Crónicas de Sergio Ried: Mi amigo, el “Sapito”
El primer contacto que tuve con mi ídolo Sergio Livingstone ocurrió de manera fortuita.
Por SERGIO RIED / Foto: ARCHIVO
Fue durante el partido entre Magallanes y Audax Italiano en el viejo Estadio de Carabineros, en la ribera del río Mapocho, frente a la calle Cumming. El famoso arquero buscaba asiento y mi padre Sergio (Keko) lo invitó a sentarse junto a nuestro grupo, integrado por él y unos tíos, con quienes íbamos cada domingo al fútbol.
Yo debo haber tenido 8 o 9 años y Livingstone 16 o 17 años más. De pronto se cobra un penal a favor de Magallanes y cuando Carlos Orlandelli se aprestaba a fusilar al meta de Audax, Daniel Chirinos, el “Sapo” le apuesta a mi padre un peso (800 pesos de hoy) a qué Chirinos lo atajaba. Formalizada la apuesta, el mismo Livingstone le dice a mi padre: «Vamos a nombrar depositario al «Keko chico», y me pasa las dos monedas. Acto seguido Chirinos ataja el penal y mi ídolo no acepta las monedas que le entrego y me dice que me las quede.
No recuerdo cuánto tiempo las guardé como valioso tesoro.
AÑOS DESPUÉS
Transcurridos los años y siendo yo un adulto recién llegado de Francia, convertido en periodista, nos encontramos compartiendo un programa radial de Milton Millas en Radio Agricultura. La diferencia de edad a esa altura ya era irrelevante y nos hicimos muy amigos. Amistad que creció cuando siendo yo tennis pro del Hotel Sheraton le conseguí una invitación a la piscina del hotel, para él y señora por toda la temporada. Ahí, tendidos en el pasto cada sábado y domingo, él poniendo al día su famoso cuaderno de estadísticas y sacando el puzzle dominguero del diario El Mercurio y nuestras esposas departiendo, mientras yo terminaba de dar clases.
Nuestra amistad siguió creciendo a la par de los años y lo acompañé en sus momentos difíciles, como su operación al corazón, que le significó varios bypass.
Compartíamos comidas y fiestas de cumpleaños y no dejábamos de hablar por teléfono, especialmente cuando su salud estaba quebrantada.
ÚLTIMO LLAMADO
Y así fue aquel 11 de septiembre de 2011, cuando lo llamé a eso del mediodía para saber de su salud, porque leí esa mañana qué TVN le había dado dos semanas de licencia médica.
Lo llamé y, como siempre, me saludó con un cariñoso «cómo está tocayito»? Le dije que yo bien, pero lo importante era saber cómo estaba él y me respondió: «Aquí medio jodido» . Luego de un breve silencio, me dijo: «Te voy a tener que cortar».
No me explicaba lo sucedido, hasta que minutos después, la televisión anunciaba que Sergio Livingstone había fallecido a las 12:05.
Mi llamada fue a las 12:04, según consta aún en mi celular.