Crónicas de Sergio Ried: Terremoto en la Davis

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Por Sergio Ried
Actualizado el 10 de junio de 2023 - 8:23 pm

La confrontación por la primera ronda del Grupo Mundial entre Chile y Suecia del año 1985, que debía disputarse en Santiago, será recordada siempre como «la copa del terremoto». Un enfrentamiento que nunca se disputó, porque el equipo visitante sencillamente huyó del país.

Por SERGIO RIED / Fotos: ARCHIVO

Ese 3 de marzo de 1985, el equipo sueco había llegado al hotel Sheraton donde yo era el director deportivo y tennis pro y, como tal, el encargado de los tenistas visitantes. Después del almuerzo, Mats Wilander (en la foto principal), Stefan Edberg, Anders Jarryd y Stefan Simonsson practicaron un rato para sacarse el largo viaje y luego quisieron jugar una pichanga de fútbol en el jardín ubicado detrás de mi oficina, junto a los courts. Nos sumamos yo y unos pasajeros argentinos y jugamos hasta más o menos las 6:30 de la tarde, hora en que fui a la revista Deporte Total a entregar las fotos que había tomado de los escandinavos, y luego a pasar a buscar a mi esposa Frieda, a casa de una amiga.

SE MUEVE EL PISO 

A las 19:47, mientras mi amigo el fotógrafo de la revista, Manolo González, desarrollaba las fotos en la cámara oscura, el piso de la entrada de autos de la casa donde funcionaba la revista empezó a moverse de una manera increíble y mi auto literalmente daba botes en el asfalto. Era un terremoto grado 7.8 según la escala de Richter, que causó los daños y desgracias por todos conocidos. Lo único positivo fue que el profesionalismo y la sangre fría de Manolo salvaron las fotos de los suecos entrenando y jugando fútbol, primicia de Deporte Total.

LA NOCHE MAS LARGA

De regreso al Sheraton con Frieda, encontramos una verdadera debacle. El gigantesco vidrio del restaurante El Cid, orgullo del hotel, hecho trizas, la piscina con un oleaje digno de una tormenta y los pasajeros, algunos en pijama y paños menores, con sus maletines aferrados a sus manos, se negaban a volver a sus habitaciones. Como todos iban a pasar la noche en los jardines al aire libre, hubo que abrir el bar de la piscina, a precios rebajados. 

Seguía temblando casi sin pausa, caían aterradoras rocas del cerro San Cristóbal en la calle posterior del hotel y el piso no cesaba de moverse. Un caos total que convirtió al hotel en una especie de campamento de refugiados. 

Entretanto, los suecos, aterrorizados, buscaban un vuelo para salir del país. Ni la charla que les dio el jefe de seguridad del hotel, asegurándoles que nada iba a pasarles ya que el edificio era antisísmico, ni los calmantes y algo de licor,  lograban calmar a los jugadores, que finalmente aceptaron pasar la noche en sillones en el lobby del hotel, a la espera de una resolución de las autoridades de la Copa Davis al día siguiente.

Mats Wilander leyendo la revista Quince Cero en el Sheraton.

LA HUIDA DE WILANDER

Pese a que el equipo acató la orden de permanecer en el hotel, Mats Wilander escapó al aeropuerto sin avisarle a nadie y tomó  un vuelo rumbo a Brasil, jurando no volver a poner pie en Chile. 

El resto ya es conocido. El duelo se llevó a cabo meses después en el Court Central del Estadio Nacional, sin Wilander en el equipo sueco, pero con el nuevo número 3 del mundo: Henrik Sundstrom. Ganó Suecia 4-1 con victoria de Hans Gildensister sobre Stefan Edberg.

EL REGRESO

Cómo nada es eterno en esta vida, Mats Wilander, con seis Grand Slams ganados y su cartel de número uno del mundo por 20 semanas y número uno también del circuito Grand Prix entre 1983 y 1988, en el ocaso de su carrera y olvidando su promesa de no volver a pisar Chile, apareció en la segunda edición del ATP de Santiago, realizado en Santa Rosa de Las Condes. 

Alojando de nuevo en el Hotel Sheraton, accedió a conversar conmigo una tarde junto a la piscina del hotel y me explicó lo de su fuga. “No pude resistir el miedo», confesó junto con repasar pasajes de su exitosa carrera: “Gané tres veces Roland Garros, otras tres Australia y la Copa Davis», subrayó, demostrando ser un tipo afable y feliz con su vida y su carrera.

Y hasta se guardó para leer el ejemplar de la revista Quince Cero, con la que aparece en la foto.