Jean-Luc Godard: vivir su vida

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Por Marcelo Macellari
Actualizado el 14 de septiembre de 2022 - 3:17 pm

El cineasta francés era más crítico de sus películas que los expertos en cine. De hecho, habló siempre mal de sus producciones, aunque para muchos son de culto.

Tras solicitar un suicidio asistido, el mítico cineasta Jean-Luc Godard murió “de manera apacible” el pasado martes 13, a los 91 años. Sin embargo, muchos críticos insidiosos y algunos enemigos, que los tenía por montón, lo habían mandado a mejor vida a fines de los años 60, en el momento en que su cine se radicalizó, tornándose cada vez más críptico. Si bien la apreciación es discutible y el realizador franco-suizo siguió produciendo -entre largos de ficción y documentales, cortos y trabajos para la televisión y video se cuenta más de 100 títulos-, lo cierto es que fueron sus trabajos iniciales los que lo incorporaron al canon cinematográfico del siglo XX.

“Sin aliento” (1960), “Una mujer es una mujer” (1961) “Vivir su vida” (1962), “El desprecio” (1963), “Banda aparte” (1964), “Alphaville” (1965), “Pierrot, el loco” (1965), “Masculino-femenino” (1966) y “Week end” (1967), son todas obras capitulares, al tiempo que corresponden a la etapa más valorada de su carrera, la cual comenzó como crítico cinematográfico, pues para Godard hacer crítica era hacer cine por otros medios, y hacer cine era hacer críticas con otra forma.

El realizador fue un severo crítico con su propia obra y en una entrevista para la revista Cahiers du Cinema, en 2000, llegó a decir que varias de sus películas eran nulas y pedantes. Salvó del fuego sólo tres: “Alemania nueve cero” (1990), “El viejo lugar” (1999) y “JLG/JLG” (1994). Y de “Pierrot, el loco”, dijo “hay momentos interesantes, pero el conjunto no se sostiene”.

Godard, para quien un travelling era una cuestión moral, rodó “Sin aliento” a los 30 años y ya con sólo ese título tenía ganado un lugar en la historia. Filmó esta película con guion de Francois Truffaut, la asesoría de Claude Chabrol y la colaboración de Jean Pierre Melville, lo que es como una síntesis de la nouvelle vague, movimiento que quería romper con el academicismo y refundar el cine francés, a la vez que instalar en la sociedad gaullista de la posguerra la semilla de la rebelión intelectual que explotaría en 1968.

Para el mayo francés, el cineasta tenía estatus de genio, pero también de polémico, inconformista y también de autorreferente. Hay quienes a la hora de elegir entre sus compañeros de ruta de la nouvelle vague se queden con el humanismo de Truffaut, la disección a la burguesía de Chabrol o el cine de la conciencia de Rohmer, pero es imposible entender el cine y la sociedad desde la década de los 60 en adelante sin Godard, quien alguna vez dijo que “tú no haces las películas, las películas te hacen a ti”. Cine y vida fueron inseparables para un director que tuvo muchas etapas en su carrera (cinéfila, narcisista, maoísta, colectiva, discursiva), las cuales incluso algunos críticos dividieron a partir de la mujer que estaba a su lado (Anna Karina, Anne Wiazemsky, Anne-Marie Miéville). Fueron 60 años de carrera a través de los cuales Jean Luc-Godard le impregnó modernidad al cine y cuya obra todavía tiene la misma frescura y lozanía de la rebeldía juvenil.

Marcelo Macellari. Periodista de la PUCV y crítico de cine. Colaborador en El Mercurio y La Estrella de Valparaíso.