique” ha sido, ciertamente, otro factor a considerar en este título. Cuando un equipo sólo recibe 16 goles en 28 partidos disputados, eso habla a las claras de que cuesta entrarle, y reafirma el antiguo precepto futbolero de que los equipos se conforman de atrás hacia adelante.
Distinta es, en cambio, su producción ofensiva. Qué duda cabe de que este Colo Colo, en ese aspecto, fue bastante austero –por no decir amarrete- respecto de otras formaciones que alcanzaron igual logro. Si ya apuntamos a la ausencia de Solari como factor que disminuyó claramente el poder de fuego del “Cacique”, en esta triunfal hora alba no debemos inhibirnos y expresar con claridad y sinceridad nuestro pensamiento. Aunque parezca una herejía, Lucero, siendo un buen jugador, creemos que está sobrevalorado. Lo que pasa es que, si lo comparamos con Blandi, que fue un completo fiasco, con Iván Morales, un tronco por el lado que se le mire, o con el inexistente Santos, el ex Vélez Sarsfield es lo más parecido a Van Basten.
Cumplió con sus goles, qué duda cabe, pero para mí es inferior a Humberto Suazo, Lucas Barrios y Esteban Paredes, los tres grandes últimos referentes albos como goleadores de fuste y figuras indiscutibles. Los tres con un repertorio más rico y variado que este argentino que fue, de todos modos, un aporte en la consecución de un título que Colo Colo no alcanzaba desde el ya lejano 2017, con Pablo Guede en la banca.
Considerando todo lo anteriormente descrito, Colo Colo necesitará bastante más si no quiere fracasar nuevamente en la contienda internacional. Lo dijimos ya en el análisis del partido que significó su consagración, pero nunca está de más repetirlo. Aparte de un armador de categoría, Gustavo Quinteros, de prolongar su vínculo contractual con la entidad popular, necesitará al menos de uno que apure a Lucero y un par de delanteros veloces y, sobre todo, hábiles, que no se ahoguen en esos espacios reducidos que suele encontrar el “Cacique”. Tipos capaces de imponerse en el mano a mano para ganar línea de fondo, evitando esos improductivos “ollazos” que hemos visto en varios partidos.
Tarea nada fácil, por supuesto. Aparte de que hay que meterse la mano al bolsillo, cosa nada grata para los regentes de Blanco y Negro, Colo Colo, en este momento, tiene copada su cuota de extranjeros, con Falcón, Amor, Bouzat, Costa y Lucero. En otras palabras, habría que pensar en jugadores chilenos buenos, que no abundan precisamente, o en liberar cupos foráneos.
De seguir Quinteros en la banca popular, pensamos que su lógica no le hará temblar la mano. Así como después de esa traumática campaña de 2020, que le significó a Colo Colo coquetear hasta el último con un histórico descenso a la “B”, limpió el camarín y rejuveneció el equipo, esta vez no se andará con chiquititas para exigir los refuerzos necesarios.
Y es que, cosa no menor, estará en juego su prestigio como técnico. La pelota, entonces, va a quedar en el campo de Blanco y Negro.