“Nací en Antofagasta, pero pese a todo, jamás he perdido la fe…”
Marcelo Cheloi, periodista y colaborador de El Agora, cuenta los motivos para seguir siendo hincha “Puma”. Desencantado del equipo, pero más todavía de quienes rigen los destinos de la institución, mantiene la ilusión de ver algún día a su cuadro campeón y participante de la Copa Libertadores.
En un nuevo aniversario Puma no tenía ganas de compartir absolutamente nada. Menos saludar a los muertos que hoy tienen al club hecho mierda ante los ojos de un plantel que, salvo honrosas excepciones, no calienta a nadie. Y para la gente menos hay cariño. Me tienen podrido con el verso popular de barra brava al pedo besándose el escudo, vociferando lo grande que es su corazón por ser simples seguidores de un equipo perdedor que sigue en esa misma senda desde que Jorge Sánchez y su séquito de sirvientes se apoderaron del club tras una compra/venta que la justicia chilena deberá resolver próximamente. Pero si Marco Sotomayor te sorprende con una solicitud para colaborar, es imposible rehusarse a por lo menos intentar expresar mis sentimientos con un par de historias.
Lo primero es que, considerando mi edad, todo lo que he visto de Club Deportes Antofagasta, salvo un par de temporadas esporádicas, ha sido FRACASO. He visto perder a mi equipo más veces de lo que he visto ganar a cualquier otro, llámese fútbol chileno, selección o ligas del mundo. Y un poco eso fue lo que me impregnó mi viejo en cada ida la cancha cuando era chico. La frase “vamos a apoyar” era más común en él que el esperable “vamos a ganar”, o “vamos a ver buen fútbol”. Toda mi infancia y adolescencia escuché innumerables puteadas a jugadores que yo, por lo menos, no me explico cómo llegaron a profesionales. Así fui creciendo y desarrollando mi paladar, uno extremadamente fino e intolerante ante la miseria del deporte más popular del planeta: sus propios protagonistas. Porque hay poca gente tan desagradable como los futbolistas que sólo por jugar creen que están cercanos a una altura de semidioses. Pobrecitos. No todos, pero el 90% son unos petulantes sin títulos, porque los de la “B” no cuentan. Seamos serios.
Un día, sencillamente, el fútbol dejó de importarme. El club pasó a ser una memoria, más que todo porque me hizo compartir con mi viejo momentos únicos, pero no celebrando, sino que simplemente por el hecho de unirnos en algo. Eso ocurrió durante la transición a la S.A. Me perdí de muchas cosas por omitir en mi cerebro que me traía pura amargura. Ser hincha de un equipo a veces tan, pero tan de mierda, no es fácil. No se lo deseo a nadie. Y es que no es fácil vivir en una ciudad que se esconde tras un televisor un día de partido, pero que se dice ser tan futbolera. Cosas que pasan en Chile solamente. Todo esto ocurriendo en un tiempo y espacio donde yo había decidido ser periodistas y una cosa llevó la otra. Fue lo más parecido a la atracción de un imán con metal. Mi poder de investigación y el camino del club se iban a encontrar en algún momento. Así fue, y así estamos. Tras tres años de haber fundado el Medio de Prensa más innovador en la historia de la ciudad; trabajando de forma voluntaria, enseñando cómo es la cobertura de un equipo grande, todo sigue igual o peor. El club no sólo pertenece a un tipo nefasto en el papel, sino que la gente que dice tener amor por la institución duerme la siesta mientras son incapaces de entender que simplemente basta con una movilización para empezar a desterrar a Jorge Sánchez y Víctor Oyarzún de la ciudad, ojalá seguidos de Manuel Donoso y Juan Pablo Morales, y detrás Candy Heredia. Todo el equipo de trabajo que obedece las órdenes del socio de Felipe Muñoz, un cáncer en forma de humano que intenta apoderarse del fútbol chileno para ponerle una bala en el corazón y liquidarlo para siempre.
Yo no celebro nada hoy. Me gustaría, sí, poder hacerlo el día que en una elección democrática podamos elegir a un nuevo presidente y un directorio competente y honesto, que no se deje tentar por los dineros calientes que siempre rondan en los clubes. Y algún día me gustaría poder financiar una auditoría a toda esta gente. Para ver si está tan limpios como dicen. Sueños nada más. Deseos de cumpleaños cuando uno le toca apagar las velas. Si tuviera una torta en frente mío, eso pediría. Así que, respondiendo a la pregunta noble de ¿por qué soy hincha de Club Deportes Antofagasta? La respuesta es: porque soy antofagastino y porque mi padre me sugirió empaparme de eso. De “ser” y no “parecer”. Ahora, ¿por diría que sigo siendo hincha? Pues no tengo idea. Seguramente porque estoy tan loco como para seguir creyendo que algún día podré ver a los Pumas gritando CAMPEÓN y jugar Fase de Grupos en Copa Libertadores de América.
Tan sencillo como eso.