Columna de Sebastián Gómez Matus: Vargas Llosa se cuela en la Academia Francesa
El escritor peruano, ahora español, acaba de acceder al sillón número 18 de la Academia Francesa, lo que expresa, de algún modo, el estado del arte de las instituciones culturales a nivel mundial.
Por SEBASTIÁN GÓMEZ MATUS / Foto: ARCHIVO
Hace años, en una entrevista bastante referencial, el escritor Adolfo Couve señalaba que el realismo mágico era algo que él nunca había visto y que seguramente era una especie de “paquete chileno”, como conocen los colombianos al cuento del tío, para que el mundo editorial europeo comprase esta imagen exótica de nuestro continente. Manteniendo la imagen subalterna que los europeos, a pesar de ellos mismos, siguen haciéndose de nosotros, como si no tuviésemos una literatura, como si la literatura latinoamericana no hubiese superado hace años lo que se escribe hoy en el viejo continente.
“Parece que la matriz está mal”, señaló Couve en ese momento, refiriéndose a que los franceses estaban encantados con el autor de “El amor en los tiempos del cólera”. “Nunca he visto esos vodeviles”, remató.
Contextualizo así porque Vargas Llosa acaba de ser aceptado en la Academia Francesa, lo que evidencia lo mal que está “la matriz”. Quienes leen novela están más o menos familiarizados con el periplo ideológico de Vargas Llosa que, dada su posición, ya no tiene miramientos. Recordemos que apoyó a Piñera en las últimas elecciones, al igual que su hijo, que a veces escribe en algunos diarios chilenos de la parte corporativa.
En su discurso de recepción, Vargas Llosa señaló que “la novela libre sobrevivirá a todo”. ¿Hasta qué punto puede uno sostener un simulacro? Para las lectoras y lectores que se aprecian, desde luego que no lo leen, pero ya es muy distinto cuando un escritor de un país vecino y hermano anda vendiendo una pomada que no le corresponde y perpetúa lógicas que en nuestros países estamos combatiendo, cada uno a su manera, pero más o menos mancomunadamente.
Primero, ¿qué entenderá por libertad Vargas Llosa? Segundo, ¿qué entenderá por novela alguien que hace muchos pero muchos años dejó de escribir literatura, si acaso la escribió alguna vez?
Vargas Llosa escribe para llenar los anaqueles que llevan su nombre, pero de literatura hay poco, casi nada o de plano nada. Todo este rezago tiene que ver con el fenómeno del boom, grupito de novelistas que hizo de su trabajo una metonimia continental, como si nos representaran. Sin embargo, detrás de todos ellos había una camada de escritores extraordinaria, que hasta el día de hoy no se leen mucho, sobre todo en el gran público.
En otras palabras, los Vargas Llosa del mundo obliteran a los escritores de verdad, como lo fue Julio Ramón Ribeyro en su momento, que publicó “Crónica de San Gabriel” en Editorial Universitaria el año 1969, si no me equivoco. O bien Jorge Eduardo Eielson, poeta, artista y también novelista, alguien sencillamente extraordinario.
Había pensado en no escribir este artículo para que el nombre de Vargas Llosa no siguiera proliferando. Es mi idea: mejor no hablar de lo que no nos gusta, de lo que despreciamos. Es una forma de relegar al olvido. Nadie que se tome en serio a sí mismo, como persona y como lector, podría contentarse al leer al “escritor español”, como señaló mordazmente en alguna oportunidad el poeta Mario Montalbetti.
Ahora, ¿qué pasa en Francia? Bueno, no toda la literatura en Francia está de acuerdo con este honor cultural, que de honorable tiene poco y de cultural menos, ya que son jugadas institucionales, vaya a saber uno lo que hay detrás de esta noticia.
En el mismo discurso, Vargas Llosa, cursi aunque rayano en lo delincuencial, a sabiendas de lo que acontece en Perú, remató con la siguiente frase: “Déjenme ahora exponer mi teoría, que vale lo que vale, un poco más y sin duda, un poco menos, que tantas otras que circulan en nuestra época de teorías literarias. La novela salvará la democracia o se echará a perder con ella y desaparecerá”. ¿Qué teoría es ésta? Es una tesis facilona absolutamente desorientada y fuera de todo contexto. Es como si yo dijera que Chile fue campeón del mundo y en la final le ganó a Croacia 9-0. No tiene sentido nada de lo que escribe el “escritor español”, europeo de segunda mano. Vargas Llosa depositara su humanidad en el sillón 18, que dejara vacante el 2019 el filósofo Michel Serres.
Toda esta carrera de la importancia, del escritor importante, César Tomás Aira la cancela de la manera en que sólo lo puede hacer un escritor de verdad: “Lo malo es que un escritor importante deja de ser un escritor, para transformarse en un funcionario del sentido común”.