El último Mundial del Diego

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Por Patricio Vargas
Actualizado el 28 de agosto de 2020 - 10:50 am

Diego Maradona último partido

Tras la confirmación que Maradona era el doping positivo, la tragedia fue inmediata. Como si la noticia no fuera ya terrible, la FIFA pidió que Diego dejara la concentración e idealmente el país.

Por PATRICIO VARGAS

“Vas a ver qué lindo, cuando allá en la cancha
mis goles aplaudan; seré un triunfador.
Jugaré en la quinta, después en primera,
yo sé que me espera, la consagración”.
‘El sueño del pibe’, Reinaldo Yiso.

Por diferentes razones, el mundial de 1994 fue uno de los más ingratos que recordamos. No solo porque nuestro país no pudo ni siquiera participar de las Clasificatorias, sino que por los acontecimientos que marcaron la historia del fútbol mundial. Sin duda, el asesinato de Andrés Escobar es uno de los peores recuerdos futboleros de los últimos treinta años.

Después de ese recuerdo, cualquier cosa suena banal. Pero este fue el último Mundial del Diego.

Ya, las clasificatorias fueron una historia aparte. Significó el inicio de los cruces en dos grupos de todos contra todos, en dos ruedas, entre las selecciones sudamericanas (anteriormente eran tres grupos). Después del corte del Cóndor Rojas en 1989, en el Maracaná, Chile fue sancionado y no participó del proceso.

Debimos haber estado en el grupo A, junto a Colombia, Argentina, Paraguay y Perú. Quien ocupara el primer lugar, iría de manera directa al Mundial. El segundo de ese grupo debía ir a un repechaje con el primero de Oceanía.

En el grupo B, los dos primeros fueron al Mundial. El futuro campeón del torneo, Brasil, y la inolvidable selección de Bolivia dirigida por Azkargorta.

Argentina jugó unas Clasificatorias aceptables, pero al otro lado estaba Colombia. Ambas selecciones llegaron al día 5 de septiembre de 1993 con posibilidades de clasificar directamente al mundial.

A Colombia le bastaba empatar, pero Argentina tenía que ganar a toda costa. El Monumental de River se transformó en la habitual caldera que hierve cuando juega la selección. La confianza era la habitual en Buenos Aires. Argentina venía de jugar las últimas dos finales de las Copas del Mundo y bajo la dirección de Alfio Basile, ganó las Copas América de 1991 y 1993, por tanto, el barrio de Núñez esperaba un final feliz. Con Maradona en la tribuna, después de 41 minutos de juego, comenzó la pesadilla que terminaría con el cinco a cero. Vergüenza, tituló El Gráfico en una histórica portada negra que incluía varias preguntas. Una de ellas era: ¿Maradona es culpable o inocente? Fuera lo que fuera, terminó siendo un salvador.

Portada histórica de El Gráfico luego del cinco a cero.

“Si yo fuera Maradona,
viviría como él
Porque el mundo es una bola
Que se vive a flor de piel”
‘La Vida Tómbola’, Manu Chao.

Maradona había sido sancionado después de un partido Napoli – Bari, en 1991, por doping positivo. Fueron quince meses de ostracismo. Una intervención de la FIFA, que lo necesitaba para promocionar el Mundial en EE.UU, hizo que los napolitanos lo transfirieran al Sevilla. En Andalucía estuvo hasta 1993, momento en que voló a Argentina para jugar en el Newell’s del Indio Solari. Estando ahí, lo llamó Basile. La obligación era ir a la repesca con Australia. Empataron como visitantes 1-1 y ganaron 1-0 en Buenos Aires, con un gol luego de un centro de Batistuta que rebotó en Tobin. Después del partido, de manera inédita, no hubo control antidoping. Quizás era un anticipo de lo que se vendría.

La preparación de Maradona para el mundial de EE.UU `94 resultó tan mediática como asombrosa. Viajó a la Pampa y realizó rutinas espartanas a cargo del PF Fernando Signorini, logrando llegar al torneo incluso con menos peso que en México `86. Sus hijas Dalma y Giannina eran muy pequeñas para haberlo visto en Italia `90, y el Diez quería estar bien también por ellas.

El Mundial tenía a los favoritos de siempre, más Colombia. Pero Argentina iba con una fe inmensa. Hace unos años, Gabriel Batistuta dijo que esa había sido la mejor selección que integró y que veía cercana la posibilidad de levantar la copa.

La participación argentina fue vivida con la intensidad trasandina habitual. Era la Argentina del primer período de Menem, que privatizó todo lo que pudo, que tenía el cambio de peso a dólar uno a uno, y que ofrecía endeudarse como la panacea: “Ahora hay créditos, ¿o cómo te compraste el departamento?”, rezaba una de las propagandas menemistas previas a la reelección.

“El último golazo contra Grecia,
que Diego nos legara como herencia.
El eterno picado en el baldío,
donde empieza a soñar el piberío”.
‘Simplemente fútbol’, Alberto Cortez.

A las personas que conozco y que vivieron en EE.UU, les llama la atención que en América Latina se diga que el fútbol, el soccer, no sea popular en ese país. Debe ser el deporte más practicado, pero sucumbe ante la espectacularidad mediática del béisbol, el básquetbol o el fútbol americano. Inventos propios, además. A quienes llegábamos desde el colegio, nos acomodaba ver un partido después del almuerzo y el otro antes del noticiero, para comentarlo entre los compañeros al día siguiente.

