¡Happy birthday, Roger!

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Por Sergio Ried
Actualizado el 9 de agosto de 2021 - 11:32 am

No son muchos los deportistas de élite que pueden llegar a los 40 años en un nivel de alta competición. Y Roger Federer es uno de ellos, manteniendo intactas sus facultades, pese a una ausencia de las pistas por lesión durante más de un año debido a sendas operaciones de cadera.

Por SERGIO RIED

Nacido en Binningen en los alrededores de Basilea, el 8 de agosto de 1981, hijo de madre sudafricana y padre suizo- alemán, el pequeño Roger destacó de inmediato entre sus pares por su gran talento para el tenis. 

De tanto ver jugar por televisión a su ídolo Boris Becker, que ganó Wimbledon en 1985 cuando él tenía apenas cuatro años, Roger fue adquiriendo algunas características del germano. Esto impactó a su profesor en el Club de Tenis Old Boys, Adolf Kakovsky, quién al notar que estaba frente a un superdotado lo sacó de las clases grupales a los 10 años para tomarlo bajo su tutela como alumno privado con el aporte financiero del mismo club. 

A los 12 Roger dejó el fútbol, su otra pasión, y a los 14 fue campeón juvenil de su país, lo que le valió ser aceptado en el Centro Nacional de Tenis de Suiza, en Ecublens, Lausana. Alli vivió días difíciles por estar por primera vez lejos de sus padres y hermana y por no saber francés, el idioma oficial del cantón de Vaus. 

En su libro «Roger Federer Quest for Perfection» incluso llega a decir que esa etapa de su vida fue «un infierno». Se quedaba dormido en clases, no rendía en la cancha y no podía hablar con nadie por no saber francés. Hasta que llegó un joven entrenador australiano llamado Peter Carter quien se convirtió en su mentor y mejor amigo. Ambos eran del mismo signo, habían nacido él el 8 de agosto y Peter el 9, sus padres se llamaban Robert y ambos tenían un juego parecido. Match perfecto.

Roger y Peter.

Fue Peter quien lo calmó y le dio la serenidad y los golpes que serían su sello a través de toda su carrera y quien lo hizo dejar de ser un chico rebelde, mal genio y rompedor de raquetas para convertirse en el gentleman que conquistó al mundo. 

Pero no todo iba a ser color de rosa para Roger, porque a la edad de 37 años Peter falleció en un accidente automovilístico en Sudáfrica. El mundo de Roger se desmoronó y hasta pensó dejar el tenis. Pero no era lo que su amigo hubiera querido y siguió jugando por la memoria de Peter, su verdadero formador y forjador de todas sus victorias. 

A los 16 Roger Federer dejó el colegio y Ecublens para  dedicarse de lleno al tenis. Y de ahí llegaron sus títulos de campeón junior de Wimbledon en 1989, luego su primer título en adultos en el césped inglés en 2001 y los otros 19 Grand Slams que engalanan su carrera. Junto con sus 103 titulos individuales, una Copa Davis, 5 Copas Hopman, una medalla olímpica de oro en dobles (con Wawrinka) y una de plata en singles, seis Torneos de Maestros y 310 semanas como número uno del mundo.

Más de lo que le prometió a Peter Carter.