¿Cuál es el mejor equipo chileno de la historia?

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Por Eduardo Bruna
Actualizado el 5 de junio de 2020 - 2:13 pm

Más allá de pasiones desbordadas, de hinchismos rayanos con el fanatismo, debiera ser el Colo Colo campeón de la Copa Libertadores de 1991. Porque, aparte de jugar bien, conquistó un trofeo hasta ese momento inalcanzable para nuestro fútbol y que no se ha vuelto a repetir en casi ya tres décadas de vigencia. Porque, además, “la historia la escriben los vencedores”, como dijo Winston Churchill plagiando a Orwell. Una mención honrosa para la U de Sampaoli y del goleador Eduardo Vargas, brillante campeón de la Copa Sudamericana 2011.

Por EDUARDO BRUNA

Si hubiera que elegir el mejor equipo chileno de la historia, salvo hinchismos recalcitrantes debería ser Colo Colo 91, campeón de la Copa Libertadores. Un logro que, debido a la pobreza y escasa competitividad de nuestro fútbol, se vuelve a rememorar y a celebrar este 5 de junio, a 29 años de haberse producido. Porque fue una conquista inédita tras más de tres décadas de la disputa del torneo más importante de clubes de Sudamérica y, porque como dijo George Orwell, aunque la sentencia la hizo popular Winston Churchill, “la historia la escriben los vencedores”.

A casi tres décadas de esa consagración, por lo demás, ningún otro cuadro nacional ha tenido la opción siquiera de ubicarse en la antesala del logro, como sí la tuvieron en épocas pretéritas el propio Colo Colo (1973), Unión Española (1975), Cobreloa (1980 y 1981) y Universidad Católica (1993), que en ese orden cronológico llegaron a la final. De ahí en más, a lo más que hemos llegado ha sido a semis, el año 97 con Colo Colo y con Universidad de Chile en 1970, 1996, 2010 y 2012.

¿Hemos dejado fuera de este recuento al “Ballet Azul”, de Universidad de Chile de comienzos de la década de los 60? Efectivamente, y es porque, aunque indudablemente fue uno de los equipos más brillantes y ganadores de nuestra historia futbolística, ese brillo y esa contundencia nunca alcanzó para superar el plano local, como no fuera en encuentros amistosos que, por muy interesantes y entretenidos que sean, carecen de la trascendencia de un partido oficial con puntos de por medio.

¿Qué el “Ballet Azul” derrotó una vez por 4-3 al Santos de Pelé? ¿Qué una noche vapuleó a un Peñarol de jerarquía mundial con un inclemente 6-1? Es verdad, sólo que se trató de encuentros para la justificada alegría, orgullo y satisfacción del hincha, pero no para quedar en el respetable registro de cualquier enciclopedia del fútbol que se precie.

De hecho, la primera vez que la U arribó a una fase de semifinales, con Ulises Ramos en la banca, ese equipo ya había dejado de ser el “Ballet Azul”, aparte que, para dejar en el camino primero a Nacional de Montevideo, y luego enfrentar en semifinales a Peñarol, Universidad de Chile se vio favorecida por la intransigencia de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), que para afrontar de la mejor forma el Mundial de México de 1970 les quitó a los dos gigantes del fútbol “charrúa” sus mejores hombres.

Mientras Nacional perdió a ocho de sus titulares, Peñarol vio mermado su equipo en siete de sus jugadores principales.

La U pasó a semifinales en un encuentro de definición en Porto Alegre, frente a Nacional, tras ganar en Santiago y caer en Montevideo. En Porto Alegre, en tiempo suplementario, Universidad de Chile se impuso por 2-1. Frente a Peñarol, ganó 1-0 en el Estadio Nacional, cayendo 0-2 en el Centenario. En el partido de definición, en cancha de Racing, el empate 2-2 que se registró le bastó a Peñarol para jugar por la final frente a Estudiantes de La Plata, que en la otra llave había dado cuenta de River Plate.

