Crónicas de Sergio Ried: Gracias, “Chino”
Esta historia comienza con la final del Másters de Roma de 1998, que Marcelo Ríos le ganó al español Albert Costa por no presentación debido a una lesión.
Por SERGIO RIED / Fotos: ARCHIVO
Ante la frustración de habernos quedado sin ver la final de este torneo, qué años antes había ganado Luis Ayala en 1959, decidimos con mi esposa Frieda (QEPD) asistir al ATP de Sankt Pölten, Austria, torneo de poca envergadura qué había reemplazado en el calendario al de Génova y que el mismo Ríos ganaría tres veces.
Un torneo que nos venía de maravillas, ya que se jugaba la última semana de abril, justo antes del comienzo de Roland Garros el 5 de mayo.
Las gestiones realizadas por amigos de la ATP en el mismo Foro Itálico, dieron su fruto y nos embarcamos en un vuelo de Lauda Air, creada por el súper campeón de Fórmula Uno Nicky Lauda.
Un viaje corto hasta Viena, que nos depararía una gran sorpresa, ya que el servicio de cátering de la línea aérea, era proveído por la prestigiosa firma del rubro DO & CO, famosa por su excelencia y que ya conocía del Masters de Madrid y otros torneos ATP. Pero eso no fue todo, porque en el aeropuerto internacional de Viena nos esperaba un muchacho con un enorme letrero con mi nombre y la sigla de la ATP.
El joven era un estudiante universitario, que conducía un Mercedes Benz del torneo, escuchaba música de Mozart y estaba encargado de nuestro transporte durante el torneo. En poco menos de una hora nos dejó en las dependencias del campeonato, recalcándonos que estaba a nuestra disposición.
SANKT PÖLTEN
Esta hermosa ciudad, capital del estado federado de la Baja Austria, nos iba a brindar otras gratas sorpresas, como un acogedor hotel a unos 15 minutos del recinto donde se disputaba este torneo que se llevó a cabo en la arcilla de Sankt Pölten hasta 2005, teniendo como máximos ganadores a Thomas Muster y Marcelo Ríos, con tres títulos cada uno.
Paseos por la ciudad que celebraba un hecho histórico con una pintoresca feria en la plaza principal, algo de shopping en un gran bodegón junto a nuestro hotel y un viaje por el día a Viena en el Mercedes de nuestro amigo Billy, que nos condujo en menos de una hora hasta la capital austriaca y nos mostró algunas de las maravillas de la ciudad.
Después de un día libre, a nuestro regreso, Marcelo siguió avanzando rumbo al título y yo seguí con mis despachos a Radio Minería, el diario La Tercera y tomando fotos para mi revista Quince Cero.
Ríos seguía, como siempre, siendo difícil de abordar y hermético con sus compatriotas periodistas. Pero en la cancha ya había derrotado en semis al italiano Andrea Gaudenzi, hoy presidente de la ITF (Internacional Tennis Association), clasificándose para la final del domingo contra el estadounidense Vincent Spadea, un jugador complicado que ese año había escalado mucho en el ranking y prometía darle dura lucha al chileno.
Justo lo que yo no quería, porque necesitaba que Marcelo ganara lo más rápido posible para abordar nuestro vuelo a París, que salía a las 16:30 y la final era a las 13:00. Roland Garros nos esperaba.
Y el «Chino»se portó a la altura, despachando a Spadea por 6-2 y 6-0, en menos de una hora.
No supo que me había hecho un gran favor. Porque, por lógica, nunca le pedí que ganara tan rápido.