El fútbol en la mira del Congreso
La Comisión de Deportes de la Cámara de Diputados aprobó por unanimidad un proyecto de ley para reformar la actual normativa del sistema de Sociedades Anónimas Deportivas que rige al fútbol chileno. La panacea que en un momento se nos prometió ya no da para más producto de escándalos, abusos, nula transparencia, mediocres campeonatos y clubes de pobrísimo nivel deportivo. La experiencia, sin embargo, aconseja a los hinchas no salir todavía a celebrar a Plaza Baquedano.
¿A las Sociedades Anónimas Deportivas se les acabó la fiesta? Los signos de interrogación valen, porque el hecho de que la Comisión de Deportes de la Cámara de Diputados haya aprobado en general el proyecto que reforma un sistema que ha pervertido al fútbol chileno, en ningún caso significa que los socios y los sufridos hinchas de los clubes deban desde ya salir a celebrar a Plaza Baquedano. Como se dice vulgarmente, “queda todavía mucho paño que cortar” para ver si, al cabo, es verdad tanta belleza.
Y es que los chilenos tenemos motivos de sobra para habernos convertidos en unos descreídos.
Que lo desmientan los pensionados de este país, que a principios de la década de los 80, siendo aún trabajadores activos, corrieron a inscribirse en cuanta AFP callampa apareció en el mercado, convencidos de que el gurú José Piñera había descubierto el sistema previsional que iba a convertir el nivel de vida de nuestros viejos en la envidia de los veteranos de los países nórdicos. Un sistema de ahorro individual tan estupendo y maravilloso, que dejar de trabajar y recluirse obligadamente en los cuarteles de invierno ya no iba a ser ningún drama.
A nadie, en ese momento de inclemente bombardeo mediático y publicitario, cuando no de amenazas patronales abiertas o veladas para sumarse a la felicidad, le pareció sospechoso que de esta maravilla quedaran al margen las Fuerzas Armadas.
Que lo desmientan también los millones que, el 5 de octubre de 1988, salieron a las calles a celebrar la derrota del dictador en el Plebiscito, convencidos de que llegaba la alegría que nos habían prometido la legión de sinvergüenzas que lo único que querían era retornar a los puestos de poder para recuperar prebendas y llenarse los bolsillos de plata mientras el pueblo (sí, el pueblo, no la gente), seguía pasándolo mal aunque las cifras macro se la siguieran pasando muy bien.
Que lo desmientan, por último, aquellos que, hartos del flaiterío y la delincuencia, quisieron creerle a otro Piñera, esta vez Sebastián, que para terciarse la banda presidencial no titubeó en prometernos demagógicamente terminar con la fiesta de los patos malos, sabiendo de sobra que ello es imposible en una sociedad tan desigual como la nuestra y que estos antisociales son niños de pecho al lado de los delincuentes de cuello y corbata que llevan décadas cometiendo sus trapacerías sin que jamás hayan tenido que ponerse el trajecito a rayas ni tomar el sol a cuadritos. A lo más han tenido que concurrir a cursos de ética.
En fin, que hasta los creyentes en este país cada vez son menos, producto de curas pedófilos, pastores ladrones e iglesias que, como los partidos políticos, terminan siendo sectas para el disfrute de unos pocos.
Todos estamos ya hartos
Tenemos, pues, razones de sobra para no lanzar las campanas al vuelo. No mientras no veamos hacia dónde va la cosa, mire que también ya estamos hartos de que buenas iniciativas, como una reforma tributaria, una reforma laboral, una reforma educacionalo una a la salud, terminen completamente truncas, desvirtuadas o convertidas en un simple mamarracho en su paso por un Parlamento donde casi no hay tipos que en su momento no hayan sido cooptados o derechamente comprados por aquellos que ponen la plata, y no por ser precisamente unos filántropos.
Que algo se esté intentando para cambiar este envilecido fútbol chileno, sin embargo, no puede sino valorarse. Que haya tenido que producirse uno de los mayores escándalos del fútbol mundial, en que Sergio Jadue y sus boys se robaron hasta el gato que mantenía a raya a las lauchas de Quilín, para que recién se produjera una reacción deun Estado que ha sido inepto y hasta cómplice, nunca fue, por cierto, lo ideal, pero peor es nada, como dijo aquel que, en la hora nona del desastre futbolístico, apretó de la sede de la ANFP con un computador debajo del brazo.
