Michael Fox: “No mueres de Parkinson, mueres con Parkinson”
El recién estrenado documental “Still” repasa la vida del actor afectado hace décadas por la enfermedad.
Por ANDRÉS ALBURQURQUE / Fotos: ARCHIVO Y Apple TV
Al principio del documental “Still: la película de Michael J. Fox”, se ve al actor ganador de un Emmy, un Globo de Oro y un Grammy intentando caminar por una calle. A pesar de que su equilibrio está gravemente afectado por el Parkinson, la enfermedad neurodegenerativa que lo acompaña hace más de tres décadas y que lo obligó a dejar lo que tanto amaba, Fox se lanza enérgicamente a la tarea, avanzando con paso tambaleante.
A su espalda, un ayudante que también es entrenador de movimiento, le recuerda suavemente que reduzca la velocidad y ajuste el paso. Una admiradora, una mujer con mascarilla, pasa a su lado y le saluda; cuando Fox se gira para saludarla, se queda atrapado entre sus propias piernas y se cae. La admiradora le pregunta si se encuentra bien, y Fox suelta el chiste: “Me hiciste perder el equilibrio”.
Ese es el tipo de drama íntimo que teje los mejores momentos de “Still” (“Todavía”), que es el retrato de un artista con talento y muy admirado que sigue luchando, incluso cuando el Parkinson le arrebata poco a poco muchas de las cosas que más valora.
A veces es una película vistosa, en la que se mezclan imágenes recreadas y fragmentos de la amplia obra televisiva y cinematográfica de Fox para recrear momentos clave de la vida del actor que se hizo famoso por la trilogía de “Volver al Futuro”.
Comienza en 1990, cuando Fox se da cuenta de que tenía un temblor en el dedo meñique que no podía controlar. En esa escena, el director Davis Guggenheim mezcla imágenes de un doble en la cama de un hotel que se agarra la mano con fragmentos de escenas de lucha de otras películas de Fox para construir un montaje que muestra los sentimientos que inundaban al actor mientras observaba ese dedo que parecía tener mente propia.
A pesar de ser uno de los actores de moda de Hollywood en esa época, Fox dice que se “encontraba en un baño ácido de miedo e inseguridad profesional. El temblor era un mensaje del futuro”.
Luego la cinta cuenta la biografía de una estrella de Hollywood: nacido y criado en Edmonton, Canadá, Fox dejó el instituto y se trasladó a Los Ángeles en la adolescencia para dedicarse a la interpretación. Como parecía joven para su edad, podía interpretar de forma creíble a niños de 12 años y apareció en una serie de programas de televisión mediocres por un sueldo bajo.
Justo cuando estaba a punto de tirar la toalla y volver a Canadá, consiguió el papel que lanzaría su carrera: el del joven conservador Alex P. Keaton en la popular serie de televisión “Lazos de Familia”. Allí conoció a Tracy Pollan, con quien se casó en 1988 y tienen cuatro hijos.
Fox recuerda de esos años que debió luchar contra el alcoholismo, y que sus “dos primeros años de sobriedad fueron como una pelea de cuchillos en un armario. No me enfrentaba a las cosas”.
En 1990, durante la filmación de la película “Doc Hollywood”, presentó los primeros síntomas del Parkinson y comenzó a beber más que antes, aunque al año siguiente dejó de beber por completo.
“No podía estar quieto en mi vida. No podía estar presente en mi vida. Hasta que encontré esta cosa (el Parkinson) que me hizo estar presente en cada momento de mi vida. Me despertó”, admite.
Ahora, que la enfermedad avanza cada día, reflexiona: “Cada día se hace más duro. No mueres de Parkinson, mueres con Parkinson… Y he estado pensando en la mortalidad”.
A los 61 años, Fox asegura haber perdido parte de su libertad: “Tengo ayudantes a mi alrededor la mayor parte del tiempo, en caso de que me caiga, y es difícil lidiar con esa falta de privacidad e independencia”.
Añade que “perdí a familiares, perdí a mi perro, perdí la libertad, perdí la salud. Dudo en usar el término ‘depresión’, porque no estoy calificado para diagnosticarme a mí mismo, pero todos los signos están ahí”.
Pese a todo, asegura que todavía está “feliz de unirme al día y ser parte de las cosas. Simplemente disfruto los pequeños problemas matemáticos de la existencia. Me encanta despertarme y resolver esas cosas y, al mismo tiempo, estar con mi familia. Lo malo es cuando me tropiezo con cosas, me caigo y rompo cosas… Creo que no voy a llegar a los 80”.