[Opinión] Apuntes sobre Bonvallet (I parte)
Muchas veces me han preguntado por qué no escribo un libro sobre Eduardo Bonvallet, dado que trabajé cuatro años con él y sostuvimos una relación que traspasó claramente el mundo laboral. Sencillamente porque no es el momento. Tal vez más adelante o quizás nunca. Punto. Me sorprende, sí, la patudez de algunos que en vida lo evitaban o criticaban ácidamente, y hoy se alzan casi como sus biógrafos. Oportunismo puro y de la peor clase.
Ahora, que se cumple un año de su partida, me atrevo a balbucear algunos párrafos acerca de elementos tal vez no muy conocidos por la opinión pública y que ayudarán a entender mejor su compleja personalidad y las motivaciones que lo impulsaron a enarbolar un discurso que tuvo una virtud desde que tomó el micrófono: gustase o no, jamás dejó indiferente a nadie…
• ¿Cuál fue su posición política?
Eduardo estuvo marcado mediáticamente por la entrevista que le realizó a Pinochet en 1997 (Red TV). Para muchos fue una auténtica sesión de relaciones públicas para el dictador, pese a que le preguntó sobre la situación de los presos políticos. Con la perspectiva de los años y sin dejar de considerar a Pinochet como el peor gobernante en la historia reciente de nuestro país, creo que los juicios contra Eduardo fueron exagerados.
No por la calidad de sus preguntas- efectivamente, hechas a la medida del entrevistado-, sino por el contexto: al primer asomo de incomodidad de Pinochet, todo se iba un ratito largo… Recuerdo que Eduardo nunca se enorgulleció por ese material desde un punto de vista del contenido, pero sí porque pudo hacer lo que muchos periodistas chilenos y sobre todo extranjeros no pudieron: un diálogo cara a cara con el sátrapa.
Si vamos al tema ideológico, Bonvallet fue un furioso anticomunista y, por extensión, antiizquierdista. Empero, votó que NO para el plebiscito del ‘89, y apoyó en las urnas a Patricio Aylwin y Eduardo Frei Ruiz-Tagle, antes de retirarle su respaldo a la Concertación. Durante sus últimos años y, enfrentado como millones de chilenos a tantos actos de corrupción y al deterioro valórico de nuestra sociedad, se sintió profundamente decepcionado, al punto de que una noche me confesó: “Si hubiese un levantamiento popular en contra de este sistema, lo apoyaría de inmediato…”
• ¿Cómo asumió sus enfermedades?
En la última edición de la Revista del Sábado de El Mercurio, su viuda, María Victoria Laymuns, habló sobre la bipolaridad que padecía Eduardo. Reconozco que me enteré de esa situación después de su muerte, porque -al menos en nuestras conversaciones más íntimas- nunca abordó el tema. Siempre bromeamos con eso de “tómate la pastilla”, pero no imaginé que la frase tenía resonancias más internas (Bonvallet debía consumir una dosis diaria de Valcote, algo que dejó de cumplir paulatinamente).
Respecto del cáncer, estuve con él en la clínica antes de su intervención quirúrgica: no manifestó temor, pero sí preocupación por sus hijos. “¿Qué será de ellos si me voy?”, repitió más de una vez. Luego, ya en franca rehabilitación, aunque en pleno período de las torturantes quimioterapias, hablaba del “tigre” (por el cáncer) , de cómo soportaba ese invasivo tratamiento, pero también sobre su futuro…
• ¿El suicidio?
Lo conversamos no una, sino muchas veces. Noches de recuerdos y de cigarrillos interminables; de historias distorsionadas por la fragilidad de la memoria y por el parpadeo discursivo a esas horas de la madrugada; también, por piadosos mecanismos inconscientes, que transformaban esas imágenes en hechos distantes y borrosos. Ambos conocíamos bien el tema.
Sin embargo, jamás pensé o intuí que Eduardo lo tomaría como una opción. Aquel 18 de septiembre de 2015 (¡qué fecha más simbólica para él!), cuando supe lo del Hotel Los Nogales, tardé mucho en asimilar la noticia. Quizás todavía la proceso. Como sea, nunca emitiré un juicio de valor al respecto, sólo me pregunto qué energía envolvió al “Bonva” cuando se dejó caer hacia el silencio perpetuo.
Este texto también lo puedes leer en la última edición del periódico Cambio 21.