[Opinión] Mal por Bravo, bien por la Roja

Imagen del autor

Por Jorge Castillo Pizarro
Actualizado el 15 de julio de 2016 - 2:08 am

La posible salida del capitán chileno del Barcelona puede ser vista inicialmente como un menoscabo, pero a su carrera, y a la selección también, le convendría que se revolcara de lo lindo en la más exigente Premier League, si llega al Manchester City. Puede mejorar su rendimiento actual y hasta extender su calidad por varios años más, sirviendo de transición en el pórtico chileno más allá del próximo mundial.

El segundo título continental consecutivo dejó al menos dos certezas ahora indelebles para el fútbol nacional.

La primacía de lo colectivo y una maximización de las capacidades individuales confluyeron en una unión virtuosa que ha permitido a la Roja, pese al enclenque andamiaje del resto del balompié criollo, alcanzar niveles de rendimiento impensados hasta hace una década.

Pero con oportuna razón ha surgido la duda de si la selección logrará sostener este rendimiento excepcional más allá del Mundial de Rusia 2018 (si clasifica, claro está). Ello, porque al menos una veintena de jugadores del actual plantel habrá sobrepasado entonces los 30 años, y varios más estarán frisando ese umbral.

Más preocupante es esa inevitable fatiga de material si, como lo demuestra la historia del fútbol, siempre ha sido desaconsejable abortar abruptamente procesos exitosos. No cabe aquello del borrón y cuenta nueva cuando el viento sopla a favor.

Afortunadamente, de durar los éxitos dos años más, la Roja podrá mantener su columna vertebral y armar a partir de ella al nuevo equipo que heredará una responsabilidad jamás vista antes.

¿Cuál columna? La que componen Medel, Vidal, Sánchez y Bravo. Tipos excepcionales y por sobre el resto del plantel, porque a su calidad técnica unen una fortaleza mental superior a la media histórica del futbolista chileno.

Los tres primeros estarán en la treintena y, sin lesiones mediante, es posible que mantengan un rendimiento capaz de hacer de puente de transición.

Bravo ya habrá cumplido los 35 años. Como lo han demostrado grandes arqueros de la historia del fútbol -Zoff, Buffón, en Europa, y el propio Villar en Colo Colo- es una edad todavía clemente para un portero. En buenas condiciones físicas, incluso son años ganados porque la experiencia es vital en ese puesto.

El asunto es saber si Bravo mantendrá inalterables sus condiciones que, como en la segunda final contra Argentina, prácticamente le dieron el título a la Roja al elevarse descomunalmente para desviar el cabezazo de Agüero.

La respuesta es simple: factible por donde se le mire, pero a condición de que sus cualidades continúen siendo exigidas al tope.

Y eso, en estos días, está en serio riesgo. Son rumores, es cierto, pero provienen de fuentes más que conocedoras del ethos del Barcelona. En la nueva versión del torneo hispano la titularidad sería para Ter Stegen y la suplencia, a todas luces injusta, para Bravo.

¿De ser efectivo, qué derrotero tomará el capitán nacional?

Lo peor sería que aceptase hacer banca, con lo cual mermaría su nivel que, como quedó demostrado en la primera fase de la Copa América Centenario, no es inmune a la falta de competencia.

Pero, precisamente por aquello, es casi imposible que Bravo asuma la suplencia.

Lo más probable es que busque el traspaso a otro equipo de primer nivel mundial, acorde a su condición de uno de los mejores arqueros del orbe.

Ya se habla del Manchester City como posible puerto de recalada.

Y sumando y restando, es lo mejor que le podría ocurrir. Incluso más que la posibilidad de seguir como titular en Barcelona.

Porque, como cualquiera lo habrá entendido siguiendo a la liga BBVA por televisión, a los catalanes le llegan poco, muy poco, salvo en los partidos con el Real Madrid y el Atlético Madrid.

La virtud de Bravo ha sido ganarse la titularidad gracias a su seguridad, juego de pies e intervenciones acertadas cuando rara vez es exigido a fondo. Pero posiblemente incluso ahora, a sus 33 años, ya necesite de más acción para mantener intactas sus condiciones. Y no la tendrá en un torneo tan desigual como el español.

Al revés, la Premier League es puro fuego. Fútbol ofensivo, inclaudicable y, por sobre todo, parejo. Son raras las goleadas porque a los grandes les cuesta mucho superar a los chicos. Los ataques van y vienen, las ocasiones de gol también. Los resultados suelen ser impredecibles hasta el último minuto.

Allá sí que los arqueros pelan el ajo. Un dato decidor: los habituales arqueros de la selección inglesa provienen de los equipos más zarandeados, porque están habituados a aporrearse de lo lindo ante los disparos de los astros que hacen nata en los equipos grandes, como los dos Manchester, Chelsea, Liverpool, Tottenham Hotspur y Arsenal.

En todo el proceso de la reciente Eurocopa, incluyendo las clasificatorias, el único guardameta sacado de un grande fue Joe Hart, del Manchester City.

El resto pertenece a elencos menores. Como Fraser Forster (Southampton) y Tom Heaton (Burnley, de la segunda división inglesa), que secundaron a Hart en el torneo jugado en Francia. Pero en igual condición están los otros habituales nominados Ben Forster (West Bromwich Albion), Jack Buttland (Stoke City), John Ruddy (Norwich City) y Robert Green (Queens Park Rangers).

Jugando en la Premier League, Bravo estará obligado a exigirse todo el partido y no sólo a mantenerse concentrado para no cometer errores por falta de acción, como ocurre hoy.

Mantener esa obligación al tope será su mejor garantía.

A veces hay que perder primero para poder vencer en la hora decisiva.

Y para Chile, ese momento llegará en dos años más, cuando el fuego de su generación dorada empiece a enfriarse y se necesite de la sabiduría y categoría de sus héroes máximos para sostener a los que vendrán pujando para mantener a la Roja en este sitial que nunca quisiéramos dejar.