La Roja logró un triunfo agónico para al menos seguir soñando

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Por Eduardo Bruna
Actualizado el 6 de octubre de 2017 - 1:01 pm

Chile vs Ecuador Bruna

Lo que parecía irremediablemente perdido, es decir, esa esperanza que, según se dice, es lo último que se pierde, renació en el minuto 85 al menos para mantenernos con vida. Para ilusionarnos con una actuación descollante de la Roja en Brasil que se sume a otros resultados igualmente propicios para seguir acariciando el sueño de llegar al Mundial de Rusia.

Y es que ya no quedaba nada, o casi nada, cuando Vidal fue a luchar a la línea de fondo una pelota aparentemente perdida y, contra todo pronóstico, la ganó, aprovechando el providencial resbalón del zaguero ecuatoriano que tenía todo para superar sin mayores problemas el trance. Era la última, podía ser la última, y Vidal tuvo la mente fría para levantar la cabeza y ponérsela a Felipe Gutiérrez, que producto de lo fortuito de la incidencia entraba al área sin marca. Su violento remate fue repelido en primera instancia por el meta Banguera, pero el balón –para suerte de la Roja- le quedó servido a Alexis Sánchez para anotar el tanto que sería del triunfo y el momentáneo destierro de los más negros augurios.

Apenas dos minutos antes, Ecuador había silenciado el Monumental. Un balón que no significaba mayores dificultades se transformó en un lío mayúsculo para el fondo rojo, la pelota rebotó en Ordóñez y fue hacia la posición de Romario Ibarra, recién ingresado por el lateral izquierdo Ramírez, para que este la empalmara con un remate bajo y seco que se metió en un rincón bajo, llenando de estupefacción a todo un país que veía, con ese empate, diluirse definitivamente lo que ya había quedado bastante diluido tras las impensadas derrotas de las fechas pasadas, frente a Paraguay y Bolivia.

La Roja, que ganando por la cuenta mínima desde los 22 minutos de partido no había podido dejar de caminar nunca por la cornisa, había hecho los mayores esfuerzos para terminar cayendo definitivamente al vacío.

De partida, porque no jugó bien. Lo suyo habían sido apenas ráfagas de buen fútbol y para nada permanentes. No podía desarrollar su juego simplemente porque no tenía la pelota. Y no la tenía porque a la mayoría el balón les quemaba los pies o porque, una y otra vez, los jugadores perdían pie en una cancha mojada y blanda que parecía sólo jugar en contra de ellos. No sin problemas, los ecuatorianos mostraban adaptarse mucho mejor.

Lo otro, claramente, eran los nervios, la presión, la obligación de obtener un resultado que al menos nos mantuviera en carrera hasta la última jornada. Y extrañamente para un equipo que se supone acostumbrado ya a estas instancias trascendentales, la mayoría era presa fácil de una tensión que se olía en el aire.

De ese juego inseguro y balbuceante, muy poco fluido y escasamente claro, surgía un fútbol muy trabado, y mucho menos práctico y directo. La mayoría de las combinaciones resultaban una y otra vez abortadas. Y si algo seguía sosteniendo la opción de la Roja, más que sus méritos y virtudes era la falta de eficacia de un cuadro ecuatoriano que controlaba bien y salía tocando, pero que acababa diluyéndose reiteradamente en esa zona donde tenía que marcar preminencia si quería volver a Quito con una recompensa de puntos.

Así y todo, Chile pudo ponerse en ventaja luego que, a los 22 minutos, Alexis Sánchez recuperara un balón, cediera rápidamente para la entrada de Valdivia como eventual puntero izquierdo y el “Mago”, habilitador eximio y uno de los pocos que jugaba como si se tratara de cualquier partido de la competencia casera, se la puso a Vargas, que completamente destapado terminó con la dramática sequía goleadora de la Roja con un bombazo alto que hizo estallar al estadio.

Pero la ansiedad y los nervios eran tantos, que ni siquiera ese gol hizo que el equipo de Pizzi se tranquilizara. Y es que aparte de que estos jugadores hace tiempo ya dejaron de marcar con la aplicación y estrictez de antes, la distancia entre los nuestros y los ecuatorianos fue siempre tanta que estos recibían siempre libres. Para qué hablar de anticipo: los jugadores de la Roja no anticiparon en todo el partido.

