El subconsciente de Romai

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Por Jorge Castillo Pizarro
Actualizado el 20 de agosto de 2017 - 1:38 pm

El desagradable episodio entre el ex periodista del CDF y su colega Grace Lazcano puso en evidencia que en el fútbol todavía campea la cosificación de la mujer, vista como un adorno o, peor todavía, un mero objeto sexual.

Responda o no a maniobras internas interesadas en su contra, la salida del CDF del periodista Romai Ugarte por su ofensivo e inequívoco gesto bucal cuando su colega Grace Lazcano era presentada como nueva panelista del canal, demuestra que la irrupción (intromisión, para algunos) de la mujer en el mundo del fútbol es un fenómeno todavía no digerido ni menos aceptado.

Tolerado, tal vez. Pero con mucha hipocresía de por medio. De un modo grosero, Ugarte verbalizó lo que yace en el subconsciente de muchos afectos al fútbol.

En un deporte plagado de hábitos y costumbres tribales, cuando no derechamente machistas, la aparición de la mujer en los estadios fue por mucho tiempo vista con una óptica cargadamente sexual: había que ser valiente o estúpido para llegar al estadio acompañado de pololas, amigas o hermanas que eran pasto fecundo para silbidos, piropos o procacidades.

Por décadas el menosprecio por la presencia femenina en el fútbol se ha dado incluso en el hogar. Las mujeres sentadas junto al hombre viendo un partido televisado escaso derecho tenían para hacer comentarios por “no saber” o no “haber pisado nunca una cancha”. Cómo podían comprender un amague, un enganche, una patada o un pelotazo si jamás habían sentido aquello en carne propia.

Una suerte de califato pelotero que ojalá  empiece a tener sus días contados.

Algunas señales hay.

En primer lugar, porque la mediatización del fútbol, precisamente gracias a la televisación de las grandes competencias, convirtió a este deporte en un fenómeno subyugante para hombres y mujeres. Un espectáculo de primer nivel gracias a la posibilidad de ver en directo a sus mejores exponentes.

Paralelamente, porque como un subproducto indeseado pero insoslayable, la aparición de las barras bravas consolidó la presencia de las mujeres en los estadios. Ya no como la pololita que se congraciaba con su amor, sino que como activas y apasionadas hinchas dispuestas a todo por alentar y defender el honor de su camiseta.

Y definitivamente, porque las mujeres ya no se conformaron con ir al estadio o mirar partidos por la tele. Entraron a las canchas y de a poco pulieron sus debilidades hasta convertir “su” fútbol en un deporte valorado. La FIFA les reconoció ese estatus organizando mundiales femeninos y competencias en todos los países.

Así pasó también en Chile. Primero en el barrio, después en colegios,  universidades y ligas femeninas. Finalmente en los clubes tradicionales. Hasta Colo Colo ganó una Copa Libertadores no hace mucho. También llegaron al arbitraje y más de alguna jueza nacional ha impartido justicia en torneos femeninos internacionales.

Como si faltara algo para igualar -al menos en cuanto a derechos- la FIFA decidió incluir por primera vez árbitras en campeonatos masculinos.

El histórico estreno tendrá lugar en octubre próximo, durante el Mundial Sub 17 con sede en la India, donde uno de los equipos sometidos a la justicia con rostro de mujer será la Rojita de Hernán Caputto. Si el DT argentino ha confesado su vocación por una preparación integral de sus dirigidos, incluyendo el aprendizaje de hasta 50 palabras hindúes, bueno será que empiece a combatir desde ya los prejuicios y recelos que puedan anidarse en esos adolescentes cerebros hacia las árbitras que en una de esas les tocará controlar sus excesos en la cancha.

«Pensamos que es la hora de que árbitras de elite se vean involucradas en una competición masculina de la FIFA», dijo el suizo Massimo Busacca, encargado de arbitrajes de la máxima orgánica. Europeas, latinoamericanas, africanas, asiáticas y oceánicas son parte del grupo de siete mujeres que harán historia dentro de dos meses.

Aunque no a nivel de jugadores todavía, esta decisión de la FIFA significa la consumación del matrimonio futbolístico: hombres y mujeres compartiendo dentro de una cancha, aunque no en un mismo plano.

Así como en los mundiales de atletismo de postas ya hay carreras con equipos de ambos sexos, por muy descabellado que aún suene uno podría imaginar que en el futuro el fútbol profesional mezcle piernas peludas y depiladas.

Pero el mucho avance en la cancha choca con la realidad imperante en un nivel que ya es tan importante como la pelota en juego: los medios de comunicación. Específicamente, la televisión.

Es allí  derechamente donde campea el menosprecio hacia la mujer. No por veto sino que por su cosificación. Solo las hermosas y curvilíneas tienen espacio. Dispuestas también a usar trajes breves y estrechos. Mostrar al máximo, pero como que no quiere la cosa. No importa si saben o no de lo que hablan. Algunas sí lo saben, pero igual deben exhibir su cuerpo. Otras, por su falta de preparación, solo pueden aspirar a leer los tweets de los espectadores. No pocos de esos mensajes, simples piropos hacia ellas. Humillante.

Esta realidad conspira contra una inserción plena e íntegra de las mujeres en el fútbol. La televisión muestra una vez más su cara hipócrita.

Así como el CDF terminó  deshaciéndose de Ugarte (que no hizo más que sincerar groseramente los prejuicios machistas de muchos hacia las mujeres del fútbol),cabría esperar que diese una respuesta verdadera: la aceptación de lo femenino en sus espacios por lo que puede aportar neuronalmente, no por su estética.