Pogo: “Alfredo Lewin es un cruzado que lleva décadas haciendo buenos programas de radio”

En tiempos de pandemia, en el marco de una larga investigación sobre los márgenes de la radio en Chile de los 80 y 90, el fallecido vocalista de Los Peores de Chile, libretista y también escritor, brindó una larga entrevista a Rodrigo Cabrillana y Paola Zúñiga Marro. A 30 años de la edición del primer disco de su popular banda, hoy se publica en exclusiva para El Ágora.

Imagen del autor

Por El Ágora
Actualizado el 5 de diciembre de 2024 - 1:07 am

Mario Carneyro, conocido en el mundo artístico chileno como “Pogo”, y una entrevista póstuma e inédita. Foto: ARCHIVO

Mario Carneyro, más conocido en el mundo del punk chileno como “Pogo”, partió repentinamente de este mundo en octubre de 2022, tras largas complicaciones de salud y una larga pausa en la escena de la música local.

Voz, armónica y guitarra de Los Peores de Chile, siempre destacó por su mirada crítica, pero también aguda de la sociedad de turno. Y no tenía vacilaciones a la hora de dar a conocer lo que pensaba si alguien le consultaba.

Compartió micrófono en los ’80 con Rolando Ramos, en Radio Universidad de Chile. Manifestaba su admiración por colegas músicos y otros conductores de radio, como Alfredo Lewin. Y dejó siempre en claro que el oficio de ir contra lo establecido era finalmente lo que dejaba un importante valor para el que sabía leer bien el mensaje.

Entrevista inédita

Autor también de un libro de memorias (“El peor libro de Chile”) y de otro sobre cuentos de distopía (“Morfopunk”), publicados ambos por la editorial Santiago-Ander, hoy compartimos en exclusiva esta conversación, donde Pogo reflexiona a fondo sobre diversos temas que nunca dejan de estar vigentes.

-¿Cuáles fueron tus principales referentes musicales en los inicios? ¿Por qué medios de difusión musical conociste a esos referentes?

Mis inicios, que eran los inicios de mi archivo subconsciente y que, a la larga, iba a ser trascendental en mi vida de adulto, eran de escuchar música como un fondo rítmico e insinuante, a mi vida de niño. De escuchar a Neil Sedaka junto con mi mamá con poquísimos años a los tormentosos y agobiadores tangos que sonaba día y noche en mi casa. Por ese entonces la música llegaba de mano de terceros. Las nanas que, por lo general jóvenes, me hicieron divertir y conocer la Nueva Ola. Pero también adoraba a Los Beatles y todo lo que sonaba en anglo por esos años ’60 y ’70.

Toda aquella música llegaba a través de la radio, y por lo general, en radios AM. Luego aparecieron, con el uso popularizado de la TV, Los Monkees. Fue la primera banda favorita en mi pre-adolescencia. Y ya antes de llegar a mi adolescencia oficial, aparecieron Led Zeppelin, Jimi Hendrix, The Doors y un largo etcétera. Ellos me fueron mostrados por amigos del barrio que eran más grandes que yo y sabían un montón de música.

Radio casi pirata

La música alternativa era difícil de conseguir y sólo visitando gente muy iniciada podías estar al día en lo que se escuchaba por el mundo. Pero había una radio alternativa y casi pirata, que sonaba algunos días y se llamaba Radio Providencia. Tenía un alcance de cuadras, pero cuando aparecía, escuchabas todo lo que se podía oír por aquellos días, en transmisiones que podían durar tardes enteras o solo minutos.

-Fue una radio importante para ti…

Mucho. Ahí escuché por primera vez a John Mayall y su legendaria armónica blusera. Y yo, que por aquellos días manejaba mi armónica con sólo un pobre repertorio de Los Beatles, esa pequeña emisora de radio me abrió un mundo que no conocía.

Después vino mi viaje a España y allí todo cambió radicalmente, afortunadamente para mejor. Llegué con un patético bagaje de un puñado de bandas de rock progresivo y algo de pop de los ’60. El primer año fue un aprendizaje excitante de decenas de estilos, algunos desconocidos para mí. Y miles de bandas, solistas y lo que quisieras, no solo en una gran cantidad de tiendas bien aperadas de discos, sino que una inmensa y variada cantidad de emisoras que, igual de apuradas como yo, tenía que contar el inmenso mundo de la música contemporánea que llevábamos con años de retraso.

Con el dictador en la sombra

Las radios te ofrecían por aquel entonces verdaderas clínicas culturales, no solo de bandas, sino que de estilos y un sinnúmero de solistas y creativos. Por ese entonces conocí a Los Ramones, que iban a ser, a la postre, los que guiarían mi periplo por la música. Algo que en los ’80 ni me lo imaginaba.

