El día que comenzó la maldición brasileña

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Por Julio Salviat
Actualizado el 4 de julio de 2021 - 11:49 am

En las semifinales del Mundial de 1962 se produjo el primer duelo con eliminación directa entre los entonces vigentes campeones del orbe y los organizadores de la cita máxima. Fue un anticipo de lo que vendría en los 59 años siguientes.

Por JULIO SALVIAT

Después de la resonante victoria sobre la poderosa selección de la Unión Soviética en Arica, el país estaba enfervorizado. Por primera vez se pensaba que podría producirse una hazaña, porque hasta ahí el clima era de expectación más que de ilusiones.

Y había un elemento que le tiraba triguito al optimismo: el rival no parecía tan poderoso.

Por distintas vías, Chile y Brasil habían superado diversos escollos para llegar a las semifinales del Campeonato Mundial de 1962. Los dirigidos por Fernando Riera habían superado la fase inicial con aplaudidas victorias sobre Suiza e Italia y una preocupante derrota ante Alemania. Pero después había causado el primer festejo multitudinario en la historia del fútbol nacional, cuando la gente desbordó calles en todo el país para celebrar la victoria sobre los  “rusos” que comandaba el legendario Lev Yashin.

Brasil había comenzado con una opaca victoria de 2-0 sobre México, un esforzado empate sin goles con Checoslovaquia y una afortunada victoria por 2-1 sobre España. Y después, en cuartos de final, había mostrado algo de poderío en el 3-1 a Inglaterra.

Lo que más levantaba los ánimos era la ausencia de Pelé. El astro máximo del fútbol mundial se había lesionado en el segundo partido, y esa baja se había notado especialmente en el encuentro con los españoles, que a la vez lamentaban la ausencia del otro grande de la época: Alfredo Distefano.

No sólo era esa la ventaja que Brasil le daba a Chile. El entrenador Aymoré Moreira se había atrevido a dejar en la banca (y sin jugar porque no estaban permitidos los cambios) a los grandes gregarios de Pelé en el Santos: Mengalvio, Coutinho y Pepe.

Yo habría apostado por Chile esa tarde otoñal del 13 de junio. El solcito tibio hacía brillar más el verde intenso del pasto del Estadio Nacional y hacía más agradable la espera a las casi 80 mil personas que compraron su abono o fueron invitados y que colaboraban jubilosos con el griterío que provocaba Yuraidini con su corneta y su megáfono. Una ovación recibió a los equipos y después se hizo más tensa la espera del silbato inicial soplado por el peruano Arturo Yamasaki.

La gran incógnita, iniciado el juego, era qué iba a pasar con el endiablado Garrincha, que había asumido las charreteras de Pelé como líder del equipo y ya estaba convertido en una de la figuras del torneo. Una lesión había marginado a Sergio Navarro, capital de La Roja y encargado de marcarlo, En su reemplazo ingresó Manuel Rodríguez, “el Guerrillero”, eficientísimo lateral izquierdo de Unión Española.

Antes de los 10’, un centro de Zagallo produjo desajustes en la zaga chilena y Garrincha silenció al estadio con un zurdazo demoledor. Pasada la media hora, el genio de las piernas torcidas pareció liquidarlo todo al empalmar un córner con violento cabezazo. Tenía agallas el equipo chileno y no se desmoronó: una falta sobre Eladio Rojas posibilitó un tiro libre que Jorge Toro sirvió con la misma maestría que lució José Luis Sierra ante Camerún en el Mundial de Francia 98.

Las ilusiones volvieron a marchitarse a comienzos del segundo tiempo cuando Vavá cabeceó con éxito en un córner, y a renacer a los 61’ cuando Yamasaki cobró penal por un hand de Zózimo, que puso el brazo igual que Ronald Fuentes 36 años después ante Italia en suelo francés. Pudo igualar Chile a través de una de las chilenas más perfectas que vi en mi vida. La plasticidad de la maniobra y la violencia con que Honorino Landa empalmó ese centro que venía desde la derecha, están esculpidas en mi memoria. La pelota, esa vez, se fue rozando un poste. Después, un remate de Eladio Rojas sacó astillas del palo derecho de Gilmar. Y más tarde, el arquero brasileño mostró su agilidad para sacar un remate de Leonel Sánchez que se le colaba por un ángulo.

La espectacular chilena de Honorino Landa.

La puñalada final la asestó Vavá a los 78’, con otro cabezazo.

Y con ese 4-2, comenzó una historia que no termina: cada vez que Chile pasó una ronda en torneos mundiales con eliminación directa, el rival fue Brasil. Y hasta ahí le llegó el vuelito. En Francia 98’, fue 4-1 en el Parque de los Príncipes, en París. En Sudáfrica 2010, fue 3-0 en el Ellis Park de Johannesburgo. En Brasil 2014, fue por penales después del 1-1 en el Mineirao de Belo Horizonte. Y en lo que concierne a la Copa América, en Venezuela el 2007, fue 6-1.

El 0-1 de ahora, entonces, es la continuación de un largo martirio que partió en los gloriosos días del Mundial del 62.

Vavá decreta el 4-2 definitivo.

PORMENORES

13 de junio de 1962

Semifinales del Campeonato Mundial.

CANCHA: Estadio Nacional.

PÚBLICO: 76.594 personas.

ÁRBITRO: Arturo Yamasaki, de Perú.

CHILE (2): Misael Escuti; Luis Eyzaguirre, Carlos Contreras, Raúl Sánchez, Manuel Rodríguez;  Jorge Toro, Eladio Rojas. Leonel Sánchez; Jaime Ramírez, Honorino Landa y Armando Tobar. DT: Fernando Riera.

BRASIL (4): Gilmar; Djalma Santos, Mauro Ramos, Bellini, Nilton Santos; Zito, Zozimo; Garrincha, Vavá, Amarildo y Zagallo. DT: Aymoré Moreira.

GOLES: 9’ y 32, Garrincha, cabezazo (B); 42’, Jorge Toro, tiro libre (Ch); 47’ Vavá, cabezazo (B); 61’, Leonel Sánchez, penal  (Ch); 78’ Vavá, cabezazo (B).

EXPULSADOS: 80’, Honorino Landa (Ch); 83’, Garrincha (B).