Crónicas de Sergio Ried: Lluvia de estrellas
Si se pudiera hacer un parangón con lo que este torneo fue para mí, éste sería el de un niño en una fábrica de chocolates. Porque tenía a mi alcance, durante el día, a 32 figuras del circuito profesional.
Por SERGIO RIED / Fotos: ARCHIVO
En 1975, el tour de la WCT (World Championships Tennis), que agrupaba a los mejores tenistas profesionales del mundo bajo la tutela del millonario tejano Lamar Hunt, contemplaba para el llamado Grupo Azul, el torneo Raymond James Tennis Classic, en Saint Petersburg, Florida, en el que yo tenía un cargo que incluía! las relaciones con los jugadores. Lo que me caía como anillo al dedo porque además, el hotel oficial de los jugadores era el Sheraton donde yo era el Tennis Pro.
Todo ello contribuyó a que entablara amistad con estrellas como John Newcombe, que iba a ser el campeón, con Stan Smith, el finalista, con Rod Laver, Roy Emerson y la legión de figuras que integraban este selecto grupo de 32 tenistas, entre los que estaban Jaime Fillol y Patricio Cornejo.
Si se pudiera hacer un parangón con lo que este torneo fue para mí, este sería el de un niño en una fábrica de chocolates. Porque tenía a mi alcance, durante el día, a 32 estrellas del circuito profesional pre- ATP y por la tarde noche viéndolos jugar en la pista dura del Bayfront Center.
Se me hizo habitual almorzar, desayunar y hasta salir de copas con Newcombe, Charlie Passarel, Buster Mottram, Bora Jovanovic y Clark Graebner, entre otros.
El resto, encabezado por Stan Smith, Brian Gotftied, Raúl Ramírez, Andy Pattison, Sandy Mayer y otras lumbreras de la raqueta, eran más bien portados y se recogían temprano a sus habitaciones.
LOS CUATRO FANTASTICOS
Terminado el torneo, los jugadores tenían una semana libre, para la subsiguiente jugar otro certamen en Nueva York. Muchos decidieron pasar esa semana en sus casas y otros irse directamente a entrenar en la Gran Manzana. Sólo quedaban cuatro que, por economía, el buen clima y cariño por la hermosa y acogedora ciudad costera de Saint Petersburg, prefirieron permanecer allí.
Razón por la que me pidieron que intercediera ante la gerencia del hotel para conseguir una tarifa especiales, por otros cinco días, lo que fue aceptado sin reparos por mi amigo, el gerente.
En esa época además de profesor en el Sheraton yo también era el «head coach» del equipo de tenis del Ecketd College, que estaba al frente del hotel, por lo que les pedí a mis amigos, el serbio Bora Jovanovic, el danés Torben Ultich y los australianos Barry Phillips Moore y Owen Davison (en la foto principal de la nota), que dieran una clínica en la universidad y jugaran unos dobles con el equipo que yo dirigía.
Ellos accedieron de buena gana y dieron un espectáculo inolvidable para el alumnado que disfrutó de una tarde de tenis con famosos astros de la raqueta y que mereció el reconocimiento de las autoridades del establecimiento educacional, que en agradecimiento les concedió sendos diplomas de colaboradores «honoris causa» de mi querido Eckerd College, en el que paradojalmente, años más tarde se graduarian mis hijas Rosemarie y Paola.
A mí me quedó la satisfacción de haber contribuido con mi granito de arena a aportar a la difusión del tenis en un importante colegio norteamericano.