Tal parece que nuestros señores parlamentarios por fin terminaron de parar las antenitas y decidirse a cortar el escándalo. Que así como están, las cosas no pueden continuar.
¿Cuál fue la pomada que durante la presidencia de Ricardo Lagos se nos vendió? La implantación de un sistema de Sociedades Anónimas Deportivas que no sólo iban a impulsar nuestro fútbol al primer mundo futbolístico, sino que acometerían una gestión en que la eficiencia y la solidez de las instituciones iban a ir de la mano y donde, por sobre todo, predominaría la transparencia. Una transparencia que, según los críticos del anterior sistema de Corporaciones de Derecho Privado sin fines de lucro, no sólo no existía, sino que permitía la proliferación de pillines que se llevaban la plata a manos llenas para la casa.
A diez años de tal panacea, el cambio ha resultado todo un fiasco. De partida, la publicitada transparencia no ha existido nunca, el fútbol se llenó de redomados sinvergüenzas y, lo peor de todo, es que si antes los socios y los hinchas de los clubes tenían al menos la posibilidad de vociferar y de protestar, y en una de esas hasta salirse con la suya para erradicar de las directivas a los ineptos y a los frescos, ahora los aficionados, con o sin carnet societario, son simples clientes que pesan menos que un paquete de cabritas. Peor aún: para los regentes actuales de los clubes estos tipos son todo un cacho. Ojalá ni siquiera existieran. Es lo que debe haber pensado Aníbal Mosa a su regreso al país tras su largo periplo por Europa y el Medio Oriente, cuando en Pudahuel lo insultaron y pifiaron sin siquiera haber convocado a una asamblea.
Al fútbol llegó gente que en su vida le había dado un chute a un balón de fútbol. Tipos de dinero que, aburridos de tanto paseo en yate y viajes de placer por los cinco continentes, vieron en el fútbol una posibilidad de entretenerse, hacerse conocidos para aumentar sus contactos comerciales o empresariales y,en una de esas, hasta sumar algún billetito extra que nunca está de más cuando llega el momento de pagarle a la nana o al jardinero.
Los reyes del engaño
Pronto, sin embargo, fueron viendo que el fútbol era divertido y grato para verlo, pero que era una actividad compleja y, además, con una serie de cosas sumamente ingratas. Se enteraron, así, que aparte del equipo que juega en el Estadio Nacional y sale en los diarios, había más atrás varias divisiones de niños y jóvenes que casi anónimamente también juegan, también compiten, y que mantenerlos y desarrollarlos significa plata.
Vivarachos, visionarios y emprendedores, los regentes decidieron meterle el dedo en la boca al Estado, logrando que este les aprobara proyectos deportivos sujetos a franquicias tributarias. Dicho de otra forma, empresas les ayudaban a financiar las series menores (Fútbol Joven las bautizaron ellos) y, de paso, pagaban un 60 por ciento menos de impuestos a papá Fisco.
Cuando esta llave se les cerró, varios municipios fueron los clavados con la misma estratagema: ayudar al Fútbol Joven era una labor social más, pero se cuidaron mucho de ocultar que, el día que vendieran uno de esos jugadores, la plata iba a ir a entero beneficio de los accionistas, y ni el cándido Estado ni las generosas municipalidades iban a ver jamás el retorno de un solo peso.
El Fútbol Joven también sirvió para meterle el dedo en la boca al Servicio de Impuestos Internos, tan implacable con los simples ciudadanos. Millones de dólares que recibían los clubes (y siguen recibiendo) iban hacia las series menores, porque de esta manera los tributos que había que pagar eran sustancialmente menores. Toda una falacia, por cierto. Nunca las series menores habían estado más abandonadas, al punto que, salvo una que otra excepción, hace años que no surgen jugadores de mérito. ¿Alguien ha visto por ahí a los herederos de Bravo, Alexis,Vidal, Medel, Valdivia o el “Mati” Fernández?
