El “negro futuro” de la Roja
Si quiere dar un salto de verdad en un fútbol mundial cada vez más competitivo, Chile debe incorporar lo antes posible a los miles de niños de raíces afro que llegaron para crecer en nuestro suelo. Las selecciones, en todas sus categorías, ganarán en altura, velocidad, dinámica y habilidad. Muchos ejemplos hay en el mundo como para seguir mirando para el lado.
La urgencia por remontar en las clasificatorias ocultó en el Estadio Monumental un detalle que podría significar a largo plazo una revulsión del fútbol chileno.
Junto a los seleccionados chilenos y bolivianos el pasado 6 de septiembre salió a la cancha un puñado de adolescentes llevando las banderas del fair play. Entre ellos, un chico de melena rizada e innegables rasgos y colores afro.
Se trata de Pedro Campos, un hábil delantero de la UC e integrante de la Roja Sub 17. Si finalmente su carrera prospera o no, es cosa de él. Lo emblemático de su caso es que se trata del primer seleccionado fruto de las oleadas de migrantes llegadas al país a partir de la década de los ‘90.
Es cierto, nuestras selecciones ya han lucido sangre negra en sus filas. Partiendo por Jean Beausejour y siguiendo con Junior Fernandes, Paulo Magalhaes y Lawrence Vigouroux. Pero ninguno es parte de esas oleadas que han cambiado el paisaje étnico en muchas de nuestras ciudades. Ellos nacieron gracias a un joven haitiano que vino a estudiar medicina, a un par de futbolistas brasileños que hicieron huesos viejos por acá o a la unión de un jamaiquino con una chilena.
Lo de Campos es distinto. Junto a su hermano Víctor, juvenil de Audax Italiano, son hijos de un cubano y una chilena radicados en el país hace un par de décadas. Tal como los otros cinco mil cubanos que viven en Chile.
Cuando se habla de una indispensable renovación de jugadores y Sampaoli discurrió lograrla descubriendo talentos chilenos nacidos en Europa o Argentina, la solución parece estar más cerca de lo que imaginamos.
En Santiago, Antofagasta e Iquique, por citar ciudades con alta tasa de migrantes. En nuestras propias narices.
Los migrantes suman casi medio millón. Muchos decidieron quedarse. Sus hijos pueblan ya muchos colegios públicos. En algunos hasta son mayoría.
Son niños ya insertos en la legalidad y que terminarán nacionalizándose y sintiéndose chilenos. Es cosa de que los clubes o la propia ANFP vayan a buscarlos para integrarlos a sus escuelas formativas. En un fútbol cada vez más influido por la ciencia deportiva, el progreso de Chile tocará techo en no mucho tiempo más.
Cuando ya no estén Bravo, Medel, Vidal, Valdivia o Sánchez -con un talento inusual para nuestro promedio- volveremos a la añosa queja de que nuestros defensas centrales son bajos o bien altos pero lentos, que los volantes carecen de una dinámica adecuada o que nuestros delanteros no son lo suficientemente veloces y potentes para llevarse por delante a defensas con esas mismas cualidades.
Ejemplos imitables
El montenegrino Dusan Draskovic lo entendió hace 30 años, cuando llegó a Ecuador para sacarlo de su mediocridad futbolística. Rápidamente se olvidó de los jugadores serranos, bajos y débiles, y se concentró en los morenos de las zonas costeras. Muchos de los cuales no pasaban de jugar en la playa. Draskovic creó centros formativos donde esos espigados chicos aprendieron a jugar en serio.
El resultado está a la vista: repetidas clasificaciones mundialistas a partir de Corea-Japón 2002 y el temor de los demás seleccionados sudamericanos por enfrentarlos. Ya no es cosa de guapearlos de entrada porque en el choque ellos suelen ganar más que perder.
Es nuestro caso más cercano. Pero en Europa hay otros ejemplos, y más exitosos.
Partiendo por Francia y Holanda, que desde fines de los años 70 poblaron paulatinamente sus selecciones con jugadores negros. Los galos, con las decenas de miles de migrantes provenientes de sus ex colonias africanas y de ultramar. Los holandeses, con los provenientes de Surinam.
Así aparecieron los Tresor y Tigana, luego los Henry y Desailly, y ahora los Pogba, Sissoko y Matuidi. Gracias a la raza negra Francia fue campeona mundial y se mantiene allá arriba. Y gracias a Gullit, Rijkaard y Vanemburg Holanda fue campeona europea.
También se han potenciado los ingleses, alemanes y belgas. Algo impensado lo de los germanos, cuyo poderío futbolístico no parecía precisar del aporte de color. Pero sin prejuicio alguno, hace un par de décadas abrieron sus escuelas formadoras a los chicos negros venidos de África.
Ya en este siglo ha sido habitual ver a teutones y descendientes de africanos cantando juntos el himno alemán. Hoy el emblema es el defensa Jérome Boateng, pero en la selección mayor lo acompañan Leroy Sané y Antonio Rudiger. Y en las selecciones menores la proporción africana es mayor.
Tampoco podría explicarse el actual poderío belga sin el aporte de los morenos Witsel, Origi, Batshuayi, Benteke, Lukaku o Dembelé. Otras naciones de menor peso, como Noruega, Dinamarca, Suecia o Suiza, también se han abierto a esta savia morena, esperanzadas de mejorar rendimientos habitualmente poco lucidos.
Hasta Portugal decidió retomar sus raíces que la llevaron a ser tercera en Inglaterra ‘66 con su pantera negra Eusebio. Después de décadas de darle la espalda a sus ex colonias Angola y Mozambique volvieron a tomarlas en cuenta. Acierto pleno. Con más de media docena de morenos en su plantel acaban de titularse por primera vez campeones europeos, venciendo en la final a la local y favorita Francia.
¿Y entonces?
Por ahora Pedro Campos es un caso único a la espera de que algún dirigente o club visionario dé el puntapié inicial de la necesaria política captadora de otros como él. El chico nacido el año 2000 y que vive en Providencia sigue esforzándose en Quilín para quedar en la nómina definitiva que, bajo las órdenes de Hernán Caputto, disputará el próximo Sudamericano Sub 17.
Tal vez de lograrlo vendrán las entrevistas y los hinchas conocerán su historia, comprendiendo las ventajas de aceptar la migración como un fenómeno que también puede traer beneficios deportivos a Chile. Como cantaba Sol y Lluvia, un largo tour, ahora por los barrios de migrantes, puede permitirnos invertir los significados y lograr que el negro futuro de la Roja sea sinónimo de un luminoso porvenir para el fútbol chileno.
Este análisis también lo puedes leer en la edición de esta semana del periódico Cambio 21.