Columna de Sergio Gilbert: Ricardo Gareca llega a La Roja, ¿qué debemos esperar?

En el punto de partida de su historia al frente de la selección chilena, hay que preguntarse cuáles son los objetivos que debiera cumplir en este nuevo proceso.

Por SERGIO GILBERT J. / Foto: ARCHIVO

Tras un lento proceso de negociación, que por momentos estuvo caído por el deseo de la Federación chilena de encontrar alternativas más baratitas, el argentino Ricardo Gareca se convierte en el nuevo entrenador de la selección chilena tras la renuncia de su compatriota Eduardo Berizzo (ver nota aparte).

Gareca, hay que decirlo, llega a La Roja con apoyo popular, incluso mayoritario de los hinchas.

El “Tigre”, si bien nunca ha trabajado en Chile -aunque en los últimos años siempre ha sido “candidato” a dirigir a la UC, a la U y a Colo Colo- tiene el favor de la gente fundamentalmente por su labor en la selección de Perú, donde estuvo entre 2015 y 2022.

En ese período, en verdad, los logros de Gareca no fueron brillantes pero sí meritorios, contando con el hecho de que Perú, antes de su llegada, hacía mucho tiempo que estaba fuera de la órbita de la elite sudamericana. Así, la clasificación de Perú al Mundial de Rusia (donde el equipo peruano quedó eliminado en la primera fase, tras caer ante Dinamarca y Francia y derrotar a Australia) y las cuatro participaciones en la Copa América (la mejor fue en 2019 donde fue subcampeón) se antojan como los principales méritos del DT en su historial con la selección peruana.

No es mucho, la verdad. Pero parece por ahora suficiente para apostar por él en La Roja.

De todas maneras, en el punto de partida de su historia al frente de la selección chilena, hay que preguntarse qué es lo que se espera de él y, por tanto, de La Roja, en este nuevo proceso.

Claro, a todas luces, la exigencia mayor (o, mejor dicho, la más popular) es que logre clasificar a Chile al próximo Mundial.

Tal es así que su contrato en la Selección se rige, en cuanto a su posible continuidad, en la obtención de ese objetivo. Por tanto, cualquier otro elemento será secundario a la hora de su evaluación por parte de sus jefes.

Pero aún siendo así, es dable esperar que la estancia de Ricardo Gareca deje más que una anotación a una Copa del Mundo.

De partida, hay que exigirle a Gareca que, sea cual sea su propuesta, (que de por sí, es bastante conocida) sea capaz de impregnarla en sus dirigidos.

Y es que uno de los mayores pecados de los últimos seleccionadores nacionales -desde Pizzi a Berizzo- es que ninguno fue capaz de moldear a sus escuadras de acuerdo a sus principios. Todos, en distintas medidas, fracasaron en sus discursos al punto que sus equipos terminaron jugando a lo que fuera, cómo fuera o a lo que los jugadores pensaban que sería mejor.

No es todo lo que uno debe esperar de la experiencia Gareca en Chile.

Tras su actuar en Perú, lo que más se le alabó fue el haber logrado el liderazgo dentro del camarín. En el caso de Perú, eso se reflejó en la “limpieza” de algunos jugadores que intoxicaban el ambiente interno (a la “Foquita” Farfán lo relegó por largo tiempo). ¿Qué puede significar eso en Chile? Quizá no llegar a esos niveles, pero sí a mantener equilibrios internos de liderazgos e imponer un código disciplinario interno (evitar que entren peluqueros a los hoteles de concentración, por ejemplo).

Lo último, y no es que se trate de vender humo, el “Tigre” debe comenzar a cambiarle la piel a la selección. No se trata acá de señalar que haga una transformación total poniendo jugadores jóvenes para así lograr el famoso “recambio”. No. La misión de Gareca es confirmar nombres con la edad para enfrentar una eliminatoria o eventualmente un Mundial (27-28 años de promedio) y no apostar todo a los que estén demasiado pasados o demasiado lejanos a esa edad.

Si Ricardo Gareca enfrenta estas tareas, si lo hace convencido y la Selección puede obtener beneficios de ellas, su llegada a La Roja habrá valido la pena. Y hasta habrá salido baratito…