Descubrieron además estos señores, cobijados en la ANFP, que la Federación Chilena de Fútbol era otro estorbo. Por ser la verdadera “dueña” de la Selección Chilena, era el organismo a travésdel cual debían entrar millones de dólares por concepto de entradas de partidos, contratos con “sponsors”, venta de derechos de transmisión de la Roja a través de la televisión y aportes millonarios en dólares, como el que hizo la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) con motivo de la Copa América de 2015, disputada en Chile. ¿Qué hicieron entonces? En los hechos, hacerla desaparecer, para que el botín ingresara sólo al fútbol profesional, dejando absolutamente de lado a la ANFA(Asociación Nacional de Fútbol Amateur), que como integrante de la Federación también lleva velas en este entierro.
¿Desidia o ineptitud?
Ninguna esfera superior hizo nada frente a estas flagrantes irregularidades. El Ministerio de Justicia y el del Deportemiraron para el cielo, sembrando una vez más la duda acerca de dos de las ministras regalonas de la Presidenta Bachelet: ¿Javiera Blanco y Natalia Riffo son desidiosas o simplemente ineptas? ¿O ambas cosas a la vez? Para qué decir el Servicio de Impuestos Internos: la ANFP le adeudaba $ 43 mil millones en impuestos, intereses y multas, pero sólo le cobró $ 2.455, condonándole el 95% de la deuda. Jadue pudo, entonces, contar con dinero para repartirles a los clubes 23 mil millones, de modo que lo siguieran considerando y proclamando como un dirigente emprendedor, capaz y probo.
Tras aprobar en forma unánime la Comisión de Deportes de la Cámara de Diputados un cambio en la normativa que rige a las SAD, el diputado Jaime Pilowsky señaló que «es necesario fortalecer la actual normativa de las Sociedades Anónimas Deportivas. Hay que crear los mecanismos de fiscalización adecuados para que situaciones como las ocurridas no se vuelvan a producir. Lamentablemente, hoy ningún organismo del Estado quiere hacerse cargo de una fiscalización integral de las Sociedades Anónimas Deportivas».
Se le agradece al señor parlamentario tal muestra de sinceridad. Su afirmación de que ningún organismo del Estado quiere fiscalizar al fútbol, sin embargo, da para una acusación constitucional, tan de moda en los últimos tiempos, por “notable abandono de deberes” de aquellos ministerios, organismo o servicios que nadan han hecho durante todos estos años, a pesar del evidente atentado a la fe pública y a pesar de que, incluso, el manejo actual del fútbol ha significado un enorme perjuicio en la recaudación de impuestos que tanta falta hacen para solventar las muchas carencias existentes en salud, educación, transporte y justicia.
Pero reparto de botines como ese, surgido del generoso perdonazo del Servicio de Impuestos Internos, hubo varios durante el nefasto lustro de Jadue. Y siempre buscándole la quinta pata al gato, de modo de seguir eludiendo impuestos. “Quien puede lo más, puede lo menos”, deben haber pensado los regentes del fútbol, cebados ante tanta garantía y manga ancha de un Servicio de Impuestos Internos que no suele tratar de la misma forma a los ciudadanos comunes y corrientes.
El sospechoso apuro por vender el CDF
El Fort Knox del fútbol es, sin embargo, el Canal que le pertenece, y que según el cálculo de expertos está avaluado en 1.000 millones de dólares e incluso un poco más que eso. Más que el valor de todos los canales de televisión abierta juntos que existen en Chile, y eso que ni infraestructura ni equipos propios tiene.
Un canal que ha entregado miles de millones de dólares a los clubes durante todos estos años, pero que sin embargo quieren vender al mejor postor y cuanto antes mejor. Como dijo Miguel Nasur, presidente de Santiago Morning, uno de los pocos que se ha manifestado contrario a dicha negociación, “vender el CDF sería pan para hoy y hambre para mañana”.
Seguramente, hambre para los clubes. No para los señores accionistas, muchos de los cuales sueñan con hacerse de esos millones de dólares para llevárselos para la casa y dar punto final a una inversión que no resultó todo lo entretenida y jugosa que ellos pensaban. ¿Quién podría impedírselos?
El fútbol chileno no podría estar peor diez años después del desembarco de estos iluminados en una actividad que, con altos y bajos, con avances y retrocesos, fue capaz de entregarnos una generación dorada de futbolistas bi campeones de América, construir estadios sin el aporte de un solo peso del Estado, producir espectáculos de un nivel superior al que semana a semana estamos presenciando y conformar cuadros competitivos incluso a nivel internacional.
