[Opinión] ¿Y en qué estábamos cuando empezó la fiesta de la fantasía?

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Por Daniel Pérez Pavez
Actualizado el 26 de julio de 2016 - 6:26 pm

El fútbol chileno retoma la actividad dos meses y medio después de la pausa, en un aterrizaje forzoso en su contradictoria realidad de denuncias, desfalcos, paros, crisis e ilusiones futbolísticas que renuevan los principales equipos -como la U- con inversiones millonarias en un medio que pasó de su constante estado maníaco-depresivo al síndrome de la eterna transición…

Luego de una pausa interminable de dos meses y medio, el fútbol chileno retoma este fin de semana su actividad doméstica con un torneo que parte retardado por un paro de jugadores y una crisis latente de la cual aún no despega el organismo central luego del desfalco cometido por su ex presidente. Si algo faltara a ese cuadro contradictorio, la obtención del bicampeonato por parte de la Selección chilena en la Copa América supone un laurel que simplemente acentúa el divorcio entre la dura realidad de los clubes y la “burbuja” de cristal donde habita el Equipo de Todos.

En el extenso receso de 75 días, uno de los más prolongados de las últimas décadas, el fútbol criollo atravesó por su reconocido comportamiento bipolar, con etapas maníaco-depresivas en que lamentó el dolor y la vergüenza institucional de verse despojado por algunos ex dirigentes y salió a expresar su euforia colectiva después de la vuelta olímpica de la Roja en Estados Unidos.

Durante ese paréntesis, pasó de todo. Se conocieron documentos judiciales que develan la trama desarrollada por Jadue y sus cómplices al frente de la ANFP y se confirmó que en plena crisis, por ejemplo, el ex seleccionador Jorge Sampaoli y su socio Sebastián Beccacece aprovecharon de renovar sus contratos en cifras millonarias.

Y ese ciclo, además, algunos equipos dieron forma a sus planteles para ir en busca del protagonismo en un campeonato que, fiel a la tradición, lucee nuevamente a las universidades y Colo Colo aferrados al cartel de los favoritos. La U de Carlos Heller -su principal financista- conformó un cuadro poderoso con 11 refuerzos con un valor total de cinco millones y medio de dólares para darle al propio Beccacece la opción de demostrar que no es un principiante en el banco, como lo demostró en el torneo anterior. El Colo Colo de Aníbal Mosa -el cuestionado presidente de Blanco y Negro- también invirtió en varias figuras luego de deshacerse de José Luis Sierra para instalar al argentino Pablo Guede en el banco, con el imperativo de aplicar su “revolución” táctica a los albos. Y la Católica de Mario Salas, el entrenador nacional que la hizo campeona, se potenció adecuadamente para defender su corona y responder a las exigencias internacionales.

Si la Unión Española trajo a su conducción al ex goleador argentino Martín Palermo en una apuesta que supone el riesgo de la inexperiencia, otro animadores convencionales mantienen su estructura y potencialidades. En eso están el O’Higgins de Cristián Arán -el Sampaoli de la Sexta Región, según los hinchas-, el Audax Italiano de Jorge Pellicer y pocos más que se atreven a apostar con convertirse en “candidatos” reales. Acaso sean más lo que,. como Wanderers y San Luis, se ponen en el punto de partida a la expectativa de lo que ocurra en un campeonato marcado por la incertidumbre desde mucho antes de su inicio.

Tras el paro del Sifup, durante el que asomaron voces tan pintorescas como la de Johnny Herrera -quien trató de «chantas y patrones de fundo» a los dirigentes al mismo tiempo que negocia su renovación en la U-, el torneo supone una fase intermedia para incorporar el descenso programado que reclamaron los sindicalistas. En rigor, otro síntoma de la eterna transición en un fútbol precario e inestable, que aterrizó en su cruda realidad doméstica tras los fuegos artificiales que le encandilaron en la fastuosa fiesta millonaria del Tío Sam…