Argentina integró el grupo D, junto a Grecia, Nigeria y Bulgaria. Era el primer Mundial que otorgaba tres puntos al ganador, clasificando los dos primeros lugares de cada grupo y los cuatro mejores terceros puestos a la ronda siguiente. La nómina argentina tuvo a dos conocidos para Chile: Sergio Fabián Vásquez, que jugaba en la Católica y Leonardo Rodríguez, en ese entonces en Borussia Dortmund y que después vendría a la U. Basile ha reconocido que le costó sacar a Gorosito de la convocatoria, pero finalmente optó por el Leo. Antes de partir al Mundial, Argentina aterrizó en Chile para jugar un amistoso el 18 de mayo ante la Selección que dirigía Mirko Jozic. El partido fue un espectacular 3-3, marcado por el debut (con un gol) de Marcelo Salas en La Roja y un suplicio para el Pato Toledo en el arco.

El debut argentino en la Copa del Mundo confirmó los pronósticos. Ganó cómodamente a Grecia 4-0, con el último de los 34 goles que hizo Maradona por la albiceleste, en su cuarta participación en una Copa del Mundo. El grito de gol con los ojos desorbitados, en primer plano frente a la cámara, dio para comentarios de todo tipo. Era común relacionar a Maradona con el consumo de drogas desde su primera sanción en Italia y en términos mediáticos, los comentarios y las bromas se multiplicaron.

La cara llena de gol. El último grito de Maradona en un Mundial.

El segundo partido frente a Nigeria fue intensísimo. Fue el último de los 91 que jugó Maradona por Argentina. Si bien lo partió perdiendo, dos goles de Caniggia, que fueron resultado de esa viveza de potrero que abunda el otro lado de la cordillera, anticipaban la clasificación. Pero al finalizar el duelo, comenzó la debacle. No recuerdo otro caso en donde uno de los sorteados para el control antidoping fuera llevado por la enfermera desde el propio campo de juego.

La enfermera Sue Carpenter y Maradona luego del partido ante Nigeria.

La imagen de Sue Carpenter llevando de la mano a un risueño Maradona anticipó el final. El doctor Peidró, integrante del cuerpo médico argentino, dijo que fue él quien la incentivó a entrar a la cancha. Le había caído simpática en una conversación donde la enfermera le dijo que había tenido una pareja argentina. El jugador de Católica Sergio Fabián Vásquez fue el otro sorteado para el doping. En uno de los traslados de la delegación, en pleno vuelo, el cuerpo técnico fue avisado que uno de los controles había dado positivo. ¿Habrá pensado alguien en Sergio Vásquez? Dos días después del partido contra Nigeria, en una entrevista a Canal 13, Maradona pronunciaría una de sus tantas frases célebres: “créeme que me cortaron las piernas”.

El momento de la frase. “Me cortaron las piernas”.

“Llenó alegría en el pueblo, regó de gloria este suelo.
Carga una cruz en los hombros por ser el mejor,
por no venderse jamás al poder enfrentó”.
‘La Mano de Dios’, Rodrigo

De ahí en adelante, todo fue cuesta abajo en la rodada. Tras la confirmación que Maradona era el doping positivo, la tragedia fue inmediata. Como si la noticia no fuera ya terrible, la FIFA pidió que Diego dejara la concentración e idealmente el país. En ese escenario, el equipo entró en la lona al último partido. Cayó 2-0 contra Bulgaria y los planes cambiaron. Si ganaban el grupo, esperaban cinco días para el siguiente partido y volvían desde Dallas a la sede de los dos partidos anteriores, Boston. Al quedar terceros (empataron con seis puntos en el primer lugar con Nigeria y Bulgaria, pero la diferencia de goles hizo lo suyo), el plazo se acortó a tres días y debió cruzar más de dos mil kilómetros para ir a Los Ángeles. Cayeron 3-2 frente a Rumania, que también tenía un equipazo (Hagi, Popescu, Radocioiu, Petrescu). Maradona lloró junto a su familia en la tribuna.

Muchas versiones existen del por qué de esta historia. Qué la traición de Grondona (el cuerpo técnico hasta hoy dice que hizo un control de doping interno y todos los jugadores dieron negativo), que Havelange quería darle un Mundial a Brasil como presidente de la FIFA, que debió haber viajado Signorini como preparador físico de Maradona, que debió seguir el doctor Madero como médico de la selección. Que se compraron sin precauciones un par de medicamentos (Decidex y Nastizol) con efedrina, en una farmacia cualquiera en EEUU. Como corolario desastroso, al día siguiente de la final del Mundial, el lunes 18 de julio de 1994, 85 personas fallecieron luego del estallido de una bomba en la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA). El peor atentado terrorista en la historia del país.

Maradona recibiría quince meses de sanción. Ese mismo año, emprendería en Mandiyú de Corrientes y luego en Racing de Avellaneda, sus primeras aventuras como director técnico. Como jugador, cerró su carrera en Boca Juniors. La historia de un Mundial que Argentina vio cerca y que se esfumó. El último del Diego, que cometió uno de los errores que describió en su despedida. Y por los que pagó. Pero la pelota no se mancha.

Goles de Argentina en EEUU 1994: