Elección en la ANFP: ¿Salah, “carta ganadora” de la lista de Fernando Aguad? Hummm…

El “mentolatum” del fútbol chileno, puesto que ha sido jugador, entrenador, dirigente de club y timonel del fútbol profesional, sigue gozando de una incomprensible fama. Como presidente de Blanco y Negro jamás alzó la voz en contra de Jadue y luego, sentado en el sillón de Quilín, sólo lo vamos a recordar por habernos clavado con Reinaldo Rueda para La Roja y por desafiliar arbitrariamente clubes, contraviniendo incluso las recomendaciones de la FIFA.
Por LAUTARO GUERRERO / Foto: AGENCIAUNO
Su paso por la testera de Blanco y Negro, la usurpadora concesionaria de Colo Colo, fue de una llamativa opacidad. No hay recuerdos rescatables de su gestión. En ese cargo, puesto allí por su amistad con ese pájaro de cuentas llamado Leonidas Vial, Arturo Salah pasó por el Consejo de presidentes de clubes con menos brillo que zapato de gamuza. Será recordado, precisamente, por lo opuesto a lo que era considerado por el medio su principal capital, esto es, su seriedad y, sobre todo, su rectitud a toda prueba.
Y es que, como sabemos que Salah bobo no es, es incomprensible que jamás hubiera abierto la boca para preguntar por qué, a todas luces, el fútbol se lo estaban robando en camiones el presidente, Sergio Jadue, y su horda de secuaces. Y cuidado, que a esas alturas el calerano pillín ya había sido puesto en duros aprietos luego que Miguel Nasur, por la época presidente de Santiago Morning, había solicitado que el directorio de la ANFP entrara en el congelador hasta tanto no se dilucidara el primer episodio turbio en el que Jadue se vio involucrado: la estafa cometida por Tomás Serrano, principal accionista de Unión La Calera que, saltándose la Ley de Valores, usaba las acciones que sus clientes dejaban en custodia en la corredora de su propiedad para realizar negocios que la ley no permite, como la compra de canales de TV, bienes inmobiliarios y, por cierto, en el mismo club “cementero”.
Esa estafa, que alcanzó a los 20 mil millones de pesos de la época, sorprendió a Jadue como timonel calerano, ubicado allí desde el año 2009 y apoyado por el propio Serrano. Mientras éste fue al final condenado a 15 años de cárcel, a Jadue no lo tocaron ni con el pétalo de una rosa.
Queda comprobado que los pillines y sinvergüenzas tienen más vidas que un gato.
Más allá de este episodio, para muchos, desconocido o simplemente olvidado, cuando Salah preside Blanco y Negro las tropelías de Jadue ya eran un secreto a voces. Sin embargo, en el seno del Consejo de presidentes, Arturo Salah, timonel de Blanco y Negro, permaneció siempre callampín bombín.
Para qué decir cuando el delincuente huyó a Miami, para cantar como un canario para los muchachos del FBI, a cambio de no ir en cana. Tras un breve interinato de Jaime Baeza, goma de Jadue, la mayoría de los presidentes del fútbol vieron en Arturo Salah el hombre recto, serio y probo para recuperar la credibilidad del fútbol, a esas alturas por los suelos tras el colosal choreo del calerano.
Vencedor en esa elección frente a Pablo Milad, ahora en el sillón de la ANFP, Salah nunca mostró mucho interés que digamos por llegar a la verdad, concluir cuánta plata se habían robado y, en lo posible, tratar de recuperar algo que fuera. De las querellas anunciadas, nunca más se supo. Al contrario: será recordado por su ensimismamiento en los Consejos, porque no hablaba nunca y, si alguien llegaba a consultarle o a interpelarlo, le tiraba la pelota a su vice, Andrés Fazio, para que éste diera la cara. Y si se trataba de platas, entonces era su tesorero, Aldo Corradossi, el que tenía que sacar la culebra a veces recurriendo a un “power point”.
No es todo: tan molesto e indignado quedó Salah con el delincuencial paso de Sergio Jadue por la testera de la ANFP, que no trepidó en incorporar a su directorio a Gaspar Goycoolea, una de las tantas manos derecha del calerano y, como tal, cómplice absoluto por acción o por omisión del gigantesco choreo de los dineros del fútbol.
Accionista en ese tiempo de San Luis, Goycoolea pasó luego, como presidente de la entidad quillotana, a respaldar absoluta y completamente a Jadue a través de otro de sus directores: Jaime Baeza, quien hasta intercedió en la compra de una propiedad para el punga en la localidad de La Cruz.
En su paso por la sede de Quilín, Salah será recordado más bien por habernos clavado con la contratación de Reinaldo Rueda para dirigir la Roja, y por haber desafiliado del organismo primero a Deportes Ovalle y luego a Deportes Concepción.
