Columna de Sebastián Gómez Matus: Ray Bradbury es un clásico

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Por El Ágora
Actualizado el 23 de agosto de 2024 - 11:00 am

Puede ser que la persistencia del escritor estadounidense en el imaginario colectivo tenga que ver con que sus libros siempre fueron buenos, al margen del género.

Por SEBASTIÁN GÓMEZ MATUS / Foto: ARCHIVO

¿Qué define a un clásico? Tal vez sea el hecho de que siempre se lo puede volver a leer, que recurrir a sus libros es casi un acto ineludible de las nuevas generaciones que reciben de las precedentes el aviso de que tal o cual libro puede echar luces en determinado momento de una vida. Un clásico se vuelve una recomendación perenne; siempre es útil leer un libro así.

Es el caso del escritor estadounidense Ray Bradbury, que cuenta con al menos tres títulos que lo vuelven una lectura recurrente en la adolescencia: “Crónicas marcianas” (1950), “Fahrenheit 451” (1953) y “Las doradas manzanas del sol” (1953). Sus títulos, en general, son muy sugerentes, lo que puede ser la puerta de acceso a su mundo. Sus títulos cautivan. La ciencia ficción de Bradbury se mueve más en el ámbito de realidades posibles o bien en acercar mundos lejanos y no tanto en la veta predictiva que hizo las delicias del género.

César Aira señala que una vez que la ciencia ficción fracasó en todas sus predicciones, comenzó a ser leída como literatura, lo que de algún modo parafrasea la idea borgeana de leer la filosofía como una rama de la literatura fantástica.

La fantasía, en el siglo XX, fue reemplazada por la ciencia ficción, que hoy vuelve a tener un momento editorial, con otras capas narrativas, a causa de lo que Timothy Morton denomina “extinción masiva”, uno de los tópicos más recurrentes del género que cultivó el autor de “El país de Octubre”.

Todavía se pueden encontrar las antiguas ediciones de Minotauro, esa colección hermosa que se hizo cargo de gran parte de los libros de ciencia ficción que hoy son clásicos.

Puede ser que la persistencia de Bradbury en el imaginario colectivo tenga que ver con que sus libros siempre fueron buenos, al margen del género. Muchas veces las literaturas que nacen desde la etiqueta duran poco, poquísimo en la actualidad, para terminar siendo vendida como papel. De hecho, “Fahrenheit 451” es una distopía que hoy tiene lugar. No es necesario quemar los libros, pero claramente hay una predisposición negativa hacia la lectura y hacia el lenguaje.

La vigencia sutil de Bradbury debe ser una de las aspiraciones más recurrentes de un escritor: quedar en la cultura, que las generaciones pasen por tus libros como quien cruza un umbral para iniciados. Un detalle no menor: la primera edición de “Fahrenheit 451” fue ilustrada por el gran artista Josef Albers, maestro del color.

Así es que en un día como ayer (22 de agosto de 1920, en Waukegan, Illinois) nació uno de los escritores más conocidos y más queridos por la lectura del período adolescente. Resulta perentorio detectar y convertir a los Guy Montag del presente.

SEBASTIÁN GÓMEZ MATUS

Poeta y traductor. Ha publicado “Animal muerto” (Aparte, 2021) y “Po, la constitución borrada” (facsímil digital). Entre otros, ha traducido a John Berryman, Mary Ruefle, Zachary Schomburg y Chika Sagawa. Forma parte del colectivo artístico transdisciplinar Kraken.