Columna de Sergio Gilbert: El medallista de oro olímpico que vemos todas las semanas
En Chile pocos saben que en el torneo nacional de Primera División hay un futbolista que ganó la presea dorada en Beijing 2008: Diego Buonanotte.
Por SERGIO GILBERT J. / Foto: ARCHIVO
No es ninguna novedad decirlo, pero hay que recalcarlo: el futbol nunca ha tenido -ni seguramente tendrá- importancia mayor en los Juegos Olímpicos.
Y las razones son varias.
Una es que, en Grecia, la cuna de los Juegos y del espíritu que los inspiró, ningún juego de pelota fue practicado. Al menos no en forma acreditada. Los grandes atletas, los que obtuvieron gloria para ellos y para sus descendientes, fueron los que corrieron, saltaron y demostraron su fuerza y no los que tuvieron habilidad para trasladar un balón con alguna parte del cuerpo.
Hay, también, otra razón.
Cuando se reactivó la idea de realizar Juegos Olímpicos, el fútbol estaba en pleno período de diseminación a nivel mundial, por lo que como disciplina no fue invitado a participar, sino que sólo hasta los Juegos de Londres de 1908 y de forma acotada: sólo podían acceder selecciones europeas.
Aquello incomodó sobremanera a los dirigentes futboleros que ya en 1904 habían logrado tener una organización macro (la FIFA) y por ello comenzaron una verdadero “gallito” con su contraparte olímpica (el COI) para que el fútbol tuviera en los Juegos su cita más importante a nivel mundial.
En 1924, se logró que dos países que no fueran europeos -Egipto y Uruguay- fueran aceptados en su calidad de campeones de sus continentes. La Celeste fue la sensación del torneo futbolístico realizado en París, ganando la medalla de oro, logro que repetiría en Amsterdam, cuatro años después.
Pero el COI aún no estaba convencido de darle tanta importancia al fútbol por lo que avisó a la FIFA que en Los Ángeles 1932, no sería considerado. Eso acentuó el deseo de la FIFA de hacer su propio torneo mundial, lo que se concretó en 1930 en Uruguay. Y si bien el fútbol volvió definitivamente a ser considerado deporte olímpico a partir de Berlín 1936, nunca obtuvo la relevancia que su popularidad indicaría.
Por ello es que los medallistas olímpicos en el fútbol, salvo contadas excepciones, son poco valorados por los hinchas.
Y en Chile aquello es más que evidente, porque pocos saben que en el torneo nacional de Primera División hay un medallista de oro olímpico jugando semanalmente: el volante argentino de O’Higgins de Rancagua, Diego Buonanotte.
Convengamos sí que, en la primera parte del campeonato, Buonanotte no era el único de su especie porque el portero trasandino Oscar Ustari, que jugó en Audax en la primera rueda, también se calzó medalla de oro en el mismo momento que “El Enano”.
¿Cuándo ocurrió todo eso?
Fue en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008. Argentina venia de ser campeón olímpico en Atenas 2004 (con Marcelo Bielsa como entrenador) y el DT Sergio Batista convocó al joven y promisorio volante de River Plate a quien había dirigido ya en la selección sub 17.
Buonanotte sí, no la tuvo fácil. En el equipo olímpico también fueron convocados dos talentos portentosos en su puesto: Lionel Messi y Juan Román Riquelme.
Buonanotte, por cierto, fue suplente, pero se dio el lujo no sólo de jugar un partido (ante Serbia, por la fase de grupos, cuando Argentina ya estaba clasificada para la siguiente ronda), sino que de convertir un gol de tiro libre.
Por eso es que, pese a no tener protagonismo, el volante trasandino guarda con orgullo su medalla de oro.
Un honor eterno de ese fuego olímpico que no siempre se ha preocupado mucho de arder en los corazones futboleros.