-A tu parecer, ¿qué radios y programas tuvieron un impacto y trascendencia en la radiofonía chilena en la década de los ’80 y ’90?

Llegué a Chile en la última mitad de la década de los ’80. Las radios me parecían patéticas y no las escuchaba. Venía de afuera y el choque cultural fue severo. Parecía que nada había cambiado desde los años ’70. Hicimos un intento con un amigo de revolucionar el gallinero pinochetista con un programita, y creo que era lo único que salvaba por aquellos días.

Valentía y buen gusto

Ya en los ’90 la situación cambió dramáticamente. Con el dictador en la sombra y con una democracia con síntomas de anemia, las radios tomaron la iniciativa, poco común, de cambiar la mente de sus radioescuchas, abriendo una propuesta quizás no muy innovadora, pero sí atrevida: el nuevo rock chileno. Bienvenido. Y cambió todo.

-¿Cuáles fueron las radios más importantes de esa época?

Radio Universidad de Chile, por su valentía y buen gusto. También la Rock and Pop, muy importante para los músicos que vieron sus antenas abiertas para todo lo que sonaba en castellano (español). También la Futuro, ha hecho y lo sigue haciendo, una radio que ha apadrinado el rock de los ’70 y los nostálgicos viven felices. No sé qué más radios agregar, nunca escucho radio. Me latean su bla, bla, y su aburrida música.

-¿Qué opinas sobre el rol de la radio en Chile durante los 80 en relación con la dictadura y el contexto sociocultural que se vivía en el país?

“Les pedimos a las bandas santiaguinas emergentes que se acercaran a dejar sus trabajos y nosotros los pasábamos en el programa”, rememora el músico en la entrevista póstuma.

Fue, a mi entender, clave. No viví acá todos los años de la década, pero en ese último trazo los canales de televisión estaban tomados a conciencia por la dictadura. Y las personas con deseos de oír la otra versión del mundo, sólo les quedaba el puñado de radios independientes, que luchaban por sobrevivir al ataque diario por instaurar la verdad no oficial.

Desinformación psicodélica

Por allí se escuchaba música de protesta, cuando por aquellos días era absolutamente marginada de las emisoras y canales de Pinochet. Y, por supuesto, abrió las puertas a los primeros grupos de música pop que registraban sus primeras placas en su corta vida artística. Las radios qué escuché a finales de los ’80 eran el megáfono para miles de personas que no existían para el régimen. Y oían lo que querían oír y atendían lo que querían atender. Una solución arriesgada a la voz del Hermano Mayor.

-¿Nos puedes relatar tu experiencia y rol como locutor del programa Melodías Subterráneas, de Radio Universidad de Chile? ¿Cuál era su sello distintivo? ¿Cuáles eran las bandas que más programaban?

Fue una experiencia tan novedosa como temeraria. Régimen militar en decadencia, pero todavía con ganas de morder, y un par de desatinados que juraban que estaban en emisoras de Madrid o Barcelona. ¿Se imaginan? Fue una plataforma de desinformación psicodélica con ribetes de insurgencia imaginativa. Me encargué personalmente de hacer los guiones y en algunos casos las historias eran eminentemente subversivas.

Pero pasamos los programas sin problemas (al menos para nosotros). Las historias eran sub-realistas pintadas de alucinógenos, llenas de efectos sonoros, con personajes que viajaban a lugares poco habituales. O nos encargábamos de liquidar en un atentado, a La Gran Rata, que era nada menos que Pinochet. Y nunca hubo ni una sola reconvención de la radio. Bravo.

La música, en la época que entré yo, se basaba en música radical vasca y española en general. El idioma era importante y mucha música, por muy expresiva y altisonante, si estaba en inglés, la importancia del mensaje quedaba trunco. Y llenamos las ondas con subversivas canciones de La Polla Records, Cicatriz, Los Ilegales y un largo etcétera.

Año muy intenso y divertido

Por esos días aprovechamos de llamar a las bandas santiaguinas emergentes que hubieran grabado algún demo. Pedimos que se acercaran a dejar sus trabajos y nosotros los pasábamos en el programa. Queríamos bandas nacionales y, sobre todo, música en castellano. Varias atendieron al llamado y llegaron trabajos increíbles.

-¿Cuántos años fuiste parte de Melodías Subterráneas? ¿Rememoras alguna anécdota de los años que estuviste en la co-conducción del programa?

