Los dirigentes chilenos
Honestos, de los otros, recatados, amados, odiados, expuestos, sobre expuestos, hinchas y oportunistas, los dirigentes chilenos han cumplido un papel esencial dentro de la historia de nuestro fútbol, tomando decisiones que pueden determinar el curso de algún encuentro deportivo, de un torneo completo o del futuro de la actividad.
Por PATRICIO VARGAS
Haciendo una breve revisión de la historia de la dirigencia futbolística chilena, podríamos reconocer a un país que ha organizado las Copas del Mundo en prácticamente todas las categorías. En selecciones masculinas, se organizó el mundial sub 17 en 2015, el mundial juvenil (equivalente al sub 20) en 1987 y el mundial adulto en 1962. A eso, le sumamos siete versiones del Campeonato Sudamericano, actual Copa América (1920, 26, 41, 45, 55, 91 y 2015). En las categorías femeninas, se organizó el Mundial sub 20 en 2008 y la Copa América de 2018.
Dirigentes como Luis Valenzuela Hermosilla y Carlos Dittborn presidieron la Confederación Sudamericana de Fútbol por dos períodos consecutivos, haciendo que fuesen dos chilenos los presidentes de la Conmebol entre 1939 y 1957. Al dirigente copiapino lo acompañó una historia como profesor normalista e impulsor del deporte en la región de Atacama. Ahí dirigió como DT a uno de sus colegas, Luis Zorro Álamos, viniendo a Santiago a encabezar el fútbol chileno y luego, el sudamericano. El estadio bicentenario municipal de Copiapó lleva su nombre. El caso de Carlos Dittborn forma parte de la mitología en torno a la organización del mundial de 1962. Se le atribuye la frase “porque no tenemos nada, queremos hacerlo todo”, pronunciada en el congreso de la FIFA realizado en Lisboa en 1956, al que asistió junto a dirigentes como Juan Pinto Durán y Ernesto Alvear, momento en el que se nombró a nuestro país como sede de la Copa del Mundo.
Si bien es cierto esas palabras fueron pronunciadas en una entrevista previa al citado congreso, pasó a la historia como el espíritu de un país que luego del terremoto de 1960 sacaría su tarea organizativa adelante. Destacado dirigente de la Universidad Católica (socio, tesorero, presidente) y de la Asociación Central de Fútbol de Chile, falleció 33 días antes de ver su sueño cumplido. A este tipo de dirigentes de fútbol, los podríamos llamar referenciales. Cuando en la Copa del Mundo de Francia 98’, antes del partido Chile – Brasil de octavos de final, se realizó un minuto de silencio por la muerte de Juan Goñi (otro de los héroes del 62’que llegó a ser vicepresidente de la FIFA), estos dirigentes recibieron un gesto de gratitud internacional.
Hecho este reconocimiento, en esta columna quisiera compartir algunas categorías o tipos de dirigentes que forman parte de nuestra escena futbolística nacional, caracterizándolos de acuerdo a su actitud pública y a sus propios testimonios. Dirigentes de clubes ‘grandes’, clubes ‘chicos’, dirigentes-representantes y otros que son parte de este grupo protagónico de la actividad.
Generalmente asociados a alguna colonia, los mecenas son aquellos dirigentes que, a partir de su fanatismo por una institución, se animan a dejar por un momento las cuadraturas de cajas, los presupuestos y gastan a veces más de la cuenta, arriesgando incluso su patrimonio. Por lo general, son empresarios y disponen de sus instalaciones para el club. Tienden a asociar la institución con su empresa: ocupan dependencias y mezclan los pagos con el fin de cumplir. Por lo general, son de carácter fuerte y construyen un prestigio que les permite escalar en el organigrama futbolístico. Destacan Abel Alonso en Unión Española y la familia Abumohor, originalmente de Palestino, pero presentes hoy en O’Higgins de Rancagua. Podemos incluir en esta clasificación de mecenas, a dirigentes gremiales como Demetrio Marinakis y Reinaldo Sánchez, ejemplos de los Self-made man que son, además, hinchas acérrimos de sus equipos, siendo capaces de defenderlos hasta llegar al límite reglamentario e incluso legal.
