Lo que pocos recuerdan: Bonvallet antes del «Gurú»
Hoy existe un mito en el inconsciente colectivo de las personas que pone a Eduardo Bonvallet entre los jugadores “toscos”. Muchos afirman que se limitaba a quitar y dar un pase al lado, sin aportar a la construcción de jugadas de su equipo. Han pasado 37 años desde su retiro de las canchas (obligado, debido a las lesiones que lo aquejaban) y lo cierto es que aquella descripción está alejada de la realidad.
Por LUCAS MUJICA MONTERO
El «Bonva» hizo toda su etapa como juvenil en la Universidad de Chile. Fue Luis Ibarra quien lo llevó a los azules, donde debutó como profesional en 1972. Siendo jugador del primer equipo, se desempeñó en el puesto de volante defensivo. No obstante, en las inferiores también jugó como 8 (volante interior) y 10 (enganche). Por lo mismo, no tenía problemas para ocupar más sectores de la cancha, conectarse con los externos y generar jugadas de ataque. Lo anterior no es una ocurrencia. Gustavo Moscoso, con quien compartió camarín en la Universidad Católica y en la Selección Chilena, lo describe como “un jugador que marcó época”, porque mucho de lo que él hacía es lo que ahora se les pide a los volantes de contención, cuando lo que más se observaba en aquellos tiempos era un 6 fijo, que solamente cubría la espalda de sus compañeros.
En palabras de Marco Sotomayor, la imagen de Eduardo quedó entrampada por el trabajo que realizaba cuando fue dirigido por Luis Santibáñez, quien lo tuvo en O’Higgins de Rancagua, la UC, Unión San Felipe y en el seleccionado chileno. Los equipos de “Locutín” privilegiaban la parte defensiva; entonces, Bonvallet tenía instrucciones explícitas de no sumarse al ataque a menos que haya un resultado adverso que lo amerite. Es cierto, si uno revisa el archivo, en la final de vuelta de la Copa América del ‘79 fue Bonvallet quien disparó desde la entrada del área, provocando el rebote del portero Roberto Fernández y el posterior gol de Carlos Rivas.
No era que le faltara técnica ni agresividad para sumarse al ataque, simplemente sucedía que el ideario futbolístico del país era otro (pocos asumían riesgos y resultaba, casi, de ciencia ficción una propuesta estilo Bielsa). Bonvallet conducía con borde externo, se atrevía a sacarse rivales y rematar desde lejos. Tampoco era un jugador perfecto, tenía defectos, como no saber cabecear o pegarle débil a la pelota. Sin embargo, no se debe caer en el engaño de que fue un “tronco”. Lamentablemente para él, su despedida fue anticipada, ya que tuvo que retirarse de la actividad a los 27 años, producto de una lesión que lo aquejaba por el exceso de infiltraciones en su tobillo cuando defendía la camiseta de La Roja.
Esta salida premeditada marcó la vida de Bonvallet, quizá por eso durante su brillante paso por las comunicaciones promulgó un discurso futbolístico donde pregonaba la valentía que debe tener un deportista a la hora de saltar a la cancha. Conceptos que él conocía bien, ya que los aplicó a cabalidad durante sus once años de carrera.
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