Futbolistas weichafes

Imagen del autor

Por José Roggero
Actualizado el 11 de agosto de 2021 - 10:03 pm

En medio de una problemática mapuche cada vez más compleja y proveedora casi exclusivamente de noticias duras y dramáticas, la creciente aparición de jugadores de esta etnia en nuestras canchas es un fenómeno alentador para el fútbol chileno. 

Por JOSÉ ROGGERO

Las reivindicaciones del pueblo mapuche ponen en jaque al Estado chileno, que aún no decide cómo resolver un problema centenario. Tan enrevesado es su abordaje que el país se ha acostumbrado a recibir noticias que preocupan más que alientan esperanzas de solución. 

En medio de este clima, un hecho no estudiado ni analizado es la ya sostenida aparición de futbolistas mapuche en el fútbol nacional, alimentando incluso a la Selección. 

En los últimos años el estandarte de esta tendencia es Jean Beausejour Coliqueo, quien no ha dudado en abrazar la causa de sus raíces maternas por legitimar sus reivindicaciones ancestrales.

Esa mezcla cada vez más evidente en todo el país explica que por primera vez un futbolista con sangre mapuche como Beausejour se atreviese hace cinco años a confesar públicamente su anhelo de que en algún momento su pueblo cuente con una selección de fútbol.

“Me encantaría antes de retirarme jugar un partido con la ‘Selección de Wallmapu’. Sería mi sueño”, manifestó en 2015 Beausejour, consultado de si es partidario de una iniciativa de esa índole, tal como ocurre en España con las selecciones de las distintas nacionalidades.

El tema de una Selección Wallmapu (Pueblo Mapuche, en mapudungun) bien pudo haberlo planteado en los años 90 el máximo referente futbolístico de esa etnia, Marcelo Salas Melinao, cuando estaba en el apogeo de su carrera y su idolatría rebasaba los márgenes de la hinchada de la Universidad de Chile.

Pero Salas -cuyas demostraciones solidarias concitan reconocimiento en el mundo del fútbol- discursivamente nunca ha ido más allá de declararse orgulloso de su origen étnico. En cambio, ha rehuido un apoyo explícito a la causa mapuche, temeroso quizás de aparecer involucrado en un escenario cada vez más peliagudo.

Justo es reconocer también que hace dos décadas el tema mapuche era recién abordado en el Chile post dictadura y, tal como en otros ámbitos, lo prioritario era crear una institucionalidad que abordara las demandas largamente ocultas.

Y los futbolistas mapuche no pasaban de un puñado. Hasta entonces el hincha solo podía hacer un nexo étnico-futbolístico con Colo Colo y las solitarias irrupciones del arquero René Quitral, seleccionado chileno en el Mundial de 1950; el zaguero de Antofagasta Víctor Villalón, que en los años 70 terminase jugando en la selección de Bolivia; el central de Palestino Miguel Caneo y el goleador de Magallanes Manuel Pichulman, que acabó jugando en el fútbol belga.

EL PORQUÉ DE ESA ESCASEZ

Indudablemente, esa magra representación es consecuencia de la invisibilidad global sufrida por largo tiempo. Casi como una metáfora, el imaginario nacional asociaba al pueblo mapuche con los amasanderos emigrados a las urbes y condenados al trabajo nocturno en las panaderías.

Fueron décadas también en que el pueblo mapuche sufrió una fractura que recién hoy comienza a sanar. De un lado quedaron los que siguieron mal viviendo en sus tierras, aquellas que lograron salvar de la voracidad a veces hasta ilegal de chilenos y extranjeros, y del otro los que quisieron escapar de esa realidad emigrando a las ciudades.

Fueron también épocas en que los mapuche urbanos fueron estigmatizados como alcohólicos y menospreciados en los barrios, colegios y el trabajo. De tanto serlo, la mayoría prefirió ocultar su origen, chilenizando o cambiando sus apellidos y dejando de hablar su idioma, exiliando con ello a sus hijos de sus raíces.

En esas condiciones, imaginar a niños mapuche intentando ser enrolados en clubes de fútbol profesional escapaba a toda lógica. Ese acercamiento fue prácticamente nulo en las décadas de los 70 y 80, escuálido en los 90 y alentadoramente creciente durante los primeros 14 años de este siglo.

Esta inserción deportiva va de la mano del paulatino cambio de percepción de este pueblo sobre sí mismo. En el cuestionado Censo 2012 casi 1 millón 500 mil encuestados se asumieron mapuche. Fueron 905 mil más que el Censo 2002. Aunque las cifras muestran altibajos de censo en censo, y no son por ello plenamente confiables, las autoridades atribuyeron este aumento explosivo a que los mapuche están recuperando el orgullo de serlo y a que se sienten menos discriminados.

Esta autoestima mejorada indudablemente repercutirá en más menores mapuche probando suerte en las series cadetes.

COLO COLO, FIEL A SU LEGADO      

Haciendo honor a su nombre y a su escudo, es el equipo popular el que comienza el proceso de integración. Tanto así, que hasta podría formar un equipo mapuche solo con los formados en su cantera, prescindiendo de los que llegaron de otros equipos, como Marco Millape (1976) y el mismo Beausejour (1984).

Alfonso Neculñir .

Alfonso Neculñir y Miguel Antipan, lateral y central respectivamente de la generación nacida en 1960, son los pioneros. El segundo llegó hasta la serie juvenil, mientras que Neculñir fue largos años titular en el primer equipo y reconocido por la afición alba como el primer cacique de carne y hueso, tanto por su origen como por su estilo de juego aguerrido e indomable. Su hermano menor Gregorio, también lateral, salió directamente de la Juvenil a la entonces División de Ascenso.

