Pellegrini en China: la admisión de un fracaso

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Por José Roggero
Actualizado el 3 de noviembre de 2016 - 5:57 pm

No pudo llevar a la cima al Real Madrid ni al Manchester City. El crédito se le acabó. El ingeniero lo sabe y eligió un exilio dorado en una liga emergente y rebosante de dólares.

El doble de lo que ganaba en Inglaterra es lo que está recibiendo Manuel Pellegrini en China. Sus ingresos crecieron de 9 a 18 millones de euros anuales.

Con 63 años de edad y posiblemente ya preocupado de la jubilación que recibirá en Cuprum, prefirió abandonar una de las mejores ligas del mundo y asegurar su futuro con el mejor contrato de su vida.

Nada reprochable. Es lo que haría cualquiera que ve que sus mejores años están quedando atrás, pero aun así tiene semejante oportunidad.

En todo caso, es bienintencionado el ingeniero. “China está viviendo su era dorada en el desarrollo del fútbol”, dijo semanas atrás, apenas pisó suelo oriental a comienzos de septiembre para dirigir al Hebei Fortune, en medio de una recepción digna de un rockstar.

Una declaración calcada a las de otras celebridades que eligieron la liga china para engrosar exponencialmente sus cuentas sin tener que convivir con la presión a veces insoportable del fútbol de elite.

Mal que mal, el discurso tiene algo de asidero.

Ambiciones chinas

China ya es un gigante económico y quiere serlo también en el fútbol. Porque pese a sus empeños, en la cancha no le ha ido tan bien como lo planificó en los años 90, cuando gestó un primer plan para escalar rápido. Mejor les fue a sus rivales japoneses y coreanos, ambos con decorosas participaciones en sus habituales asistencias a los mundiales. China, en cambio, fue penúltima en su única aparición en la cita de Corea-Japón 2002.

Pero impulsada por su acelerado desarrollo económico y cada vez más liberalizada sociedad, creó una ambiciosa superliga de fútbol profesional escasa en talento pero abundante en dinero. Tanto, que era inevitable la captura de futbolistas talentosos venidos de occidente.

Primero llegaron jugadores como Lucas Barrios, Walter Montillo, Darío Conca, Gustavo Canales, Hugo Droguett y José Luis Villanueva, por citar a los que corrieron en nuestras canchas.

Últimamente lo han hecho más y hasta con mayores pergaminos, como el argentino Ezequiel Lavezzi, el colombiano Freddy Guarín y el ecuatoriano Miller Bolaños, además de Robinho, Ramires, Renato Augusto, Paulinho y Diego Tardelli, habituales seleccionados brasileños. Sudamericanos de primer nivel, pero también europeos y africanos..

Billetera prodigiosa

Es indesmentible: China está decidida a sobresalir e hizo obligatoria la enseñanza del fútbol a nivel escolar. Hasta sus autoridades calcularon que con 1.400 millones de habitantes las posibilidades de sacar a siete mil nuevos Messi son superiores a las de cualquier otra nación.

Un proyecto de esta magnitud no puede fracasar. No en un país que ha destacado en cuanto deporte se ha propuesto y con una billetera prodigiosa.

Hasta ahí, la elección de Manuel Pellegrini es inatacable. Mal que mal solo está imitando a otros ilustres colegas como Luiz Felipe Scolari, Vanderlei Luxemburgo y Sven Göran Eriksson.

Posiblemente, en décadas venideras será recordado como uno de los gestores de la explosión futbolística china, tal como esos entrenadores franceses y alemanes responsables de la eclosión africana allá por los años 80. Hasta una medalla de la FIFA puede que se cuelgue al pecho.

Lo malo es que su decisión equivale a alzar anticipadamente la bandera blanca de la rendición. Pero no le quedaba otra. Europa le dio dos veces la oportunidad de demostrar que podía ser el mejor.

Y fracasó.

Horas amargas

Su despido del Manchester City por no haber llevado al club al pináculo fue el corolario de un descenso iniciado en el Real Madrid, donde pese a sus muy buenas estadísticas, siempre debió mirar hacia arriba al Barcelona de Josep Guardiola, que ahora lo reemplaza en la banca de los Ciudadanos para intentar lograr lo que él no pudo: ser los mejores del mundo.

Inteligente como es, comprendió que ya no habría otra opción a estas alturas. Y antes que asumir en un equipo europeo de menor pelaje, prefirió un exilio dorado donde aportar sus conocimientos a nivel colectivo. Que a eso van, en el fondo, todos los DT llegados a China.

Sin embargo, no son vacaciones pagadas lo que le espera. Su nuevo club, propiedad del gigante inmobiliario China Fortune Land Development, tiene planes ambiciosos. Quiere llegar a la cima de una superliga con 16 equipos, todos de generosa billetera.

El Hebei nació hace seis años y esta temporada debutó en Primera División.

Pellegrini llegó faltando siete fechas y no le pudo agarrar la manija a un plantel con seis extranjeros y que invirtió 20 millones de dólares para hacerse de estrellas como el argentino Lavezzi y el marfileño Gervinho.

El domingo último, el Hebei perdió 1-3 con el Shangai SIPG.

El balance es magro. Séptimo, con 40 puntos, 24 menos que el monarca Guangzhou Evergrande, dirigido por el brasileño Scolari. Nuestro ingeniero cosechó un solo triunfo, dos empates y cuatro derrotas.

Desde acá sabemos de la paciencia china. Para la nueva temporada, el Hebei invertirá 130 millones de dólares para reforzar el plantel. Pellegrini cuenta con tres años para cumplir con sus empleadores. Conociéndolo, es muy posible que triunfe y termine arrebatándole más de una copa a Scolari, Vanderlei Luxemburgo y demases.

Lo malo es que será como esas partidas de ajedrez, cacho o dominó que reúnen a viejas glorias a jugar en plazas o asilos, recordando tiempos mejores.

Este análisis también lo puedes leer en el periódico Cambio 21.