[Opinión] Con fecha de vencimiento
Dentro de pocos días arrancará la Copa Libertadores para los equipos chilenos: el 31 de enero jugará Unión Española frente al Atlé- tico Cerro, de Uruguay, y 24 horas después saltará a la cancha Colo Colo para medirse ante Botafogo. Así, a priori, se ve más alentador el panorama para el cuadro hispano, pues los albos no sólo enfrentarán a uno de los equipos más potentes de Brasil, sino que lo harán en clara desventaja teórica: los cariocas contrataron nada menos que a nueve jugadores para afrontar esta competencia, incluyendo al ex volante de Universidad de Chile Walter Montillo.
Semanas más tarde ingresarán al ruedo Universidad Católica y Deportes Iquique, ambos ya en fase de grupos, lo que significa que cruzados y nortinos actuarán en, a lo menos, seis partidos. Un escenario más extenuante que la fase de “llaves”, pero que representa una interesante perspectiva económica (un millón de dólares, aproximadamente, sólo por participar en esta etapa de la Copa).
Esa cifra, más recaudaciones y una buena esponsorización es una perspectiva muy seductora para proyectar un trabajo serio, con refuerzos a la altura de este desafío y la enorme recompensa que significa trascender a nivel internacional.
Todo esto, insisto, aún en el plano de las hipótesis y de los cálculos. En la edad de las apuestas, de las posibles tendencias que marcarán el derrotero del torneo más apasionante e importante de este lado del mundo.
La cruda realidad
Cuando solemos hacer proyecciones, claramente dejamos de lado los prejuicios y centramos el análisis en antecedentes duros y en el acervo que manejamos luego de ver fútbol durante tantos años.
Y en este juego de cálculos y de realidades posibles, el resultado no resulta muy alentador: los cuatro representantes chilenos no sólo asoman como clubes prescindibles, sino -lo que es peor- con notoria inclinación al suicidio.
Me explico: la Libertadores representa el pináculo de las exigencias para los clubes sudamericanos. No es una competencia como otra. Arrastra una potente tradición, una historia rica en partidos y definiciones épicas; no sólo se impone quien juega mejor: gana quien suma temperamento y madurez a su jerarquía futbolística. En resumen, es una copa de verdad. Y hay que afrontarla mirando de frente su importancia.
Veamos qué han hecho nuestros equipos en la antesala de una nueva versión del torneo.
– Universidad Católica: los cruzados parecen estar mejor preparados que el resto de los cuadros chilenos, simplemente porque ganó los dos campeonatos de la temporada 2016. Esto, por sí solo, le da ventajas sobre el resto, aunque… ¿este registro es de verdad relevante a nivel internacional?
La respuesta es no, pues la realidad futbolística nacional es pobre. Por momentos, para llorar a gritos. Por eso la UC fue eliminada por los bolivianos del Real Potosí en la anterior Copa Sudamericana. Ahora, con el “Tanque” Silva como único refuerzo (corta: el uruguayo se cansará de hacer goles en Chile, pero no estaría tan optimista respecto de la Libertadores), Mario Salas quiere posicionarse en las grandes ligas.
Pero los cruzados carecen de un gran arquero y de centrales que garanticen el éxito en este nivel, si bien de mediocampo hacia arriba las alternativas son interesantes…
– Deportes Iquique: llegaron Nicolás Peñailillo (ex Everton), Eduardo Farías (ex Magallanes) y el punta argentino Diego Bielkiewickz, proveniente del Defensores de Belgrano de la Tercera División de allá, o sea, de un equipo que no existe.
Así las cosas, Jaime Vera irá tras una “actuación decorosa” en una serie con Gremio, Guaraní y Deportivo Zamora. ¿Podremos exigirle más a un equipo ordenado, sin grandes individualidades (exceptuando Villalobos y Riquero) y que se “refuerza” con nombres como los ya descritos?
– Colo Colo: reflotó a un jugador que parecía retirado (Mark González) y a otro que tenía el pase en su poder, tras jugar en la liga estadounidense (Pedro Morales). Perdió a Martín Rodríguez y está a punto de que le pase lo mismo con Claudio Baeza. Tal vez fichará a un tercer jugador.
Nadie lo sabe, ni siquiera Pablo Guede. Al menos, los albos tienen jugadores de categoría internacional (Villar, Barroso, Valdés, Paredes) por lo que abrigan algo de esperanzas. Pero el primer obstáculo, Botafogo, no permitirá el más mínimo error o distracción.
– Unión Española: con Sebastián Jaime y Fernando Meneses como “flamantes incorporaciones” es difícil mostrar optimismo. De hecho, uno de los dos irá a la banca, dado el cambio de esquema en el equipo de Martín Palermo (pasó a 4-4-2).
Ambos, además, eran reservas en sus respectivos equipos, ergo la vida de los hispanos en la Copa se presume corta, independientemente de los rivales de turno. Este somero análisis nos sitúa en las verdaderas coordenadas de los equipos chilenos: campeones o animadores en una competencia de quinta categoría como la nuestra, con muy pocos pesos para contratar figuras de altos quilates futbolísticos, todo suena -una vez más una apuesta sin grandes convicciones. A participar sin competir. A sufrir inmolaciones incluso a domicilio, a convertirse en yogures u otros alimentos perecibles, con pronta fecha de vencimiento…