Lo normal con Pinilla son las anormalidades

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Por Julio Salviat
Actualizado el 5 de agosto de 2018 - 12:38 am

Abundan las rarezas en el frustrado pase del goleador a Colón de Santa Fe y las incógnitas sólo se despejarán cuando decida contar lo que pasó. El problema es que tiene buenos motivos para mantener quieta la lengua.

Sus cercanos habían anunciado que el jueves comenzarían los descargos de Mauricio Pinilla, pero llegó el sábado y el delantero de Universidad de Chile mantenía aún hermético silencio. Se mantuvo así el misterio en torno al caso que por estos días conmovió a los seguidores azules y sorprendió al resto del fútbol chileno.

No es normal que un jugador comparta con sus compañeros un viaje de más de mil kilómetros para jugar un partido importante y que en la víspera del encuentro anuncie que regresa a la capital para dirigirse a Buenos Aires para integrarse a un club provinciano argentino. Tampoco es natural que el club acepte la transferencia de su jugador más renombrado en una miseria (100 mil dólares y un partido a beneficio con un piso idéntico) lo autorice a dejar de inmediato la concentración del plantel. Menos normal, todavía, es que el transferido se arrepienta a última hora y deje al comprador y al vendedor con los crespos hechos. Y ya se sale de todos los moldes el hecho de que el club le cierre la puerta a su estrella más rutilante y convocadora y anuncie que no la abrirá porque ya no es bienvenido.

Todos esos ingredientes sirven para conformar un sabroso cóctel de declaraciones e intrigas. Una historia en la que es difícil establecer quién es el villano. Para dilucidarlo, es imprescindible la palabra de Pinilla. Pero, al parecer, hay situaciones delicadas que lo obligan a tener la lengua inmóvil. Por mientras, flotan las palabras del presidente del Sindicato de Futbolistas Profesionales, Gamadiel García: “Cuando Mauricio Pinilla cuente lo que ocurrió, la opinión que tiene la gente cambiará rotundamente”.

DONDE MANDA CAPITANA…

El distanciamiento de Pinilla con el club y sus hinchas se gestó cuando reprendió públicamente a Jean Beausejour por hacerse expulsar en el partido que la U perdió holgadamente con Colo Colo. No se le reprochó en su momento que retara a su compañero, sino que lo hiciera tan ostentosamente y no esperara la privacidad del camarín para hacérselo ver.

Situaciones como esa se han repetido en Universidad de Chile: Johnny Herrera y Gonzalo Jara, por ejemplo, debieron ser separados por Rodrigo Echeverría cuando su pelea callejera en el Estadio Nacional era inminente. Pero esto superaba cualquier cálculo: los partidarios azules se dividieron en proHerrera y proBeausejour. Y -peor todavía- lo mismo ocurrió en el plantel.

Otro episodio que dejó al goleador en la cuerda floja fue la decisión de recurrir a médicos particulares para sanar de una dolencia dorsal, en vez de someterse a los cuidados del cuerpo médico del club. Lejos de esa supervisión, Pinilla ingirió medicamentos que podrían ser considerados como dopaje, y eso retardó su reaparición en el equipo titular.

Es por eso, seguramente, que los dirigentes no le pusieron obstáculos cuando planteó el deseo de jugar en Colón de Santa Fe. Contra todos los pronósticos, la directiva aceptó su petición, en una actitud que fue considerada como de reconocimiento a los servicios prestados por Pinilla. El documento firmado entre el futbolista y el club Colón, cuyo facsímil fue publicado por el diario La Tercera, dejó claras las condiciones: contrato hasta el 20 de junio de 2020, con una remuneración de 60 mil dólares mensuales, más otros 5 mil al mes pagadero al final de cada año. Se establecía también, que habría prolongación por una temporada más si el jugador anotaba un mínimo de 20 goles en partidos oficiales.

La curiosidad es que, aparte de que el club hacía un pésimo negocio, Pinilla no aumentaba notoriamente los ingresos que percibía en la U (35 millones de pesos al mes), lo que aumentó las especulaciones sobre la verdadera causa de su partida.

El viernes por la noche, todo parecía sellado. Sólo faltaba que el jugador firmara su finiquito con el club al que pertenecía su pase.

Lo que nadie sabía, a esas alturas, es que había alguien que no estaba de acuerdo: la esposa de Pinilla. Gisella Gallardo es una de las mujeres menos faranduleras y más serias del ambiente futbolístico. Nunca se vio involucrada en escándalos que son hasta normales en la actividad. Siempre se mantuvo en un segundo plano, lleno de discreción, en las apariciones públicas de su marido. Dejó inconclusa su carrera universitaria de Periodismo en la Universidad Andrés Bello por rescatar su matrimonio cuando el goleador hacía de las suyas en las noches de Rio de Janeiro. Se fue con él y pareció encaminarlo por mejores sendas.

Ahora -según aseguran algunos cercanos- Gisella manifestó su desagrado por vivir en Santa Fe. Y eso habría provocado la media vuelta de Pinilla. El problema es que, cuando quiso poner las cosas en el punto inicial, ya nadie lo quería en el club. Ni siquiera sus compañeros, que lo acusaban de dejarlos botados y expuestos a la goleada que les infligió Antofagasta.

GOLES CON GOTARIO

¿Pierde mucho la U sin Pinilla?

No tanto. Desde siempre, el aporte del goleador ha sido más histriónico que efectivo. A los hinchas azules les encanta el empeño que pone, las mística que infunde, el aliento que pide cada vez que pierde un gol, sus carrerones eufóricos y sus colgadas de la reja después de cada conquista. Pero su balance estadístico establece que en lo 76 partidos que usó la camiseta de sus amores sólo anotó 46 goles. Un promedio pobre para un goleador tan alabado: un abrazo cada dos partidos.

Casi lo mismo ocurrió en tierra extrañas: sus actuaciones con las 13 camisetas que defendió en el extranjero fueron 276, y 91 los goles convertidos. Promedio: uno de cada tres partidos.

Sus mejores campañas fueron cuando debutó, en el 2002 (20 goles en 39 partidos); cuando jugó en la segunda división italiana con el Grossetto en la temporada 2009-10 (25 en 24), y en 2012, cuando con la camiseta del Cagliari convirtió 25 en 67 partidos y fue considerado el segundo mejor refuerzo de ese año en la liga italiana.

En todos los demás equipos quedó en deuda. Y lo mismo sucedió en la selección chilena adulta, donde apenas anotó ocho goles en 45 compromisos.

Mientras tanto, sigue la incógnita sobre lo que pasará con el controvertido jugador. No está claro si queda libre, y con el pase en su poder, si demandará a la U por despido injustificado o si se sentirá atraído por los cantos de sirena que le llegan desde el otro lado de la cordillera, ahora invitado por Sebastián Beccacece, que dirige a Defensa y Justicia.