Mi pasada por Las Melodías Subterráneas fue efímera. De solo un año. Pero un año muy intenso y divertido. ¿Por qué despareció? Nunca lo supe con claridad.

Creo que la anécdota más glamorosa fue la grabación del programa en donde radiamos un atentado contra Pinochet. Con un empleado de la radio que trabajaba en el pegado de los efectos y grababa los diálogos, y que nos miraba con cara de preocupación, mientras se reía nerviosamente con las locuras que metíamos en el programa. Los efectos quedaron espectaculares, con la comitiva y sus sirenas, carros policiales, helicópteros y balas, muchas balas contra La Gran Rata. Fue genial. Y un logro de desobediencia civil.

-¿Quiénes estaban a cargo de realizar los guiones del programa? ¿Cómo se trabajan estos desde el equipo y desde lo comunicacional?

Todo era un trabajo poco formal. Los guiones eran míos y escribía lo que me daba la gana, porque contaba con el apoyo incondicional de Rolando Ramos en mis historias y en mi demencia deconstructiva. Hacía algo nuevo, en el sentido que daba una oxigenación que necesitaba el programa y Rolando Ramos, ya que él llevaba ese trabajo desde hace años y estaba algo saturado. Yo solamente me basé en esa esencia de cómic o de película B que había plasmado Rolando en sus historias, y sólo las profundicé.

Pero no hubo programa siguiente…

En el tema comunicacional, la idea central era la subversión absoluta, en formato radial de 45 minutos en tiempo real. Y ahí había que implantar el desorden absoluto. El caos. Y lo logramos en cada uno de los programas.

-¿Por qué se acaba el programa Melodías Subterráneas? ¿Nos podrías narrar algo del último programa?

Las causas de la finalización del programa nunca las tuve claras. No me gustaría especular sobre un tema que desconozco. Tampoco puedo recordar el último programa. En todo caso debió ser un programa normal camino al siguiente programa. Pero no hubo siguiente programa.

-¿De qué forma se ejercía el control o la censura en el medio radial durante los ’80?

No puedo hablar de censura dentro de radio Universidad de Chile. Yo nunca tuve noción de alguna preocupación a nivel jefatura. Al contrario, la emisora no era más que una especie de lugar sacrosanto, con un puñado de viejos monjes que deambulaban por los pasillos con paquetes de vinilos de jazz o de música clásica. Parecía una universidad medieval.

No volví a tener relación con otras radios nunca más.

Sé que la censura existía en muchos medios, pero lo que más existía era la auto-censura. Ese era el triunfo total de la dictadura sobre la sociedad, en su imposición del miedo.

-¿De qué manera influye la filosofía del neoliberalismo en medios de comunicación como la radio durante los ’80?

El neoliberlismo influyó en todos los medios regulares del país. Salvo los medios independientes que existían por ayudas privadas o donaciones, el resto estaba a merced del capital que venía de la mano de sus patrocinadores. Eso tenía un precio. Pero algunos medios lograron mantener su identidad y su línea ideológica.

Sociedad militarizada

La dictadura logró polarizar la sociedad y la oposición tenía que defenderse por sus propios escasos medios. Mientras, las ideologías que defendían al régimen lograban suculentos apoyos de dinero, tanto privados como estatales. Creo que el neoliberalismo fue mucho más pernicioso en los ’90 hasta la fecha que en esa época de prueba y error, como los ’80.

-¿Qué tan influyente es el movimiento del Under en la contracultura de los ‘80? ¿Por qué?

“La canción nacional de nuevo cuño, como la de Los Peores de Chile, representaba un espíritu irreverente y contestatario”, afirma.

Fueron, a mi entender, claves. En una sociedad aplastada por la maquinaria oficial, la juventud estaba absolutamente excluida de información. Sobre todo de información en los temas que un joven de 15 o 18 años necesitaba conocer y experimentar.

Había dos juventudes por esos días: la politizada a la antigua y bajo los cánones de la conducta partidista, y los under, que también odiaban el régimen de Pinochet, pero también querían escuchar punk, vestirse como les diera la gana y consumir drogas entretenidas. La oferta era escasa al lado de la enorme demanda de escuchar e ilustrarse con cosas novedosas y así escapar de la terrorífica mediocridad de una sociedad militarizada.

El punk era música de protesta

Estábamos en una época tecnológicamente deprimente (en comparación con las libertades con contamos hoy en día). Debíamos olvidarnos de videos y espacios en la televisión. Esa área era del poder. Sólo nos quedaban los fanzines, hechos a pulso como artesanía alternativa, llenos de escritos robados a revistas españolas y que abrían la mente a un montón de chicas y chicos hambrientos de saberlo todo. Algunas radios piratas que lograban un espacio entre dogmatismo proselitistas dominante, para enturbiarlo todo con rock y punk venido desde afuera.