En otras palabras, Chile no sólo no jugaba bien teniendo la pelota, sino que teniéndola Ecuador jugaba aún peor. Lo que se llama el segundo balón lo ganaban siempre ellos, y lo propio ocurría en la mayoría de las pelotas divididas.

A pesar de todo eso, la Roja pudo lo más bien evitarse un final tan agónico y dramático como el vivido en esta penúltima fecha clasificatoria.

Pudo hacerlo cuando, en el minuto 41, en lo que fue quizás la única jugada clara y bien urdida, se limpió el camino Isla, combinó con Sánchez, este con Valdivia y el “Mago”, en lugar de rematar al arco, la abrió para un Mena que por la izquierda entraba solo. El remate de este, desviado junto al vertical más alejado, dejó a los aficionados con el grito de gol en la garganta.

Pudo hacerlo, además, apenas reanudado el segundo tiempo, cuando un medido centro de Vidal sorprendió a Valdivia entrando absolutamente destapado por el centro del área. Sin embargo, el “Mago” ratificó que como habilitador es mucho más certero que concretando y elevó increíblemente su “palomita” cuando el gol ya se aclamaba.

Chile, que durante el primer tiempo había tenido poco la pelota, la tuvo mucho menos en la segunda etapa. Es cierto que Ecuador no era capaz de romper líneas y poner a un hombre mano a mano con Bravo, pero de esas permanentes cargas cabe siempre la posibilidad de que algo pueda pasar. Un acierto o un error que eche todo por la borda.

En ventaja, nadie estaba seguro de que Chile pudiera conservarla. Y las dudas que rondaban el Monumental se reflejaban no sólo en el silencio sepulcral y nervioso del público, sino en el andar inseguro de los jugadores, incapaces de dar el golpe de gracia que hiciera volver el alma al cuerpo a todos, empezando por ellos mismos.

Hasta que llegó esa jugada entre fortuita y desgraciada que significó el empate ecuatoriano, cuando ya quedaba muy poco para que el equipo seguro y arrollador de antes reapareciera como por arte de magia. Un equipo extraviado desde aquellos días de la Copa Confederaciones, la última vez que habíamos podido ver –y disfrutar- a esa Roja que nos hacía sentirnos tan confiados como orgullosos.

La patriada de Vidal significó un respiro, un inmenso alivio. Un rayo de sol en medio de los negros presagios que se abatieron acerca de las posibilidades de esta Roja de seguir soñando.

Pero no pasa, desgraciadamente, de ser sólo eso: un respiro momentáneo. Porque la amarilla a Vidal, que lo deja fuera del encuentro del martes en San Paulo, frente a Brasil, es todo un balde de agua fría.

Como lo fue, también, ese impensado triunfo de Paraguay como visitante frente a los colombianos, que los suma a una pugna que parecía restringida sólo a tres seleccionados.

No nos queda otra que seguir con la calculadora en la mano y encomendándonos a todos los santos.

 

PORMENORES

Clasificatorias Sudamericanas. Mundial Rusia 2018.

Decimoséptima fecha.

Estadio: Monumental.

Público: 35 mil personas, aproximadamente.

Arbitro: Sandro Ricci, de Brasil.

CHILE: Bravo; Isla, Medel, Jara, Mena; Vidal, Hernández, Silva (90+2’ Pulgar), Valdivia (82’ Gutiérrez); Vargas (79’ Rodríguez), Sánchez.

Ecuador: Banguera; Valencia, Aimar, Arboleda, C. Ramírez (82’ Romario Ibarra); J. Ibarra, Orejuela, Intriago (76’ Murillo), Preciado (46’ Garcés); Arroyo y Ordóñez.

Goles: Para Chile, Vargas a los 22 y Sánchez a los 85 minutos; para Ecuador, Romario Ibarra en el minuto 82.

Tarjetas amarillas: En Chile, Valdivia, Silva y Vidal; en Ecuador, Valencia y J. Ibarra.