La U y el descenso, una historia de amor cada vez más correspondida

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Por Ele Eme
Actualizado el 8 de septiembre de 2022 - 11:10 pm

Absuelvo de toda culpa a los dirigentes: el desastre de Playa Ancha fue tal que los dieciséis que saltaron a la cancha entraron a la historia como el peor equipo azul del que se tenga memoria.

En estas líneas quiero eximir a la calamitosa dirigencia de la U del casi seguro segundo descenso de ese club. Al seguir el partido contra Coquimbo por televisión se les podía ver estimulando al equipo a ir hacia adelante y con unas caras de funeral impresionante ante lo que estaban viendo en la cancha. La de Cecilia Pérez fue la misma que cuando, visitando el Congreso como vocera de gobierno, musitó “¡qué es h…!” al escuchar una intervención del entonces senador Alejandro Navarro. Se podía ver en sus rostros desencajados (y no es ninguna alusión física contra Cecilia, a quien, a diferencia de lo que opine Yerko Puchento, la encuentro bastante guapa) la impotencia de los jerarcas ante el penoso antiespectáculo desplegado por sus dirigidos en Valparaíso. En sus rictus desolados y sus posturas abatidas se podía sentir ese único rasgo común con los sufridos hinchas del tablón del “Chuncho”.

Después del desastre de Playa Ancha de este miércoles traspaso la responsabilidad exclusiva de este baldón histórico, elaborado minuciosa y metódicamente, pasito a pasito, a los jugadores.

A todo esto, “jugadores” es una forma de decir. Porque, ¿se puede llamar jugadores a tipos que se lo pasan levantando los brazos para pedir la pelota para que, cuando les llega, no saben qué hacer con ella? A ti te hablo, José Ignacio Castro.

¿Se puede llamar jugadores a tipos que se tropiezan con la pelota, la pierden y casi provocan un descalabro mayor aún? Eso le pasó a Israel Poblete restando cuatro minutos. Sólo la impericia de Farfán evitó que los “piratas” se llevaran los tres puntos tras ese pastelazo.

¿Se puede llamar jugadores a quienes cargan con motes como “el elegido”, “el de pie educado”, “el distinto” hace años, sin demostrar en cancha que lo merecen. Me refiero a Pablo Aránguiz. A su fantasma, en rigor, porque puchas que era bueno.

¿Se puede llamar jugadores a unos que se creen caudillos, pero lo único que lideran hoy por hoy es la tabla de faltas cometidas. Sí, Ronnie Fernández tiene ese triste récord en este campeonato. Haciendo goles no se le ha visto hace rato.

¿Se puede llamar jugadores a dos que se vienen peleando de un tiempo a esta parte quién es el último cambio azul? Junior Fernandes y el “Chorri” Palacios definitivamente no califican.

Joe Abrigo ha dicho que a la U le hacen un gol y es como si les cayera una bomba atómica, usando esa expresión como una metáfora de lo destruidos que quedan moralmente quienes visten su casaquilla tras recibir un tanto en contra.

Es peor que eso, Joe. En la U la pelota quema, para sus futbolistas es un verdadero suplicio que se les venga encima. Parecen tener una competencia interna por ver quién pierde primero el balón, quién mete más blanda la pierna, quién salta más a destiempo (Berardo y Pereyra se cansaron de ganar por arriba el miércoles), quién se desmarca menos, quién la pide menos, quién se esconde más.

Pensaba que el peor partido de la U lo había visto cuando perdieron con Audax Italiano en abril de este año, derrota que significó la lápida para Santiago Escobar. Lo que hicieron y especialmente lo que no hicieron contra Coquimbo superó con creces esa performance en materia de poca convicción, inexistente plan de juego y nula intención futbolística.

Ningún remate al arco.

A estas alturas, lo mejor es que la U quede luego matemáticamente descendida. Al menos sería una certeza en este angustioso mar de incertidumbre en el que sus hinchas naufragamos hace ya cuatro años.

Lo de la U y el descenso es una historia de amor cada vez más correspondida. Se tienen más ganas que mis vecinos de arriba.