A Deportes Ovalle por el no pago de los sueldos de un mes, en circunstancias que los propios jugadores ni siquiera habían pataleado. Entre otras cosas porque no era primera vez que los dirigentes ovallinos se atrasaban unos días, pero los morlacos finalmente igual llegaban. No fue todo: el directorio de Salah contaba con un fondo del club disponible para un caso de emergencia, ascendente a 15 millones de la época y con el cual la deuda quedaba saldada. Curiosamente, nunca lo hizo efectivo. Sin embargo, valiéndose de un Consejo de presidentes tan dócil como el que había tenido Sergio Jadue, se decidió la desafiliación de Deportes Ovalle del torneo de Segunda División, y bajando a la Tercera Serie, obviamente, dejó de formar parte de la ANFP.
Lo de Deportes Concepción fue peor. El club “lila”, transformado en la Sociedad Anónima “Fuerza, Garra y Corazón”, pertenecía a tres dueños, cada uno con un 33,3%: Nibaldo Jaque, Adolfo Sabando y Pablo Tallarico, este último agente de jugadores. Pésimamente manejado, el club pronto se quedó sin dinero para pagarles a los jugadores, cuerpo técnico y administrativos. ¿Qué se había hecho la plata? Nunca se supo, aunque existieron fundadas sospechas de que en el club penquista había ocurrido algo muy similar a lo acontecido en la ANFP con Jadue.
En términos bien chilenos, los avispados regentes también le habían puesto ruedas al club.
En una decisión tan injusta, abusiva como aberrante, el directorio encabezado por Salah le propuso al Consejo la desafiliación de Deportes Concepción. Salvo Cobreloa, Santiago Morning y el propio club penquista, todo el resto de los clubes aprobó mansamente la medida, y sin ningún tipo de cuestionamientos.
¿Qué culpa podían tener el plantel, los chicos de las series menores, el cuerpo técnico, los administrativos y los hinchas del club de que la plata se la hubieran robado escandalosamente ese trío de frescolines y aventureros? Ciertamente, ninguna. Pero el directorio de Salah se salió con la suya, yendo incluso en contra de los propios predicamentos de la FIFA, que insta a las federaciones y asociaciones a aumentar el número de clubes en lugar de disminuirlos.
Es por todo eso, y bastante más, que llama la atención la inclusión de Arturo Salah en la lista de Fernando Aguad que, el 8 de noviembre, irá a la pelea frente a Pablo Milad y Lorenzo Antillo por el sillón de la ANFP para los próximos cuatro años.
Envuelto el fútbol chileno en una crisis casi absoluta, nadie puede olvidar que, desde su cargo de director de Deportes, bajo la presidencia de Ricardo Lagos, Salah fue, junto a Heraldo Moreno, ministro Secretario General de Gobierno, principal impulsor y defensor del nefasto y corrupto sistema de Sociedades Anónimas Deportivas que hoy nos rige. Que, dirigiendo ese organismo en el que estuvo siempre a contrapelo (“nunca trabajé tanto por tan poca plata”, declaró una vez), a Chiledeportes los clubes le pasaron reiterados goles, presentando a sus series menores como una entidad aparte (“Fútbol Joven”, le pusieron los Pepe Antártico), de modo que fueran favorecidos por el Sistema de Proyectos Deportivos Sujetos a Franquicias Tributarias.
¿En qué consistía la martingala? Que los frescolines regentes financiaban buena parte del trabajo de sus series menores con platas que aportaban poderosas empresas que, luego, descontaban hasta un 66% por ciento en impuestos gracias a esas filantrópicas donaciones. Llegado el día que uno de esos chicos fuera eventualmente transferido a un club del exterior en cifras millonarias, topón para adentro nomás. El Estado asopado jamás iba a recibir ni un solo peso por ayudar económicamente a un negocio de privados, resignando impuestos que harta falta hacen para cosas más útiles y terrenales.
A Salah, que como director técnico sólo pudo ser campeón con Colo Colo (1986 y 1989), se le tuvo siempre por un tipo muy organizado y estructurado. Ese fue siempre su principal capital, y con el cual desenrrolló siempre la culebra para mantenerse en el primer plano.
Pero también esa buena estrella se fue apagando. No sólo porque ni en Chile ni en el extranjero pudo reeditar sus títulos con la alba, sino porque, en septiembre de 2011, metió la pata hasta la rodilla dirigiendo técnicamente a Huachipato. En un partido de Copa Chile, frente a la Universidad de Concepción, alineó a seis extranjeros en circunstancias de que, de acuerdo a las bases del certamen, el tope eran cinco.
Consecuencia: Huachipato fue eliminado en cuartos de final con un global de 2-5 y, para enmendar en parte su error, renunció a la banca acerera y hasta pagó la multa prevista para estos casos: 500 UF, unos 11 millones de la época.
Así es que, eso de que Arturo Salah y Cecilia Pérez son las cartas ganadoras que presentan en sus listas Fernando Aguad y Lorenzo Antillo, respectivamente, es hasta por ahí nomás.
¿O es que utilizaron una ironía tan fina, muchachos periodistas, que supera la comprensión de este columnista nihilista y hocicón?