Creo el movimiento under en dictadura fue la voz contracultural que llegaba con retraso, pero que un futuro muy cercano, invadiría las mentes de miles y se iba a transformar en una cultura viva y en constante desarrollo.

-¿Qué relevancia adquiere el programa Melodías Subterráneas para la difusión del punk criollo chileno?

La importancia que puede tener un programa exclusivo con una música que nadie pone en las radios, ni quieren hacerlo. Fue una ventana a la música que ya llevaba 10 largos años funcionando y en Chile sólo la conocían unos pocos afortunados. Y creo que también el programa ayudó a entender que el punk era música de protesta, gracias a las bandas punkies del país vasco y del resto de España.

Contingente de inconformistas

Creamos un contingente de inconformistas que entendieron, y aún lo hacen, que todo lo establecido, apesta.

-¿De qué manera se forjó el espíritu punk y contestatario que quedó patente en la propuesta musical de Los Peores de Chile y en su primer disco debut del año ’94?

Éramos todos subproductos de la dictadura. Sabíamos que vivíamos una democracia endeble y todavía dependiente de los caprichos de Pinochet, que aguardaba en los cuarteles en tiempo presente. Pero asimilábamos también el derecho a vivir en un país entretenido y creativo. Desestimamos sumarnos al punk de combate y quisimos hacer algo más atrevido. Abrazamos la ironía y el sarcasmo como arma de irreverencia. Vamos, reírnos de todo, partiendo de nosotros mismos. Con letras que iban desde la indolencia extravagante como el Síndrome Camboya o el vómito punkie de Malos, Malos, Malos.

Ramos y Lewin

También fue clave el manejo de estilos diferentes a los ocupados en el punk tradicional, como el surf, rockabilly, blues y boogies. Y a todo eso sonidos atípicos como el que da Jando con su slide o yo con mi armónica.

-¿A qué locutor radial destacarías en el Chile de los ’90 y por qué?

Lo importante para mí que debe de tener un locutor para interesarme es que esté muy bien informado respecto a los temas que toca. Y, por supuesto, muy variada música, no ser dogmático en los géneros y atreverse a ponerlo todo. No dejarse llevar por la dictadura del triunfalismo y la arbitrariedad del single y del farandulismo. Hay pocos que responden a esos parámetros. Y pocos, porque no escucho radio, tengo yo “mi propia” estación de radio y coloco todo lo que me gusta 24/7 y sin sponsors dominantes.

Pero destaco a Rolando Ramos. Porque fue el primero en ensuciar nuestras mentes, por interesarse en compartir datos e información entre sus canciones. Y por su espíritu de sacrificio en instalar una música, para muchos, es un horror. También Alfredo Lewin se destaca por ser otro cruzado que lleva décadas poniendo música y haciendo buenos programas de radio. Amén de excelentes entrevistas a destacados del género.

Espíritu irreverente y contestatario

La gente de Radio Futuro, con Pirincho Cárcamo a la cabeza, también tiene un especial cuidado por la información musical y en este caso histórica, ya que es una radio especializada en música de época. Y un recuerdo a los chicos de la Rock and Pop y todas las emisoras de la época, que se sumaron a exponer la música chilena.

-¿Cómo percibes a las audiencias que recibieron la música de Los Peores de Chile a través de los distintos singles que se programaron en la radio durante los ’90?

Era una audiencia muy interesada en la música chilena y, en ese contexto de primavera, que se destilaba por aquellos años, la canción nacional de nuevo cuño, hablo de Los Peores, Los Fiskales, Los Ex, Pánico, Los Tetas, etcétera, representaban ese espíritu irreverente y contestatario, que muchos llevaban escondido por años.

Los singles de Peores creo que te llevaban a estado exaltación, propia de todos los temas del grupo. No te hacían pensar en mensajes estereotipados o deliberantes, sino que todo lo contrario. Un desorden argumental, adosado a un intenso y sugerente ritmo. El concepto era de no te preocupes de nada y sólo baila, pero ojo, algo había algo entre líneas. Así lo adscribe Síndrome Camboya y la Chicholina, dos temas irreverentes y divertidos, que te hacían bailar y de a ratos pensar. Supongo que los programadores lo pasaban bien. La música chilena se manejaba con demasiados clichés y esa nueva hornada de rock chileno allanó el camino, para que futuras bandas hicieran canciones menos encorsetadas y más libres.