Si el Colo Colo 1973 había visto frustradas sus posibilidades de ser por primera vez campeón de la Copa Libertadores porque en los tres partidos definitorios ante Independiente fue víctima de fallos arbitrales aberrantes, dos años más tarde Unión Española también fue perjudicada por lo que por aquellos años se denominaba “la mafia de los clubes del Atlántico”. O, más eufemísticamente, del “fútbol de influencias” o “de pasillo”. Y es que, tras imponerse por la mínima a los Rojos de Avellaneda en el Estadio Nacional, terminada la primera etapa de la revancha en Buenos Aires, y con el marcador 1-1, el árbitro paraguayo Ramón Barreto, camino a los vestuarios, recibió una pedrada en el rostro que lo hizo decidir dar por terminado el partido. Si tal decisión se hubiera mantenido, el cuadro hispano era campeón, sólo que la brutal y matonesca presión ejercida por los dirigentes argentinos hizo a Barreto pensarlo mejor y presentarse en la cancha para el segundo tiempo. Resultado: Independiente terminó imponiéndose por 3-1 y por 2-0 en el partido de definición, en el Defensores del Chaco, de Asunción.

Desde su aparición en el fútbol profesional, Cobreloa fue siempre un cuadro competitivo. La decisión de la Dictadura de hacer geopolítica con el fútbol, y el respaldo millonario de Codelco, además de la cooperación masiva y generosa de los trabajadores de la cuprífera estatal, le permitieron al equipo de Calama contar con muy buenos jugadores del medio y la contratación de grandes refuerzos extranjeros.

Y si ya a nivel casero Cobreloa se transformó desde su debut en Primera en permanente candidato al título, los años 81 y 82 del pasado siglo superó ese estrecho y reducido margen para transformarse también en una fuerza futbolística de nivel internacional.

Tras una brillante campaña, en 1981 el cuadro del cobre llegó a jugar la final frente al Flamengo tras haber logrado lo que hasta ese momento ningún otro equipo chileno había conseguido, esto es, ganarles a Nacional y a Peñarol en el mismísimo Centenario. Al igual que Unión Española, Cobreloa también hizo necesario un partido definitorio, luego de caer 1-2 en el Maracaná y vencer por 1-0 en la revancha en el Estadio Nacional. 

En el mítico estadio de la capital uruguaya, sin embargo, Flamengo, el club más popular de Brasil y del mundo por sus millones de adherentes, zanjó la disputa con un 2-0 que no admitió discusiones para obtener por primera vez la Copa Libertadores.

Al año siguiente, Cobreloa volvió a repetir una campaña brillante para ponerse en la misma instancia, esta vez frente a Peñarol. Y las ilusiones crecieron en el mineral y en todo el territorio nacional luego que el cuadro de Vicente Cantatore saliera indemne del Centenario, con un empate sin goles que le daba la primera opción para la revancha en el Estadio Nacional. Sin embargo, faltando minutos para el término del encuentro, y cuando ya muchos sacaban pasajes para un tercer partido definitorio en cancha de Racing de Avellaneda, Fernando Morena,  goleador e ídolo “manya”, marcó el gol que consagraba una vez más como campeón a Peñarol. El hiriente cántico rioplatense, ese de que “la Copa se mira, pero no se toca”, volvía a tener vigencia con ese 1-0 que hizo extensivo el “funeral” que se vivía en el norte hacia todo el territorio nacional.

La última vez que se estuvo cerca fue en 1993, con Universidad Católica, un equipo que fue creciendo con el transcurrir de la competencia y que debió ir a Colombia a obtener su paso a la codiciada final. Sólo que, por la otra llave del cuadro, marchaba a paso seguro el Sao Paulo de Telé Santana, sin duda uno de los mejores equipos de esa década incluso a nivel mundial, al punto de ganarle la final Intercontinental nada menos que al Barcelona.

Si algo condenó a ese equipo “cruzado” fue la falsa actuación que le cupo en la primera final, disputada en el Morumbí. Porque aparte del mérito del equipo paulista, tuvieron que sumarse incontables errores del cuadro nacional para que, al final de los 90, se registrara un 1-5 prácticamente irremontable. 

Con todo, Universidad Católica vendió cara su derrota en la revancha disputada en el Estadio Nacional, toda vez que, por momentos, superó de punta a cabo al equipo de Telé Santana y hasta llegó a ponerse en un 2-0 que, con todo lo que restaba por jugar, hacía que lo que antes parecía del todo una utopía, un imposible, ya no lo fuera tanto. Incluso Luis Pérez, “héroe” albo de la noche de la consagración frente a Olimpia, tuvo el 3-0 en sus botines cuando expiraba la primera etapa, pero su remate se perdió a centímetros del arco custodiado por Zetti.