Si bien podría estar en una categoría de dirigente distinta, dirigente-hincha, una de las historias más apasionantes es la de Jorge Castillo. Aspiró a ser un mecenas. Apodado el ‘loco’, vivió una vertiginosa historia como dirigente, digna de una novela. Luego de ganarse el premio mayor en un juego de azar (ocho millones de pesos en la Polla Gol), se transformó en empresario microbusero y de aseo. En el verano de 1996, se hizo cargo de Everton de Viña del Mar, club del que era fanático, con la aspiración de llevar al equipo a ganar la Libertadores. Quedó obnubilado cuando en 1991 viajó a Buenos Aires a ver la semifinal entre Colo Colo y Boca Juniors y observó el entorno de La Bombonera, en el barrio porteño de La Boca. Contrató a Daniel Morón, Marcelo Fracchia, Jaime Pizarro, Juan Carlos Ibáñez, Gustavo de Luca y al Pollo Véliz como DT, pintando de oro y cielo la Ciudad Jardín. Después de 33 días y a petición de su familia, fue declarado interdicto e internado en una clínica psiquiátrica. Con el tiempo, perdió su dinero y pasó a ser un furibundo hincha. Los actuales propietarios del club (el grupo mexicano Pachuca) le aplicaron el artículo 102 de derecho de admisión contemplada en la Ley de Derechos y Deberes en el fútbol Profesional. Luego de un partido contra la U en 2018, Castillo saltó a la cancha a encarar al árbitro Felipe González, quien luego de expulsar a Kevin Medel y Patricio Rubio, vio como Lorenzo Reyes convertía el gol del triunfo azul. Castillo nunca más pudo entrar al estadio a ver a su querido Everton. El club lo culpaba de la multa que tuvo que pagar. Algo más de dos millones de pesos. De acuerdo a su hijo, su padre empezó a morir desde ahí. El año pasado se quitó la vida.
Otro tipo de dirigente es el pillo, ese que es capaz de recurrir a la por muchos años admirada picardía rioplatense y que no ocultaban su apego a ese principio que los partidos ‘también se ganan fuera de la cancha’. La escuela pincharata de los 60’. En esa línea, la del pillo, el dirigente chileno más reconocido es Jorge Vergara Núñez. Su imagen entre los jugadores de Colo Colo levantando la Copa Libertadores el 5 de junio de 1991 mientras gritaba ‘se toca, se toca’, representó el epítome de quien se siente triunfador ‘con la suya’. Conocidas fueron sus relaciones de amor y odio con periodistas (principalmente radiales y de prensa escrita) y entre sus anécdotas encontramos, en la misma campaña de Colo Colo 91, la petición de control antidoping poco antes del partido de ida con Boca Juniors en la Bombonera: al anunciarse, hubo una fulminante gastroenteritis en cuatro jugadores titulares del equipo argentino. No jugaron. El uso de estimulantes no permitidos ha sido siempre un lastre en los equipos del Atlántico y es parte de la citada picardía mal entendida. Qué la carrera de Diego Armando Maradona haya estado marcada por la adicción a las drogas, realzan este aspecto, junto con historias como la no realización de control antidoping en el partido de vuelta entre Argentina y Australia por el repechaje (historia repetida en varias ocasiones, como en el Estudiantes – Boca de mayo de 2017) y ni hablar de ‘el bidón de Bilardo’ en los octavos de final de Italia 90’ contra Brasil (denunciada por Branco y reconocida por Maradona).
En el partido de vuelta entre Colo Colo y Boca, Jorge Vergara, de formación militar, pidió que hubiera perros policiales en el partido de vuelta. Ron y Navarro Montoya terminan la historia. Por mucho menos, nuestra selección nacional fue enviada a jugar a Mendoza en la clasificatoria al mundial de Italia 90’. Sorprendentemente, Colo Colo pudo definir la copa en el Monumental y dio la vuelta. Jorge Vergara participa hoy en la dirigencia del Club de deportes Linares.
Teniendo características similares a las de los pillos, una especie distinta son los dirigentes ochenteros. En ocasiones tan oscuros como su época, venidos del mundo de la empresa, algunos de ellos siguen vigentes hoy en día. Entre otros: Miguel Nasur (Palestino), Peter Dragicevic (Colo Colo), Waldo Greene (Universidad de Chile) y Alfonso Sweet (este último coincide con la época, pero está asociado a la buena gestión en su club, Universidad Católica). En la segunda mitad de la década de los 80’ se paralizó el fútbol chileno, y el director de Digeder, el General Carlos Ojeda, se enemistó con los denominados ‘clubes grandes’, que amenazaron a la entonces Asociación Central de Fútbol encabezada por Nasur, con formar otra liga (como el grupo de clubes europeos más poderosos, el G14, amenazó a la UEFA). Hasta el día de hoy, Waldo Greene sostiene que parte del descenso de la U es responsabilidad del General Ojeda, que quería la desaparición del club.
A propósito de dirigentes ochenteros y la Universidad de Chile, en esa década dos de los personajes más siniestros de nuestra historia dirigencial, Rolando Molina y Ambrosio Rodríguez, desmantelaron al club, haciéndolo perder terrenos en Las Condes y en Recoleta. Del dinero, nunca se supo.
