Marcelo Bielsa en Chile: el elogio de la locura
Por estos días se cumple un año más de la llegada del entrenador rosarino a nuestro país (específicamente, un 10 de agosto de 2007). Bielsa, el técnico de fútbol que más ha influido en la vida social del país.
Por Patricio Vargas
Cuando nos dijo que consideraba sus tres años y medio en Chile como un regalo de la vida, el amor no tuvo límites. “Yo aprendí a amar la vida, también estando aquí”. Un 10 de agosto de 2007 llegó a hacerse cargo de la selección de fútbol de Chile, Marcelo Alberto Bielsa Caldera. Nunca antes y nunca después, un entrenador de fútbol llegó a influir tanto en la vida social de nuestro país.
Proveniente de una familia rosarina tradicional, la abogacía es, dentro de ella, la profesión que prima: abuelo, padre y hermano mayor (actual embajador en Chile). Todos de nombre Rafael. Todos grandes abogados, pero ¿tendrán un estadio con su nombre? Marcelo se arriesgó a ser una oveja negra y siguió su pasión.
Debe ser esa idea, lo más valioso del paso de Bielsa por Chile, donde aprendió a amar la vida. Amar el fútbol en su esencia y ser capaz de abrazar esa pasión, esa por el fútbol que se juega como en el barrio. Si bien hoy Bielsa simboliza la estrategia y la planificación (la dinámica de lo impensado versus la mecánica de lo planificado), también representa el amor por la esencia del juego, de ir al ataque y preocuparse de jugar lo más lejos posible de tu arco. Logró implantar esa esencia barrial, que quizás la sacó del Estrella Azul, ese equipo que defendió de niño y que en Newell’s Old Boys de Rosario refrendó (¡Newell’s carajo!): la pasión por el conocimiento del juego, del rival, de los datos.
En cada historia que se revisa sobre Bielsa, se habla de su corta carrera como futbolista profesional. Ergo, tenía pocas aptitudes. A pesar de ello, estuvo en selecciones menores de Argentina y llegó a jugar un torneo preolímpico. Era central. Back centro, como se decía en los años 70’. Siempre me ha sorprendido esa idea de considerar de escasa calidad a algunos futbolistas que llegan a jugar poco tiempo en primera división. Nunca he conocido un tronco de pies redondos que llegue a primera. Hay que saber jugar para lograrlo.
Luego de Newell’s se fue a Instituto de Córdoba y más tarde a Argentino de Rosario. Su retiro como futbolista profesional fue temprano, a los 26 años. Quizás fue porque su pasión lo llamaba a, como dijo Eduardo Berizzo, ‘devorarse la vida’. Nunca dejó el fútbol. Fue dueño de un quiosco y estudió educación física. Su primera experiencia como director técnico la tuvo a cargo de la selección de fútbol de la Universidad de Buenos Aires. Logró un resultado épico: empataron con la reserva de Boca Juniors.
Tiempo después, trabajó con el casildense Jorge Bernardo Griffa como formador, en un proceso de búsqueda de talentos que nunca se ha detenido. Recorrió miles de kilómetros de suelo argentino buscando pepitas de oro, con la misma pasión de esos vecinos futboleros que lavan las camisetas, pagan el turno, instalan la pizarra del próximo partido en su casa y van a buscar a los niños, casa por casa, para que el domingo vayan temprano a la cancha.
Logró llegar al primer equipo de Newell’s, rápidamente salió campeón y llegó a la final de la Copa libertadores contra el Sao Paulo de Telé Santana. No pudo en los penales. De ahí a México, a hacer escuela en el Atlas y en el América. Volvió a Argentina para salir campeón con Vélez y tener luego su primera aventura en Europa. Breve estadía en el Espanyol de Barcelona. Muy breve. El paso siguiente fue la selección argentina. A la larga, una montaña rusa. La mejor eliminatoria (2000-2001), el peor mundial (2002), una final de Copa América que se fue de las manos en Lima (2004), más un oro olímpico en Atenas el mismo año.
De alguna manera, su llegada a Chile fue similar. Pero siempre nos sentimos disfrutando de esa montaña rusa. El fútbol chileno se relanzó. Recuerdo cuando luego de un partido con Eslovaquia en 2009, Claudio Bravo dijo al final del juego “yo que estoy atrás, disfruto viendo jugar al equipo”.
Mi padre jugó fútbol profesional y tengo el recuerdo de cómo siempre veía los partidos de la selección, desde la puerta de la casa, fumando un cigarrillo. Era de las pocas ocasiones en las que fumaba. Y no recuerdo haber escuchado tantos garabatos juntos contra equipos qué, según él, ‘sólo la tocaban para atrás’ cuando había que atacar, mandar la pelota al frente. Con la selección de Bielsa no pasaba eso. Para qué preocuparnos de defender atrás, si estábamos tan cerca del arco contrario. Recuerdo haberle preguntado si alguna vez había visto jugar a una selección chilena así de bien. Su respuesta fue rotunda: Nunca.
En la clasificatoria a Sudáfrica 2010, terminamos a un punto de Brasil y volvimos a un Mundial después de doce años. Recuerdo haber gritado como nunca el gol de Orellana en el estadio, en ese inolvidable partido con Argentina el 15 de octubre de 2008. Aún guardo la entrada como recuerdo.
En Sudáfrica, volvimos a ganar en una Copa del Mundo después de cincuenta y ocho años. El 0 x 3 contra Brasil fue desilusionante, pero, extrañamente, no decantó en una condena generalizada al equipo.
Pero en la vida no ocurre lo de las películas hollywoodenses. No siempre ganan los buenos. Se tuvo que ir. Porque los estraperlistas de siempre quieren todo y no conocen de principios. Pero nos dejó su pasión. Y siempre fue creíble, porque a esos dilemas de la vida que nos obligan a transar, Bielsa siempre les da pelea.
Cuando el desastre posterior al terremoto del 27 de febrero de 2010 seguía siendo notorio, planteó en una charla en la Universidad de Viña del Mar: «Yo también me habría robado un plasma ¿Qué quiere decir eso? Que, haciendo la proyección, hubiera robado…La gente entra y lo saca, no porque sean malos, sino porque han sido empujados a esa cuestión…te dicen (en la publicidad) que sos un tarado por no tener un plasma y más cuando se va a jugar un Mundial. No hay que justificar ni satanizar. Hay que tomar conciencia de implementar un cambio”.
Visitó el país el 2017 para ver a un amigo que partía, Luis María Bonini. Su club, el Lille francés, lo terminó despidiendo. Pero, ¿alguien dudó que haría lo correcto? Así lo hizo luego de irse de Chile, en el Athletic de Bilbao y en el Olympique de Marsella. Y hoy lo hace en el Leeds.
En una notable escena de la película El secreto de sus ojos -basada en la novela de Eduardo Sacheri La pregunta de sus ojos y llevada magistralmente al cine por Juan José Campanella-, Sandoval le dice a Espósito, que no puede dar con un fugitivo: “¿Te das cuenta, Benjamín? El tipo puede cambiar de todo. De cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios. Pero hay una cosa que no puede cambiar, Benjamín. No puede cambiar de pasión”.
Y eso nos dejó Bielsa.
Informe Robinson sobre Bielsa: