Columna de Sergio Gilbert: Luis Enrique o el ejemplo para pensar en Chile

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Por Sergio Gilbert
Actualizado el 9 de diciembre de 2022 - 7:30 am

Sus detractores hicieron ver que el seleccionador “nunca tuvo un plan B” o que “la tenencia de la pelota sin saber qué hacer con ella” fue el motivo del fracaso mundialista.

Por SERGIO GILBERT / Foto: ARCHIVO

Luis Enrique fue despedido como director técnico de la selección española. No es difícil entender la razón. La eliminación de elenco hispano en los cuartos de final del Mundial -ante Marruecos y por la vía de los lanzamientos penales- provocó la decisión de los dirigentes de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) quienes, además, dieron a conocer de inmediato el nombre del sucesor del ex DT de Barcelona y de la Roma: Luis de la Fuente, quien era, hasta esta fecha, seleccionador español Sub 21.

Los españoles, hay que decirlo, actuaron rápido para intentar sanar pronto sus heridas mundialistas, pero parece bien detenerse un momento es su decisión para intentar sacar alguna lección que pueda servir.

Es un hecho que la compleja y hasta enervante personalidad de Luis Enrique fue el factor principal de su despido.

El ex DT de la roja española nunca ocultó su intención de ser el centro, el referente, el líder indiscutido de la selección de su país lo que le trajo, por cierto, una serie de detractores. Muchos medios afirmaban en España que su egocentrismo le traería problemas alguna vez, pero eso siempre le resbaló a Luis Enrique quien, en su decisión más provocadora en contra de sus detractores, decidió meterse en el mundo del Twitch en pleno Mundial, para tener contacto directo con los aficionados españoles y saltarse así la interacción con la prensa.

Pero no solo eso es lo que molestaba del entrenador. Ni es lo más importante.

Luis Enrique fue acusado de fundamentalismo extremo en lo relativo a sus preferencias futbolísticas. Su adhesión al fútbol de posesión llegó a lo obsesivo lo que, a la hora del análisis total de su trabajo, fue visto como un error suicida. Sus detractores hicieron ver que el seleccionador “nunca tuvo un plan B” o que “la tenencia de la pelota sin saber qué hacer con ella” fue el motivo del fracaso mundialista. Nunca Luis Enrique intentó algo que no fuera lo ideado como base central de su propuesta. Y solo eligió jugadores que se alinearan perfecta e irremediablemente a ese esquema.

Es preciso detenerse en este punto.

Y es que esto mismo parece hoy pasar en el fútbol chileno donde el dogmatismo extremo está dominando el debate.

A partir de los éxitos conseguidos en los últimos años, se ha entendido en el medio que, como piensa Luis Enrique, hay una sola forma de ganar y que alejarse de ella es casi una herejía.

Claro, aquí el tema no es posesión. Es el juego de presión el que pareciera ser la solución y la llave única. A partir de la tremenda influencia que tuvo en el medio Marcelo Bielsa, la gran mayoría de los que opinan o ejercen cierto liderazgo en los medios, han establecido que la Selección Chilena tiene que insistir en el modelo bielsista para renacer.

El análisis, en ese sentido, es simplista. Denota harta ignorancia, más bien porque ningún esquema, sistema táctico o propuesta estratégica es inevitablemente exitoso. Como tampoco ninguno representa un fracaso de antemano.

Luis Enrique, tal como pasa en Chile, nunca se detuvo a pensar eso.

Prefirió seguir su camino, ponerse anteojeras, evitar cualquier cambio a lo que él pensaba y morir “con las botas puestas” antes que encontrar variantes y posibles salidas al callejón en el que se metió.

Así le fue.

Aprendamos.