Porque la Copa Sudamericana obtenida por la “U” en 2011 es la excepción a la regla. Mientras en la década de los 70 Colo Colo y Unión Española jugaron la final de la Copa Libertadores, y la “U” fue eliminada en semifinales, en los 90 el Cacique ganó por fin el esquivo trofeo y Universidad Católica rozó la gloria dos años más tarde. No sólo eso: Colo Colo alcanzó en 1997 una semifinal de Copa Libertadores y una de la Supercopa, un torneo que ya no existe y que sólo consideraba a quienes alguna vez habían obtenido el máximo torneo de clubes a nivel subcontinental.
Los actuales cuadros nacionales hoy, en cambio, dan entre vergüenza y pena. Son incapaces de superar siquiera una fase de grupos copera y, llegado el momento de la Copa Sudamericana, el panorama suele ser aún más desolador, simplemente porque todo está hecho para fomentar la mediocridad, poniendo a competir internacionalmente a equipos protagonistas de lugares secundarios en un campeonato para nada competitivo, malo y hasta aburrido.
Un torneo cada año más devaluado
Y todo puede ser incluso peor. Para invertir lo menos posible, quieren entregarnos ahora un campeonato todavía menos atractivo. Entre Primera A y Primera B sólo habrá un descenso y ascenso, al paso que en Primera B nadie correrá el riesgo de bajar a la Segunda División Profesional. La ANFP dice que esto es sólo transitorio, pero ya sabemos que en Chile lo transitorio suele convertirse en permanente. Y los clubes afirman que esto va a ser muy positivo, toda vez que, sin riesgo de perder la categoría, los clubes podrán darle “tiraje a la chimenea”, llenando sus planteles estelares con la promoción de sus mejores valores del “Fútbol Joven”.
Lo que no dicen es que, al igual como en su momento pasó con los pollos, los medicamentos, el papel higiénico y un largo etcétera del que aún no nos enteramos, los astutos empresarios que llenan los puestos directivos del fútbol se han coludido para pagar sueldos miserables. Y tienen las armas para hacerlo, porque el Sindicato de Futbolistas Profesionales, que dirige Carlos Soto, señala que son actualmente 700 los futbolistas que, cesantes, para abandonar esa desmedrada y dramática condición van a terminar aceptando lo que les ofrezcan. Es más: se ha sabido de varios que, sondeados por distintas instituciones, han recibido sospechosamente ofertas idénticas en cuanto a montos.
La promoción de jugadores es, pues, una enorme falacia. Aquel que es bueno jugará igual, y sin duda terminará por ganarse un puesto, por más que en el plantel estelar abunden los consagrados y a ellos se sumen extranjeros. ¿Por qué no dicen derechamente que la mayoría de las Sociedades Anónimas Deportivas están con el agua al cuello producto de gestiones pésimas y que, como ocurre en este país con cualquier empresa, siempre pagan el pato los trabajadores?
Carlos Soto, que en su momento fue el principal impulsor de este sistema que supuestamente iba a terminar definitivamente con planteles a veces impagos durante meses, sabe ya dolorosamente que la situación se sigue repitiendo. Que en muchos casos los jugadores siguen aceptando firmar las planillas de pago aún sin haber recibido un peso, bajo el riesgo de que su club, de acuerdo a los reglamentos y estatutos que estos mismos señores se dieron, sea sancionado con la pérdida de la categoría o, aún en un caso más dramático, como el de Deportes Concepción, con la desafiliación del fútbol profesional.
Consciente de la dramática situación, Soto decidió no seguir haciendo vista gorda y esta vez, aparte de golpear la mesa, llamar a un paro de botines caído que pone en riesgo el comienzo del Torneo de Apertura que debe comenzar este próximo fin de semana tanto en Primera A como en Primera B. Porque él, mejor que nadie, sabe que en estos años ha habido varios casos de clubes insolventes que han recurrido a todo tipo de triquiñuelas para intentar ocultar su incapacidad de responder a sus compromisos básicos. Dicho de otra forma, para él ya era imposible seguir silbando mientras miraba al cielo o al techo de su oficina en el Sifup.
