Mosa & Guede Inc (Incompetentes)
Muchos son los pecados atribuidos a las sociedades anónimas deportivas, pero hay uno que suele pasar colado: su incapacidad hasta ahora para generar proyectos de largo plazo.
Ello ha sido particularmente claro en el club más poderoso de Chile y también en el que le sigue.
Tal vez no haya modo de librarse de ese estigma y no quede otra que asumirlo como un defecto genético de estas sociedades: el que tiene más acciones manda, el resto acata esperando a hacerse del poder para decidir según sus criterios. Cero voluntades para aunar criterios que estimulen estrategias comunes. Cada cual piensa en cómo sacar la mejor tajada. Cuidar sus pesos y no hacer honor a la historia o darle la alegría de los hinchas encabeza la tabla de sus sesiones de directorio.
Tanto en Colo Colo como en Universidad de Chile así ha ocurrido desde que Blanco&Negro y Azul Azul tomaron el mando hace más de una década.
Ese mal es más patente en los albos. Al menos, en la vereda del frente fueron capaces de construir un complejo deportivo de lujo que, en todo caso, todavía adeuda su promesa de ser una usina fabricante de jugadores de real nivel.
En Macul, en cambio, la incumplida promesa de mejorar sustantivamente el Monumental se yergue como un ejemplo de la incapacidad de B&N para convertir por fin al club en un grande de verdad en el continente.
Ahora que han vuelto los días difíciles por esos lares vale la pena detenerse en la última tontería del mandamás de turno, en este caso, Aníbal Mosa.
¿Es imaginable pensar que Real Madrid, Barcelona, Bayern Münich o cualquier otro gigante mundial le pida al entrenador de su primer equipo diseñar el proyecto que los llevará a la gloria en los próximos lustros o décadas? Ni en las cómicas.
Pero Mosa lo imaginó así.
Al revés de la sana lógica, optó por transformar a Pablo Guede en algo más que un entrenador obligado a ganar títulos. Le dio manga ancha para hacer y deshacer. Lo proyectó como el gurú de la resurrección institucional alba.
Y Guede se la tomó en serio. Despidió a Julio Rodríguez, el preparador de arqueros que formó a Claudio Bravo y Eduardo Lobos; hizo lo mismo con varios entrenadores de Cadetes, entre ellos a Rodolfo Madrid, que alcanzó a estar poco más de un año en su puesto; trajo en su reemplazo a un amigo suyo de currículo al menos discutible; creó una sub 19 con chicos menores y arrasó con la categoría 1998, una de las más ganadoras de los últimos años, y a la que le correspondía en rigor copar esa serie.
Como no ha transcurrido el tiempo suficiente, no sabemos si sus decisiones fueron acertadas o no. Lo que sí sabemos es que sus planes refundacionales pueden quedar en nada por detalles como que su arquero corte mal un tiro de esquina, el balón rebote en un rival y se convierta en un gol terrorífico.
Sí, claro, ya Mosa se apresuró en respaldarlo y ahora sabemos también que Guede está asegurado en la banca hasta la mitad del próximo año. Ergo, el proyecto refundacional puede sobrevivir hasta esa fecha.
No más que eso. Porque Mosa ya advirtió que si Guede vuelve a fracasar él mismo puede dar un paso al costado.
En otras palabras, toda la grandilocuencia puede irse por la alcantarilla porque el timón quedó en manos de un entrenador fracasado.
¿En qué quedará entonces el supuestamente bienintencionado y serio acuerdo con el Club Social y Deportivo de venderle sus acciones para que el club vuelva a manos de sus hinchas?
Posiblemente en nada. Porque aunque no sabemos de qué modo Mosa cedería el poder, lo único claro es que seguramente quedará en manos de sus socios y rivales en B&N. Estos, como ha ocurrido desde 2005 en adelante, traerán su propia receta para supuestamente devolverle la grandeza a un club extraviado por la incompetencia de empresarios que están caros para organizar un partido de solteros y casados.
Si alguna vez Vargas Llosa hizo que uno de sus personajes se preguntara en qué momento se había jodido Perú, al menos al pueblo albo le queda el consuelo de saber con certeza cuando le ocurrió lo mismo a Colo Colo.