Una clase que preocupa el día de hoy y que tiene aspectos ligados a lo más oscuro del ser directivo, es un grupo de dirigentes-representantes que, en nuestro caso, vienen del extranjero, se alían con esbirros nacionales (como el grupo autodenominado El Eje del mal) y se hacen cargo de clubes para extender sus redes en el negocio del fútbol, lejos del sentimiento de las hinchadas de los equipos a los que fagocitan. En realidad, son agentes de futbolistas que han hecho fortuna en el negocio.
El principal exponente de esta especie es Christian Bragarnik, representante de más de cien futbolistas, de una veintena de directores técnicos (llevó a Maradona a Gimnasia) y con inversiones en varios clubes de Argentina (Godoy Cruz, Independiente, Gimnasia y Esgrima de La Plata), España (Elche), México (Dorados) y Chile (Unión Calera). Entre otros. Nombres como el de Raúl Delgado (Unión San Felipe), Ricardo Pini (Unión Calera, Rangers), Cristián Le Bihan (Unión Calera, San Luis) se han apoderado de clubes completos (con planillas de más de cien jugadores muchas veces), argumentando una necesaria modernización del fútbol e implementando un modelo de triangulación de jugadores que utilizan los clubes como plataforma y que, a la primera oferta atractiva, venden a los futbolistas que están pasando por un buen momento. Ejemplo: Bryan Fernández y Gabriel Arias en Unión La Calera, vendidos a Necaxa y Racing, cuando el club cerraba una primera rueda que daba para ilusionarse con el título 2018. Los hinchas tienen derecho a la esperanza, pero quedan sometidos a la ley de la oferta y la demanda. El sentimiento está para otras cosas. Estos mismos dirigentes-representantes acusaron a Harold Mayne Nichols de xenofobia cuando propuso que los dueños de clubes fueran chilenos.
En el año 2013, el juez argentino Norberto Oyarbide investigó sus triangulaciones desde Chile, poniendo atención en Rangers y San Felipe. Ahí descubrimos que jugadores como Gonzalo Higuaín y Ezequiel Lavezzi y clubes como Tigre y Argentinos Juniors, manejan inversiones en Chile a través de este modelo. Jugadores como Jonhatan Botinelli antes de ir a River y Gonzalo Bergesio, antes de ir al Catania italiano, habían estado inscritos en clubes chilenos para evadir las obligaciones tributarias en Argentina. Ciper Chile realizó una extensa investigación al respecto.
De esta especie deriva el negocio de clubes que entregan sus plantillas de jugadores a un representante. Curioso es que, ante la evidencia, se niegue la realidad. Para ello usan herramientas de la publicidad (de ese mundo proviene Fernando Felicevich, el representante de la generación dorada) y de la propaganda política. Sergio Morales (hoy acusado del delito de violación), declaró el año pasado “represento a diez jugadores de Audax, pero no veo conflicto de interés». Increíble. Es el agente de Esteban Paredes, Jean Meneses, Juan Fuentes e Ignacio Jeraldino. Entre otros. Su hijo Pablo (también acusado de violación) es el gerente de Coquimbo Unido. Ahí también es representante de una buena parte del plantel.
Cuando se le enrostró a Mauricio Macri (en ese entonces, presidente de Boca Juniors) por qué no había contratado a Marcelo Salas, quien viajó a Buenos Aires a finiquitar su traspaso, el futuro Presidente de la Nación argentina declaró: “porque no queríamos tener muchos jugadores de (Gustavo) Mascardi (representante de Salas). Nos podía tomar el camarín”. Eran otros tiempos
Con origen distintos, pero también inversores extranjeros son los propietarios de Everton: el grupo Pachuca. El equipo ruletero sirve como lugar de acomodo para jugadores del grupo.
Pensé que de una sola vez (como los antiguos Icarito), se podría abordar a todo tipo de dirigente, pero queda por desarrollar una extensa tipología: el dirigente advenedizo (Jadue); el de barrio; el de liga amateur; el político (Ruíz Tagle, Pablo Milad, Jaime Estévez, Federico Valdés, Carlos Ferry); el hincha (Aníbal Mosa, Carlos Heller); el académico (René Orozco, Mario Mosquera); el padre fundador (pioneros de nuestros clubes más antiguos); el ejecutivo (ex futbolistas bien vestidos y capacitados en gerencia deportiva en alguna academia europea: estándar FIFA). Espero seguir con esta tipología en una futura entrega. Los partidos de fútbol duran 90 minutos, pero empiezan y concluyen fuera de la cancha.