Gareca en el laberinto: las decisiones y errores que condenan a La Roja
Los partidos de La Roja con Perú y Venezuela son la última tabla de salvación para Ricardo Gareca, atrapado al final del túnel en las Clasificatorias.
Apenas consumado el papelón de La Roja frente Brasil (1-2) y Colombia (0-4) en las recientes jornadas eliminatorias, y resuelta su permanencia forzada por un desahucio impagable para la ANFP, Ricardo Gareca voló a Buenos Aires para permanecer diez días junto a su familia mientras el futuro del equipo se consume bajo el fuego de un predecible fracaso.
No por frecuente menos asombrosa, la rutina del seleccionador tuvo a su turno la insólita validación de Pablo Milad, señalando que “no siempre necesita estar acá, porque él sigue trabajando por Zoom”.
A su vuelta e instalado en el sillón de Pinto Durán, el Tigre aseguró que volvía “con energías recargadas” para revertir la suerte y afrontar los retos venideros frente a Perú (15) y Venezuela (19).
Un ex entrenador que padeció de cerca el peso de La Roja, Claudio Borghi, respondió a esos dichos convencido de que “un técnico de la Selección debe estar todos los días trabajando en Pinto Durán”, interpretando el sentido común de quienes perfilan al argentino como “un técnico distante y poco comprometido”, según resuena en los pasillos de Quilín.
Condenado al último lugar de la tabla, Chile es hoy por puntaje y juego el peor equipo de Sudamérica, producto de un ciclo precario que probablemente no trascienda al 2025.
Y Gareca parece atrapado en el laberinto…
Confundido y vacilante, enredado en la confección de las nóminas y timorato para enfrentar definiciones imprescindibles respecto a la “generación dorada”, el ex goleador deja una estela de decisiones cuestionables desde la lógica futbolística más fundamental.
Gareca atrapado en el laberinto
- Sistema de juego. Gareca definió un formato desde el comienzo y se aferró a él incluso cuando la cancha demostró que no funcionaba. El 4-2-3-1 se convirtió en una obsesión táctica impracticable por la falta de consistencia y de piezas clave para su ejecución. Por ello, el contenido futbolístico de La Roja es pobre y frágil.
- Elección de jugadores. En sus convocatorias mantuvo una base que fue desmembrando con ciertos descartes inexplicables, como Mauricio Isla y Ben Brereton. En cambio, apeló a jugadores sin trayectoria en una etapa crucial -como Maximiliano Guerrero y Marcelo Morales-, despreciando a otros de vigencia plena, como, por ejemplo, Eric Wiemberg.
- El dilema de los “viejos estandartes”. Ya fuera por mala comunicación o decisión de política deportiva, el DT forzó una compleja renovación que requería sustentarse en algunos pilares de experiencia. Probó a Mauricio Isla y respaldó a Eduardo Vargas, aunque finalmente no se atrevió a recurrir a Arturo Vidal y Charles Aránguiz, dos retornados de gran nivel en Colo Colo y la U. ¿El probable motivo? Los problemas disciplinarios del primero y, además, el riesgo de que rechazaran la convocatoria.
- Identificación con el hincha. Gareca llegó al cargo con una alta popularidad entre la hinchada de La Roja, avalado por el proceso exitoso en Perú. Sin embargo, su discurso tibio, sus viajes continuos a Argentina y, especialmente, el deficiente nivel de juego del equipo le quitaron ese piso, incluso reflejando cierta imagen de “falta de compromiso” que trasciende al público.