Sao Paulo fue absolutamente pragmático para afrontar el segundo tiempo. Teniendo figuras refulgentes, como Cafú, Muller, Palinha y Raí, entre otros, optó por mantener el 0-2 sabiendo que la ventaja obtenida en Brasil le entregaba la Copa.

En este recuento acerca de cuál debe ser considerado el mejor equipo de la historia del fútbol chileno, por cierto merece una mención la U de 2011, que con Jorge Sampaoli en la banca realizó una campaña fantástica para obtener la Copa Sudamericana, único trofeo internacional que engalana las vitrinas del club azul.

Y es que pocas veces se había visto un equipo nacional con más personalidad, prestancia, calidad y brillo para ir superando rivales y etapas.

Primero dejó en el camino al Fénix uruguayo, empatando sin goles en Montevideo y venciendo por la mínima en el Nacional. Luego fue el turno del Nacional “charrúa”, que cayó por la mínima en su cancha para luego repetir el contraste en Santiago: 0-2. En fase de octavos, la U de Sampaoli brindó una de las actuaciones más brillantes de un equipo chileno fuera de sus fronteras, al vapulear por 4-0 nada menos que a Flamengo, en el Maracaná. Para la vuelta, a Universidad de Chile le bastó con imponerse por 1-0.

En cuartos de final el rival fue Arsenal de Sarandí, Argentina, con dos triunfos azules: 2-1 como visitante y 3-0 como local. En semis, Vasco da Gama, que empató 1-1 en Río de Janeiro para caer 0-2 en el Estadio Nacional. La final sería frente a Liga Universitaria de Quito, Ecuador, que había dejado en el camino a Yaracuyanos (Venezuela), Trujillanos (Venezuela), Independiente (Argentina), Libertad (Paraguay) y Vélez Sarsfield (Argentina).

Tras vencer por 1-0 en Quito, la mesa le quedaba servida a la U de Sampaoli para la revancha. Y en esa instancia la escuadra azul no decepcionó. Por el contrario: logró en el Estadio Nacional un concluyente 3-0 que le significaba quedarse con un trofeo que había comenzado a disputarse en 2002, a iniciativa de la Conmebol. En la edición 2011 (la décima) el cuadro azul se transformó en el primer club que ganaba el certamen en forma invicta, consagrando además a Eduardo Vargas como el goleador del certamen, con 11 conquistas.

Si ubicamos a la U por debajo de Colo Colo, Unión Española, Cobreloa y Universidad Católica es porque estamos considerando la historia y la jerarquía de la Copa Sudamericana en relación con lo que ha sido tradicionalmente la Copa Libertadores. Mientras la Sudamericana se creó recién en 2002, para darles posibilidad de competencia internacional a clubes que habitualmente no acceden al torneo a nivel superior de Sudamérica, la Libertadores data de 1960. Y a pesar de que con los años se fue desvirtuando, en el sentido de que comenzó como un torneo exclusivamente para campeones, y luego para campeones y subcampeones por presión de los uruguayos, para terminar en los últimos años abriendo excesivamente el espectro de instituciones participantes, al punto de admitir en algunas versiones hasta la participación de equipos mexicanos, es por tradición e historia el mayor campeonato de clubes a nivel de Sudamérica.

Buscando el símil con Europa, mientras la Copa Libertadores equivale a la Champions League, la Copa Sudamericana viene siendo el equivalente de la Europa League. En otras palabras, un torneo de tono menor.

Ello no significa, hinchas azules, restarle méritos lo que hizo vuestro equipo en ese año 2011 de recuerdo imborrable para todos ustedes. Esa U fue, de partida, claramente mucho más que ese “Ballet Azul” eternamente sobre valorado por la hinchada laica y el periodismo.

Como toda sentencia, sin embargo, aquello de que “la historia la escriben los vencedores” es discutible. Puede ser que la historia la escriben siempre los historiadores, pero reconociendo siempre a los que ganan por sobre aquellos que no lo logran.