Columna de Sergio Gilbert: Lo de Ricardo Gareca no es magia, es convencimiento
El argentino no llegó aplicando recetas mágicas ni postulando principios exóticos. El mérito, en realidad, ha estado en exactamente lo contrario. Es decir, aplicar en forma criteriosa sus propios principios. Los de siempre. Los que lo han perfilado como entrenador.
Por SERGIO GILBERT J. / Foto: AGENCIAUNO
La goleada sobre Paraguay en el Estadio Nacional (3-0), sumada a la otra gran victoria ante Albania (3-0) y la estrecha derrota frente a Francia (3-2) -en Parma y París, respectivamente- le han dado al inicio del proceso de Ricardo Gareca en la selección chilena una especie de aire renovador al medio nacional.
Así es.
Hoy, como no pasaba hace años, se percibe confianza en la Roja en sus afanes competitivos (en la Copa América y en las eliminatorias) y eso, sin duda, es un mérito atribuible al DT argentino.
Sus méritos ya se han esbozado en estos meses. El término de la transición generacional que ha impuesto Gareca es, sin duda, el mayor de ellos. El entrenador no se ha enredado en la disyuntiva que tuvieron sus antecesores (Reinaldo Rueda, Martín Lasarte y Eduardo Berizzo) entre hacer un recambio completo o mantener a los referentes históricos como base inamovible de sus equipos y simplemente hizo lo que había que hacer: eliminar a los que él pensaba que no le aportaban en su proyecto y trabajar sólo con aquellos que caben en este perfil, sin que hubiese imposiciones ni vetos previos.
Nada del otro mundo, se dirá. Pero alguien tenía que hacerlo y Gareca fue el que hizo el trabajo.
Lo que hay que recalcar, por cierto, es que el argentino no llegó aplicando recetas mágicas ni postulando principios exóticos. El mérito, en realidad, ha estado en exactamente lo contrario. Es decir, aplicar en forma criteriosa sus propios principios. Los de siempre. Los que lo han perfilado como entrenador.
Claro, es imposible aventurar cómo terminará esta historia que recién empieza. Como es de esperar, serán los resultados los que marcarán las tendencias opinantes y es muy posible que, aunque se vayan consiguiendo objetivos, se instale la discusión sobre los estilos y los supuestos paradigmas que deberían primar en la Roja.
Pero todo eso no es importante en términos analíticos. Al menos si se quiere dar cierto grado de seriedad al tema.
De lo que hay que estar atento realmente es si Gareca mantiene en alto su plan de trabajo y definitivamente logra encontrar la total renovación de La Roja. Es cierto que el propio entrenador ha dicho desde que llegó a Chile que él no vino a otra cosa sino que a clasificar a la próxima Copa del Mundo. Pero ello no inhibe que durante el camino hacia ese objetivo cumpla con lo otro que, de alguna forma, marcará en el futuro su paso por el seleccionado.
El medio, los hinchas, los que saben y los que saben poco, los que les obsesiona o los que simplemente esperan ver a la Selección metida nuevamente en el grupo de la elite sudamericana, deben entender que las cosas no pasan por milagro.
La obtención de resultados es casi siempre (nada es absoluto) la consecuencia de una manera de enfocar y de poner en práctica una manera de trabajar.
No hay fórmulas mágicas en este cuento, sino que visiones, apuestas, ensayos, errores y reivindicaciones. Pero principalmente convencimiento que es un valor que Ricardo Gareca ha redimido estos meses y que ahora por fin nos está permitiendo volver a ilusionarnos.