Nuestra liga se transformó en “competitiva” gracias a la grosera mediocridad de los grandes

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Por Eduardo Bruna
Actualizado el 21 de mayo de 2023 - 10:00 pm

En lugar de nivelar hacia arriba, seguimos haciéndolo hacia abajo. El resultado es que, si en los últimos tiempos el campeón no era el mejor, sino el menos malo, esa malsana tendencia tiende ahora a agudizarse.

Por EDUARDO BRUNA / Foto: PHOTOSPORT

Fue, en cierta medida, un resumen de lo que ha sido el campeonato. Cobresal y Unión Española se quedaron en blanco en El Salvador como se está quedando en blanco, reiteradamente, nuestro fútbol casero. Cumplido medio torneo, los líderes -Huachipato y el cuadro minero-, no asoman como los mejores, sino que como los menos malos de una competencia cada vez más chata, cada vez más mediocre y ramplona.

Digamos, de partida, que los punteros apenas suman 28 puntos de los que hasta aquí han disputado. Tiene, sin embargo, Huachipato, la posibilidad de mejorar sus números, toda vez que es, junto a Magallanes, el único equipo que todavía tiene un duelo pendiente que, de ganar, como indica la lógica, le significaría transitar parte del receso como líder en solitario.

Las Universidades sólo deberán reanudar un partido interrumpido cuando se jugaba apenas media hora de juego y el marcador estaba en blanco, pero sea cual sea el resultado que se registre, el 28 de junio en un escenario todavía indeterminado, ni cruzados ni azules tienen opción de encaramarse en lo más alto de la tabla.

Al menos todavía.

Tan pobre ha resultado este campeonato que tiene todas las trazas de la Premier League, pero al revés. Si el fútbol inglés resulta tan atractivo es porque, aparte de la velocidad y el ritmo, en una tarde inspirada cualquiera le gana a cualquiera. En otras palabras, existen cuando menos seis o siete equipos, más la sorpresa que nunca falta, que más que participar, compiten. Y de verdad. Mientras en España se sabe que la corona será para el Real Madrid o el Barcelona, que en Alemania el Bayern es candidato fijo, que en Francia nadie se llenará de plata apostándole al PSG, y que en Italia sólo un Napoli inspirado puede romper la hegemonía de los tres grandes, en Inglaterra es imposible intentar ser adivino. 

La razón es obvia: se trata de la liga más atractiva y competitiva del mundo.

En el fútbol nuestro estamos teniendo eso, pero no porque contemos con buenos equipos. Cualquiera le gana a cualquiera porque los de arriba nivelan hacia abajo y no al revés, como debiera ser. Es decir, salvo esas excepciones que confirman la regla, los chicos son incapaces de dar un salto de calidad y todo transcurre en medio de la más mediocre de las lógicas.

Los denominados “grandes” son la mayor prueba de esta chatura, aunque con Universidad de Chile hay que tener ciertas consideraciones. Un cuadro que en todas las últimas temporadas estuvo en riesgo de perder la categoría, difícilmente será candidato de la noche a la mañana. En otras palabras, la sexta ubicación que en este momento exhibe el cuadro de Pellegrino puede que no dé para hacerse grandes ilusiones, pero al menos aleja un fantasma que todos estos años estuvo rondando por el CDA.

Colo Colo y Universidad Católica, por contraste, no pueden sino calificarse como fiascos. Como rotundos fiascos. Y es que esa mediocridad grosera que hasta el momento han evidenciado es la razón de que estén como segundones de elencos con mucho menos recursos y con mucha menos historia. Ni Huachipato, Cobresal o Coquimbo, cuentan con los nombres de que disponen albos y cruzados. Y ojo, que decimos “nombres” en lugar de jugadores simplemente porque, hasta aquí, es bien poco lo que han jugado.

Universidad Católica está cumpliendo un torneo discreto y, lo que es peor, balbuceante. Cuando parece que el técnico Holan dio por fin en el clavo y encontró el equipo, he aquí que a la fecha siguiente vuelven a asomar las dudas y las debilidades. Y es grave, porque pieza por pieza, no cabe dudas, Universidad Católica tiene teóricamente al menos, el mejor plantel del fútbol chileno.

Lo de Colo Colo es todavía peor. Y es que, más allá de derrotas inesperadas y resultados discretos, el equipo desarrolla un fútbol que es todo un espanto. Está bien: el Cacique perdió dos o tres jugadores fundamentales, y por ahí hasta se le fugó uno con malas artes; pero nada justifica que del campeón del año pasado sólo queden jirones. Simplemente, los regentes de Blanco y Negro, que de fútbol saben tanto como yo de astrofísica, escatimaron hasta el último peso a la hora de traer jugadores porque, claro, hay que intentar engordar las arcas y repartirles dividendos a los accionistas.

Dicho claramente, compraron o se consiguieron jugadores baratitos que, para colmo de males, a sus discretas condiciones futbolísticas sumaron una salud miserable. El resultado es que, prácticamente, no hay ninguno de los nuevos que no haya estado forzosamente en la enfermería, y los que algo han jugado se han mostrado como unos vulgares troncos.

El resultado es que el cuadro de Quinteros es de lo peorcito que se ha visto en mucho tiempo.

Se supone que, conscientes de esta mediocridad que asusta y preocupa, los directorios de los cruzados y los albos tendrán que aprovechar este receso y fortalecer equipos que, hasta aquí, no dan el ancho y están lejos, pero lejísimo, de responder a las expectativas.

El problema es que, mientras la UC deja la impresión de que con uno que otro retoque aparecerá el fútbol esperado, en el Cacique el asunto es mucho más dramático. Los números están ahí para reafirmarlo. Colo Colo sólo ha sumado, hasta aquí, prácticamente la mitad de los puntos que ha disputado, y ha perdido ya cuatro partidos, en circunstancias que en todo el torneo pasado sólo fue derrotado en tres. Los demás números, además, agravan el panorama: sólo ha anotado 20 goles y le han convertido 18.

Dicho con toda claridad: defensivamente es un flan y atacando (o intentando atacar), es la impotencia misma.

Si a los regentes azules no se les abre el apetito y perseveran, si Universidad Católica y Colo Colo no dan un golpe de timón y rompen la alcancía, van a ver lánguidamente como aquello de “candidato” termina diluyéndose, y cualquiera de aquellos que hasta ahora han sido menos malos que ellos van a ser calificados a fin de año como “el equipo sorpresa”.