[Opinión] Una mala historia que se repite…
Una de las imágenes más desconcertantes que nos dejó el Sudamericano Sub 20 de Ecuador -ya de triste recuerdo fue la de Luis Ahumada sentado en el banco chileno, apoyando a Héctor “Choro” Robles, quien envuelto entre sus instrucciones vacías y decisiones con escasa sapiencia futbolística (amén de sus diálogos de “alto vuelo” con ese otro “gran estratego”, Eduardo “Lalo” Azargado), demostró desde el arranque del torneo una absoluta falta de liderazgo y de conocimientos para el cargo.
Muchos dicen que Ahumada siempre estuvo en el banco. Otros, que sólo se ubicó allí cuando el barco de Robles comenzaba a zozobrar. Como sea, ¿por qué el jefe del área técnica de todas nuestras selecciones menores estaba instalado al borde de la cancha, con buzo e intercambiando opiniones con sus subalternos?
Antes de esbozar alguna explicación coherente, partamos por aclarar quién es Luis Ahumada, apodado “Hualo” desde su época de jugador profesional en Lota Schwager y Cobreloa. Tras retirarse, Ahumada se dedicó a trabajar con relativo éxito en las divisiones inferiores, fundamentalmente en Audax Italiano, donde formó a jugadores como Carlos Villanueva, Fabián Orellana y Matías Campos Toro.
Se trata de un hombre más bien parco, de bajo perfil y trabajo silencioso. Un buen profesional, aunque no sé si contará con las competencias para desarrollar una labor estratégica y de largo plazo como exige su nuevo cargo. Ya comenzó dando palos de ciego al pasarle la Selección Sub 20, es decir, la antesala de la Roja absoluta, a un entrenador incapaz como Robles.
¿Por qué lo hizo?
Pobre fútbol chileno
Una de las razones por la cuales nuestro fútbol no sale del subdesarrollo es por su carácter endogámico (algo que ya hemos reseñado en columnas anteriores). La endogamia está definida como “matrimonio entre personas de la misma casta, raza, comunidad o condición social”, pero también “selección de profesionales entre los mismos de la profesión o entre los que les son muy cercanos, de manera que no se permite la entrada de personas ajenas al mismo”.
Es en esta segunda acepción donde encontramos la raíz de muchos de nuestros fracasos: mientras la alta competencia exige -sobre la base de la intuición y talento innatos- estudios, liderazgo, perfeccionamiento, actualizaciones, acá todo (o casi todo) se resuelve sobre la base del amiguismo fácil y del pituto entre los pares.
Ahumada responde al perfil del autodidacto, de lenguaje limitado, incapaz de expresarse por sí solo. Y se rodea de hombres como él, de profesionales nacidos en su grupo de pertenencia, en su “raza” o “estirpe”. De los “Choro” Robles o de los “Lalo” Azargado.
El “Hualo” perpetúa, así, una costumbre tan antigua como el fútbol chileno mismo: el desarrollo de la actividad estará anclada en la misma parcela en la que nacieron, crecieron y se consolidaron Ahumada, Robles y Azargado. Un ambiente controlado, cuyas variables -sin importar su mediocridad o grado de distorsión- conocen desde siempre.
Nada de cambios. Imposible pensar en una mutación más estructural. Y esto lo avala la dirigencia máxima de la ANFP, cuyo presidente, Arturo Salah, es un importante sostenedor de este modelo.
No olvidemos que cuando se anunció la creación del Instituto Nacional del Fútbol (una excelente idea, pero que fracasó porque fue entregado al mismo segmento ya descrito), Salah desacreditó a priori la iniciativa con la ya recordada sentencia: “Ahora le daremos títulos de entrenador a marcianos…”. El actual presidente del fútbol chileno apuntaba a que sólo los ex jugadores, como él, tienen las capacidades de convertirse luego en directores técnicos.
Junto con los “marcianos”, Salah agregó a los estrategos extranjeros. Por ejemplo, su distancia con Mirko Jozic fue un hecho público, mientras el croata dirigía a Colo Colo. El tema no pasaba por algún atisbo de xenofobia, como pudiera pensarse en una primera lectura, sino en otra fobia: la que no tolera el talento ni el éxito ajenos.
De esta manera, no esperemos cambios en el corto o en el mediano plazo. Hasta el momento, ni siquiera hemos escuchado la renuncia de Robles y de su staff. Tampoco, la autocrítica que debiese venir del propio Ahumada o un, al menos, severo llamado de atención de parte de la ANFP.
En pocas palabras, no pasará nada de nada. Y así seguiremos por los siglos de los siglos…