¡Esta comparación sí que es odiosa!
Ponerse a buscar diferencias entre la conducta de los dijes atletas de la Eurocopa y la mala leche disfrazada de picardía que abunda en nuestro campeonato puede volverse un ejercicio altamente depresivo.
Por ELE EME
Pese lo dificultoso que se hace por el cada vez más dudoso expertise del encargado de comprar los derechos de transmisión satelital de los partidos de la Eurocopa (el martes de esta semana, sin ir más lejos, programó Suecia versus Ucrania por sobre el infartante superclásico Inglaterra ante Alemania), he tratado de seguir los pormenores de ese torneo. Qué quiere que le diga. Puras ganas de llorar al comparar con lo que vemos por estos lados.
Bajo el riesgo de profundizar hasta niveles irreversibles nuestra endémica depresión futbolística, le propongo confrontar las diferencias entre el comportamiento, la educación y la clase de los futbolistas que participan en ese torneo y en esas latitudes y lo que pasa en nuestras canchas.
1.- El piscinazo como filosofía de vida
En nuestra liga los casos de actores eximios encerrados en cuerpos de futbolistas son más frecuentes de lo que quisiéramos. Roberto Rojas fue quien llegó más lejos en el “arte” de representar una realidad diferente a la que acontecida, pero también están los casos de Arturo Jáuregui y Fernando Medina (del Magallanes de los ’80, uno de los planteles que más penales se fabricó en la historia de nuestro balompié), “Tobi” Vega, Manuel Neira, “Murci” Rojas, Fabián Guevara, Felipe Flores y el mismo Charles Aránguiz antes de alcanzar estatura internacional (ahí ya tuvo que dejar el alaraqueo de lado, por lo mal visto para su actual estatus). Se trata de los típicos jugadores que son capaces de darse diez revolcones para un lado y diez para el otro, manteniendo todo el rato un ojo abierto para chequear si el árbitro “compró” su impresionante performance.
Una simulación de un compatriota que dio la vuelta al mundo fue la que protagonizó Bryan Carrasco en un partido de 2011 por el Sudamericano sub 20 realizado en Perú, entre La Roja y Ecuador. La escena, que algunos miembros de la Academia han comparado con el diálogo en el bar de Humphrey Bogart e Ingrid Bergman en “Casablanca” tuvo su punto cúlmine cuando “Velociraptor” tomó la mano de un rival y con ella se golpeó él mismo en la cara, arrojándose posteriormente al pasto y quejándose desgarradoramente del “automanotazo”. Sí, el árbitro le concedió la falta.
Eso no se ve en Europa. En gran parte por un tema de idiosincrasia (“cuna”, para ser más directo) y, en el caso de inmigrantes o jugadores comunitarios procedentes de otros continentes y culturas, porque, como astutaamente lo anunció la UEFA en la víspera de esta magna competencia, se perseguiría especialmente a los futbolistas que fueran sorprendidos perpetrando simulaciones.
2.- Influencers con pichanguera
Otra diferencia notoria: en el viejo mundo cuando el árbitro va a consultar el VAR no se agolpan a sus espaldas los jugadores de ambos equipos diciendo “¡no fue nada, profe! ¡Si ya se paró ya!” o “está clarita la patada, pero miiiiiire. Ohhhh se la puso sin asco, hueonoooo”, tratando de llevar el veredicto a su favor. Allá ni siquiera se les pasa por la mente acercársele al juez en esas instancias. Equivale a que la familia del imputado irrumpa en la sala donde está deliberando el jurado. Lo peor es que por estos lares cada vez se ponen más encima los jugadores. Ya veo que empiezan a tocar la pantalla del VAR para respaldar sus argumentos.
3.- Del fair play al “Mono” Sánchez
Décima fecha del campeonato de Primera A en curso. Santa Laura. El arquero de Unión Española, Diego “Mono” Sánchez, se apresta a sacar la pelota con el pie. Con una mano la lanza al aire, se le cruza el defensor de Antofagasta Andrés Robles y el portero, lejos de interrumpir su acción y recoger la pierna le chanta el voleo en pleno trasero, sin ninguna posibilidad ni ganas de darle a la pelota.
Con una mano en el control remoto, ¿usted cree que alguna vez se va a ver a Kroos interponiéndose tan provocativamente ante un saque de Pickford? ¿O al meta inglés aforrándole una chuleta al alemán al ver que no se corre? Si le digo cero posibilidad me quedo corto. Todavía menos que eso.
Nunca veremos a Yarmolenko tirando la pelota lejos cuando su selección va ganando ni a Donnarumma quedándose cinco minutos tirado en el área fingiendo una polifractura para hacer tiempo.
En cambio acá Sánchez, no contento con haber pegado el patadón maletero, hasta sube la historia de su “gracia” a su Instagram. ¡Ni siquiera nos queda la vergüenza, por la chita!
4.- Y más encima, fachosos
Voy a parecer frívolo en este punto, pero qué le hace una raya más al tigre. Hablemos de la estética, de la presentación personal, de lo físico. Desde la vereda de una heterosexualidad que a veces llega a ser exagerada confirmo lo evidente, que los futbolistas europeos y en general, los que juegan en ese continente, son muchos más imponentes desde el punto de vista anatómico.
En altura, por ejemplo, nos superan con holgura. Con decirle que si algunos seleccionados daneses o belgas o suizos parecen petisos es exclusivamente porque sufren el síndrome “Manuel Herrera”. ¿Recuerda a Herrera? Era un basquetbolista chileno, de la Católica de los ‘80, talentosísimo y que al lado de sus espigados compañeros, ya sea connacionales (Jorge O’Ryan) o extranjeros (Darryl Bauchman), se veía diminuto, sin serlo realmente.
En cuanto a la armonía de los rasgos, nuestros peloteros autóctonos no tienen mucha pelea que darle a los nórdicos, anglosajones, italianos o teutones (y hasta los españoles, que por “consanguinidad” podrían acercarse más a los créditos de acato en cuanto a porfía de caracho). Se lo pongo de esta manera: si se metieran a Tinder al mismo tiempo los integrantes de La Roja y los de los representativos del viejo continente, en la primera semana Vidal, Medel, Jean Meneses, Edu Vargas, el Huaso Isla y Erick Pulgar tendrían muchas menos visitas a sus perfiles que los europeos. Es por eso que para ellos el del peluquero es un servicio esencial. ¿Vio que todo tiene su razón de ser?