Los Jaivas: todos juntos en esta tierra
Corría el año 2006, y en medio del auge de publicaciones sobre poesía mapuche y el surgimiento de nuevas voces para este tipo de lírica, comenzó a autogestarse un proyecto que pretendía romper todas las marcas, pero que nunca evolucionó. Una ópera rock-poética donde uno de los protagonistas y referentes principales serían Los Jaivas. Esta es la historia.
Por RODRIGO CABRILLANA / Fotos: ARCHIVO
Hoy sábado 9 de diciembre, Los Jaivas celebran 60 años con un concierto multitudinario en la Quinta Vergara de Viña del Mar, y en esas seis décadas deben ser muchas las historias en que particularmente la banda es protagonista y no están contadas en su totalidad.
Una de ellas tuvo lugar entre finales de 2006 y principios de 2007, cuando la agrupación tenía su oficina ubicada en la calle Ángel Pino, vecina a la Plaza Ñuñoa, en un tiempo en el que igualmente se encontraba bastante emergente el género de la poesía mapuche en todo tipo de ediciones y eventos literarios.
En lo personal, me encontraba en mis últimos años universitarios, tenía amplias inquietudes de tipo musicales y literarias, y con un profesor de Universidad y algunos amigos poetas nos propusimos llevar a cabo un magno proyecto que podía parecer un disparate, pero que alcanzó a tomar bastante forma antes de disolverse entre nuestros infructuosos intentos: organizar una ópera rock-poética donde se entrecruzara la obra de Los Jaivas con la de los jóvenes poetas mapuche.
Todo partió como se inician estas ideas: en medio de decenas de conversaciones en los pasillos de nuestra Universidad, comentando, imaginando, planificando, sin otro sustento que los deseos mismos que uno puede tener frente a un determinado tema. Podía parecer una idea desproporcionada, fuera de todo alcance, pero: ¿Y si reuniéramos a Los Jaivas con los poetas mapuche en un mismo escenario?, pensamos colectivamente.
Nuestras reuniones prosiguieron, se comenzó a esbozar alguna posibilidad de concretar esta idea de fusión de rock y poesía, y se propuso llevarla a cabo, pasara lo que pasara. Así fue que Jaime Luis Huenún, experimentado poeta mapuche asumió una de las vocerías principales del proyecto; María Isabel Lara Millapán, académica y poeta de la Pontificia Universidad Católica apoyaría igualmente las gestiones, y mi inexperta persona ocuparía un rol también considerable en esta gestión cultural.
El proyecto lo titulamos “Todos juntos en esta tierra”, “Kom trawuleiñ mapu mew” en mapudungun, acontecería en la IX región de la Araucanía, y tendría como participantes elementales a nuestra ya mencionada banda de rock y a diversos autores que irían sugiriendo Huenún y Lara Millapán.
Llegamos a tener una larga lista de escritores y escritoras, y todos estuvieron de acuerdo en participar. El tema era cómo convencíamos a Los Jaivas. Pero no pasó mucho tiempo en el que estuvimos deambulando, hasta que estuvimos frente a frente con Mario Mutis y Claudio Parra intentando aterrizar esta idea.
Para ser unos novatos en este tipo de quijotadas, los avances fueron notables. Logramos que nos prestaran gratuitamente el Estadio Municipal de la ciudad de Pucón, donde se celebraría el evento, algunos de los poetas donaron algunos de sus libros para que estuvieran disponibles sus trabajos para el equipo organizador y Los Jaivas, liderados en ese entonces por su bajista histórico, Mario Mutis, colaboraban en todo lo que fuera posible.
Claro, pero había un tema que no podíamos pasar por alto. Este tipo de proyectos tenía un alto valor económico para esos años, porque los participantes y la producción necesitaban elementalmente ese sustento para ser parte de él, y el cómo conseguirlo no era un desafío fácil de resolver.
Se calcularon los dineros teniendo como base la venta de boletos para el público asistente o postular la idea a un fondo público de arte y cultura, entre otros planteamientos similares. Sin embargo, costaba llegar a acuerdos, el equipo que había comenzado muy unido se comenzaba a dispersar entre otros propósitos que iban surgiendo, y nuestras reuniones se volvieron cada vez más largas y no muy eficientes.
De hecho, la idea de generar el proyecto surgió inspirada por el trabajo inconcluso que había dejado Eduardo “Gato” Alquinta (foto principal) con Los Jaivas y el supuesto disco “Araucaria”, donde en su interacción con las comunidades mapuche de la cordillera, y apoyado por el poeta Lorenzo Aillapán, Alquinta había conseguido inmiscuirse en las entrañas mismas de la cultura originaria del sur de Chile. Tras su muerte, el proyecto quedó detenido y ninguno de los supervivientes de la banda lo continuó.
De esta manera, transcurrieron largos meses de gestión con “Todos juntos en esta tierra”, hasta el que incluso se pensó integrar coreografía a las performances de rock y literatura. Se llegó a concebir asimismo un guion inicial como borrador, se sumaron algunas integrantes del entonces grupo Espiral de danza, pero una de las reuniones finales no tuvo la asertividad que necesitaba para lograr concretar el proyecto… Todo comenzó a desmoronarse poco a poco.
Es más, recuerdo ser testigo privilegiado de ese último encuentro entre Jaime Luis Huenún y Mario Mutis en la oficina de Ángel Pino 51, entrevista en que literalmente parecían salir llamas de los ojos de nuestros protagonistas, ante la intensidad total de lo que resultaba la reunión y el diálogo, intentando cada uno de ellos ordenar las ideas de un proyecto tal vez demasiado ambicioso para todos y posiblemente también para la época.
Evidentemente comenzaron a manifestarse diferencias creativas entre las partes, y eso hizo imposible poder concretar el sueño de la ópera de rock y poesía.
Todo se disolvió un día, y el proyecto se diluyó como el agua entre los dedos. “Todos juntos en esta tierra” jamás vería la luz, y los borradores, las cartas, los libros y las ideas se archivarían por muchos años sin dar a conocer esta historia. Un email de despedida de Mario Mutis indicaba que en algún momento podríamos retomar, pero nunca sucedió.
Hoy algunos fragmentos de la historia de Los Jaivas son parte importante de mis publicaciones literarias-musicales, pero las veces que me he vuelto a reencontrar con alguno de ellos jamás les he vuelto a mencionar este viejo proyecto, que yace perdido en alguna nebulosa creativa.
Hoy estarán rememorando una vez más sus extensos años y décadas de existencia en un colmado recinto viñamarino. Quién sabe si algún día Los Jaivas puedan hacer algo aun con nuestra querida cultura mapuche, porque finalmente la creación y el arte no tienen tiempo ni espacio.