Atentos al “lobby”
A la espera de lo que nos pueda deparar “la cocina” del Congreso, como dijo una vez el senador Andrés Zaldívar, cabe estar expectantes acerca del futuro de este proyecto, conocido ya como “la nueva ley del fútbol”. Entre otras cosas, porque los señores parlamentarios nos han servido ya demasiados platos indigestos.
Se trata esta de una iniciativa trasversal de diputados de distintos partidos y que busca, con una reforma a la ley que rige las SAD, transparentar la información de laactividad, fiscalizarla en forma real y efectiva y, lo más importante, devolverle al hincha y al socio la participación en la marcha de los clubes de fútbol profesional, atribución que jamás debieron haber perdido.
¿Cómo? Según Matías Walker, diputado de la Democracia Cristina, “en el nuevo marco legal, la masa societaria va a tener el control de al menos el 50% más uno de las accionesde las SAD profesionales. Este proyecto de ley no sólo se inspira en el modelo que rige a los clubes de Alemania, sino también en el que se presentó hace 10 años al Congreso Nacional y que fue absolutamente desnaturalizado, porque se establecía en un principio que iba a haber un derecho preferente a los socios de las corporaciones, de las fundaciones de los clubes deportivos, a suscribir acciones representativas del 50% más uno de la propiedad de los clubes. Eso finalmente se eliminó y ha provocado que hoy día haya sociedades anónimas cerradas que un 90 o un 99% le pertenecen a un solo controlador o a él y sus familiares. Los socios no pueden ingresar a la propiedad de sus clubes y tampoco pueden participar de la administración. Con esto le estamos devolviendo el fútbol a la gente, a los hinchas».
En esta “desnaturalización” del proyecto original un lugar destacado le correspondió al entonces senador Sebastián Piñera, que seguramente pensó que en los negocios de caballeros no tienen cabida los rotos.
Por otra parte, en relación a la ANFP, Piloswky señaló que «resulta necesario institucionalizar un nuevo gobierno corporativo que evite lo que ocurrió en el pasado, es decir, tener directores que realmente fiscalicen y controlen la administración del órgano rector del fútbol chileno»
Por su parte el diputado Marcelo Chávez (DC), quien ha sido enfático en el tema de restaurar una normativa que regularice las fiscalizaciones, expresó que «hemos visto muchos casos, particularmente en el caso del club Deportes Concepción, cómo un entramado de empresarios inescrupulosos se llevaron el club para la casa, con el resultado que el club termina desafiliado».
Y agregó finalmente que «a través de este proyecto de ley buscamos corregir que la propiedad de los clubes pueda estar mayoritariamente en manos de los hinchas. Hay que mejorar todos los procesos de fiscalización y de información con que deben contar los hinchas para poder saber en qué esta su club. Por último, también creemos que es importante revisar la situación de las concesiones mediante las cuales se han entregado los clubes deportivos. Porque el caso del club Deportes Concepción también ha sucedido con todos los casos que hemos conocido durante este último tiempo”.
Finalmente, Chávez señaló que “estamos muy satisfechos, hemos aprobado en general esta iniciativa y ya a partir de la próxima semana empezaremos a votarla en particular. En mi región (representa a las comunas de Coronel, Florida, Hualqui, Penco, Tomé y Santa Juana, N. de la R.)vamos a convocar a los diversos clubes deportivos para poder conversar acerca de esta iniciativa y de qué manera podemos mejorar el trámite de este proyecto de ley que creo es importante para precisamente devolver los clubes a la hinchada. Porque es eso lo que hace importante a un club».
Se ha sabido, sin embargo, que esta iniciativa de los parlamentarios no ha contado con ninguna simpatía de los actuales regentes de las distintas Sociedades Anónimas del fútbol chileno. Vaya novedad…
Esa misma circunstancia obliga a estar más atentos que nunca a la discusión de la reforma de la ley de Sociedades Anónimas Deportivas en el Congreso.
Y es que así como la canción de Lucio Dalla aconsejaba estar “atento al lobo”, la experiencia enseña que en Chile los poderosos nos meten a cada rato el dedo en la boca por no estar nunca atentos al “lobby”.