[Opinión] El campeón de las mentiras

- El 17 de junio, la justicia de Estados Unidos dictará sentencia por los delitos de Sergio Jadue. No serán 22 años en la celda como establece la ley, probablemente, porque ha cantado mucho y bien. Pero pelada no se la va a llevar.
“Jamás en mi vida he cometido alguna ilegalidad”, sostuvo frente al racimo de micrófonos el por entonces líder de la derecha, Jovino Novoa. Y ya se sabe: no está en la cárcel porque las leyes chilenas son muy blandas con los defraudadores y porque recurrió al juicio abreviado, que acorta más las penas.
“Soy inocente”, proclamó con tono conmovido el ex presidente de la UDI, precandidato presidencial y gurú de ese partido, Pablo Longuerira. Y ahí está: arrinconado contras las cuerdas tratando de explicar que fueron legítimos los 730 millones que recibió de Soquimich para sus campañas y sus bolsillos.
“No me pueden acusar de cohecho”, ha reclamado Jaime Orpis, otro connotado senador de la República, también de la UDI. Y nadie se explica cómo le puede cambiar el nombre a un acto que consiste en pagar un sueldo por nada, como hizo Corpesca justo cuando se trataba en el Parlamento una situación que afectaba o beneficiaba directamente a esa empresa.
«¡Son tantos los mentirosos en Chile! ‘No hice nada’, afirman reiteradamente los que van subiendo al furgón policial después de ser sorprendidos in fraganti. ‘Me enteré por los diarios…’ (mejor no sigo)».
“Nunca recurrí a boletas falsas para reunir fondos de campaña”, sostuvo Carlos Ominami, figura consular del socialismo, acusado de boletear para Soquimich por trabajos que no efectuó. Y también estaría acariciando barrotes si el Servicio de Impuestos Internos no hubiera sido tan generoso con él y postergara la demanda hasta que el delito prescribiera.
“El avión formaba parte del contrato que hice con una empresa brasileña de publicidad”, sigue diciendo Marco Enríquez-Ominami, el delfín de la izquierda revolucionaria y anticapitalista, después de hacer tratos con el yerno de Pinochet. Todavía no se sabe por qué le cobró tan barato una empresa extranjera por viajes que costaban cientos de millones.
“Juro por mis hijos que me hirió la bengala y yo no tuve nada que ver”, escribió el arquero Roberto Rojas cuando fue citado por la FIFA y adujo estrés postraumático para postergar su viaje a Suiza. No pasó mucho tiempo antes de que un buen turro de billetes lo convenciera para contar la verdad: “Sí, yo me corté”.
¡Son tantos los mentirosos en Chile! “No hice nada”, afirman reiteradamente los que van subiendo al furgón policial después de ser sorprendidos in fraganti. “Me enteré por los diarios…” (mejor no sigo).
“Si alguien ha cometido una irregularidad, lo que tiene que hacer es reconocerlo y dar un paso al costado. Yo no hice nada malo, así es que no tengo motivos ni razón para hacerlo”, dijo con los ojos saltones Sergio Jadue cuando comenzaron ser sospechosos sus frecuentes viajes al extranjero y se pensaba en su posible renuncia. “Es un cahuín típico chileno, lamentable, inventado por un dirigente de un club de alta convocatoria”, agregó, y no respondió más preguntas.
Al poco rato ya había renunciado. Y poquito después, viajaba a Estados Unidos “a pasar mis vacaciones con mi familia”. En realidad iba a confesar sus delitos y a soplonear a otros, intentando que después le rebajaran la pena 22 años de cárcel que contempla la ley norteamericana -¡qué ejemplo nos da!- para este tipo de delincuentes.
Para los primeros y para los últimos, casi siempre llega la hora.
El 17 de junio, la justicia de Estados Unidos dictará sentencia. No serán 22 años en la celda, probablemente, porque ha cantado mucho y bien. Pero pelada no se la va a llevar.
Frente a Raymond J. Dearie, un juez que actuó con él de manera muy paternal, pero que tiene fama de duro, Sergio Jadue reconoció haberse coludido con otros. Y que aceptó sobornos para favorecer a la empresa Datisa-Wetemach en la adjudicación de derechos televisivos en los torneos internacionales más importantes del continente. En su caso, alcanzó a recibir 2,2 millones de dólares, que quedaron en cuentas centro y norteamericanas.
«Pero falta la segunda patita de esta cueca: qué pasará cuando cumpla la condena, porque acá lo deberían estar esperando para que devuelva lo que robó en la Asociación Nacional de Fútbol Profesional y en el Comité de Copa América».
Reconoció literalmente que participó en una organización criminal y respondió con nota siete la pregunta sobre qué es una conspiración. “Un acuerdo con varias personas para cometer un crimen”, dijo. Y el juez lo dejó temblando: “Correcto. El crimen es el acuerdo”, le replicó.
Por lo tanto, no hay duda de que será condenado. Pero falta la segunda patita de esta cueca: qué pasará cuando cumpla la condena, porque acá lo deberían estar esperando para que devuelva lo que robó en la Asociación Nacional de Fútbol Profesional y en el Comité de Copa América.
Y a propósito de eso, sus cómplices ya deberían estar poniéndose nerviosos, porque les puede llegar antes.
La tercera patita, en todo caso, capaz que no se baile. Es la que se refiere a los integrantes del Consejo de Clubes, que miraron impávidamente cómo actuaba el presidente de la ANFP y, contentos con las prebendas, le decían que sí a todo. En este lote deberían estar también los que recibieron dinero por realizar una auditoría que concluyó con la opinión terminante de Jaime Estévez: “Jadue puso a nuestra disposición sus cuentas y las de la sociedad que tiene con su señora, las cuales están ordenadas y claras”.
El ex presidente de Cruzados todavía no devuelve el carnet de dirigente, como sugirió en su momento Harols Mayne-Nicholls. Y los presidentes de los clubes miran el suelo como diciendo “yo no fui”.
O sea, más mentirosos para la lista.