Luego hay un vacío que empieza a ser rellenado en la segunda mitad de los 90, primero con Francisco Huaiquipan y Pablo Huaracan, ambos talentosos mediocampistas nacidos en 1978. El “cacique de La Legua” terminó su formación en Magallanes y retornó en gloria y majestad en 2002. Huaracan sí completó su ciclo, pero ansioso por una oportunidad pidió ser enviado a préstamo a Deportes Temuco y después dejó el profesionalismo.

Gonzalo Fierro Caniullán.

Viene enseguida Gonzalo Fierro (1983) y después el arquero Rodrigo Paillaqueo (1987), preseleccionado juvenil por el entrenador de origen diaguita José Sulantay de cara al Mundial de 2007.         

La generación de 1991 aporta tres jugadores. El más conocido es el atacante Nicolás Millan, debutante con poco más de 14 años en la era Borghi. También completaron todo su proceso formativo el central Leandro Marihual y el delantero Gonzalo Marivil.

De 1992 es el zaguero Cristian Neculñir, hijo de Alfonso, y que derivó también a la Segunda División. Nacido en 1995, el puntero derecho Daniel Malhue, una ex promesa alba que fue seleccionado sub-20. 

En la categoría 1996 aparece el central zurdo Hardy Cavero, que debutó en el primer equipo. En las categorías más bajas hay otros nombres que aseguran larga vida a la dinastía mapuche en el cuadro de Macul.

OTROS APORTES

La contribución de los otros clubes es claramente menor, aunque no escasean de la Región del Biobío al sur.

Universidad de Chile tiene el privilegio de haber aportado a Marcelo Salas, pero después de él cuesta encontrar otros exponentes. En las series menores jugaron Ángelo Millahual, Álex Necul y César Filún.

Universidad Católica exhibe a Beausejour, pero también al lateral Frank Carilao (1977), al volante Iván Vásquez Quilodran (1985) y al espigado central Guillermo Maripan (1994), actual titular en la Selección.

En su época de gloria, en la mitad de los años 80, Cobreloa tuvo en sus filas a Juan Pallacan.

Palestino aportó en los años 90 al volante Rodrigo Lemunao (1978), y más tarde al goleador juvenil Patricio Marcelo Salas Huincahue (1988), que compartió en una selección sub-17 con Alexis Sánchez. Hoy luce orgulloso a los hermanos Paulo y Nicolás Díaz Trincahue, ambos seleccionados y el primero incluso titular en River Plate. 

En Audax Italiano está el goleador juvenil Camilo Melivilu (1993), varias veces convocado por Mario Salas en la selección Sub 20.  

Dagoberto Currimilla.

En el Biobío, Huachipato aportó al defensa Rodrigo Rain (1975) y al volante externo Dagoberto Currimilla (1987). Deportes Concepción sumó en su momento al lateral volante Darwin Pérez Curiñanco (1977). Fernández Vial al central Claudio Loncon (1980) y la Universidad de Concepción a los hermanos Marwin y Adiel Quiñelen. Deportes Talcahuano a Jorge Melillan y Lota Schwager al delantero José Huentelaf (1989).

Curiosamente, la Araucanía no es pródiga, posiblemente porque salvo la breve aparición de Unión Temuco, la región ha sido históricamente representada por un solo club, Deportes Temuco. Cristian Canío (1981), Pedro Coliñir y el goleador Rodrigo Asenjo Antinao (1990) son sus emblemas.

Mauricio Tampe.

La región de Los Lagos ha hecho un abundante aporte. El más destacado es Marco Millape (1976), titular en el Colo Colo campeón en la quiebra. Mauricio Tampe (1976) resguardó la franja izquierda de Universidad de Chile, y el arquero Raúl Imilpan (1972) fue titular largos años en Provincial Osorno. También hicieron carrera, afincados en el sur, César Talma, Carlos Llaitul, Sandro Panguinamun, Víctor Huenchucheo y Ernesto Huaiquian. Todos ellos jugaron entre los años ‘80 y ‘90. Actualmente resaltan Javier Lemari (1985), en Santa Cruz, y Ángelo Lefian (1991), que estuvo en Provincial Osorno.

LOS MAPUCHE TRASANDINOS    

En Argentina los mapuche también han llegado al fútbol. Su presencia es evidentemente menor dado que su población apenas supera levemente los 100 mil, casi todos asentados en las provincias de Chubut, Neuquén y Río Negro.

El más conocido para los chilenos es el volante Cristián Canuhe (1987), que desde 2010 formó parte del plantel de Audax Italiano.

Cristián Canuhe

Mejor trayectoria luce Ariel Nahuelpan (1987). Fuerte y goleador, el nacido en Nueva Chicago ha batido redes en Brasil, España, Ecuador y México. En este país defendió con éxito al Pachuca.

Daniel Neculman (1985) es otro delantero tan trotamundos como Nahuelpan. Con paso por equipos de Argentina, Ecuador, Colombia, Perú, México y hasta Chile (Deportes Temuco y Naval).

Y finalmente, una rareza que puede quedarse en eso o llegar a ser un destacado exponente mapuche en el fútbol argentino. 

Es Claudio Ñancufil (2005), surgido en el Martín Güemes de Bariloche, cuya llamativa habilidad descubierta en Youtube despertó a mitad de esta década la voracidad del Real Madrid y el Barcelona. El chico, apodado el “Messi mapuche”, estuvo en los centros formativos de ambos gigantes. Al parecer no convenció plenamente y hoy intenta llegar al profesionalismo en Racing Club, al igual que su hermano menor, Brian.