Columna de Sebastián Gómez Matus: Mascotas y fotos
Los usuarios de redes sociales, es decir, básicamente todo el mundo, cambian el motivo de sus fotografías según lo que sea tendencia, que cambia a cada rato. Si no tienen la nueva tendencia, el generoso mundo del capital se las reporta a un precio que están dispuesto a pagar, aunque sea en cuotas.
Por SEBASTIÁN GÓMEZ MATUS / Foto (referencial): ARCHIVO
El ciudadano y la ciudadana neoliberales padecen lo que en inglés se conoce como “fomo”: fear of missing out, el miedo a perderse algo. De allí la integración como prótesis del smartphone, que de inteligente no tiene nada.
Hace unos años se estableció que uno de los motivos más populares de las fotografías compartidas en Instagram o Facebook son las mascotas, en su mayoría perros juguete y gatos huraños. Basta con asomarse a la calle: perro y teléfono, gente ausente de sus pasos, del entorno, del otro que viene caminando, perro y teléfono en mano.
También, por supuesto, hay una industria que promueve y sostiene este nuevo síntoma citadino, de moda en Nueva York a fines de los años sesenta, para que se hagan una idea del desfase de nuestro neoliberalismo a la chilena. Aunque convendría aclarar que hoy, más que una moda, parece una plaga o una política pública. Cuánto se extrañan los quiltros, por bravos que fueran, eran algo verdadero.
Al comienzo, la población chilena comenzó a publicar fotografías de sus animalitos de laboratorio con indumentarias que también respondían a algún tipo de tendencia o serie o algo afín, todo un entramado de tendencias adscritas a la mascota y al usuario.
¿Humanizan a las mascotas? Cabría preguntarse qué es lo humano hoy, a todas luces algo en crisis, cuando no caduco. Así las cosas, las conductas de los usuarios comenzaron a guardar una relación casi exclusiva para con sus perros a la hora de alimentar sus cuentas virtuales.
Los gatos, en segundo orden de popularidad, parecen ser menos fotogénicos, aunque hay toda una taxonomía específica para la participación de los felinos en videos y fotos que se comparten en redes sociales.
Dicho sea de paso, los verbos que implican las funciones de las redes sociales han generado una resignificación peculiar y unívoca, cuando no peyorativa, de las palabras, además de la consiguiente reificación de todo.
¿Subir una foto de un perro con humita es compartir? ¿Qué es publicar? ¿Cómo traduciríamos retuitear, que ya es un anglicismo que prescinde de traducción? ¿Por qué damos por sentado un mundo en el que no somos más que un usuario?
En fin, la ingente popularidad de las mascotas ha contaminado las redes y las prácticas anticívicas en el espacio público, que brilla por su ausencia. Podríamos decir con Magritte: “Esto no es un perro”, “esto no es un humano”.
A propósito de la estrecha relación contemporánea entre fotografía y cualquier cosa, pero sobre todo entre mascotas y fotografía, en el National Science and Media Museum de Bradford, Reino Unido, se acaba de inaugurar una exhibición titulada “Historia de la Fotografía” (a través de las mascotas), que traza una línea de tiempo desde 1830 en adelante sobre esta obsesión cultural.
La primera imagen de la exhibición fue hecha por el artista J. M. Burbank, quien utilizó el proceso negativo/positivo en la fotografía a base de plata, que muestra a su gato favorito. Cabe decir que estas fotografías estaban más en el registro tipo estudio de animales.
A su vez, el curador de la muestra, Ruth Quinn, señaló que el desarrollo de los procesos fotográficos puede ser trazado a través del retrato de mascotas. “Desde los primeros días de las cámaras y la tecnología de revelado, nuestras amadas mascotas fueron siempre inmortalizadas en fotos”.
Ya a mediados del siglo XIX, el método de revelado inventado por William Henry Fo Talbot demostraba que las personas querían recordar a sus mascotas en imágenes, pues no era suficiente con tenerlas y acariciarlas. Por otra parte, era difícil que un animal se mantuviera quieto los cuatro minutos de exposición que se necesitaban para obtener la imagen.
Después de Talbot, el pionero, vendría el reconocido invento de Louis-Jacques-Mandé Daguerre, cuyo apellido derivó en lo que conocemos históricamente como daguerrotipo. El francés robó la idea del inglés modificando la relación con una imagen directa/positiva sobre una bandeja de plata, optimizando así los resultados.
Como se ve, la relación fotográfica entre personas y mascotas no es algo exclusivo de nuestro presente, que tiende a ser considerado como un absoluto sin historia, como si el mundo hubiese nacido ayer, justo un día antes de la interfaz y las redes sociales.
De hecho, una práctica común de aquella época entre las familias que tenían acceso a las primeras fotografías, era capturar a su mascota en alguna actividad humana y enviar esta “cabinet card” a otra familia como presente, algo así como un proto-meme.
La muestra puede ser consultada en la página del museo y al mismo tiempo pueden leer una de las novelas más hermosas que se hayan escrito sobre un animal: “Vales tu peso en oro”, de J. R. Ackerley, traducida por el no menos notable Sergio Pitol. También está el clásico libro de Virginia Wool, “Flush”, que es la biografía de un cocker spaniel.
SEBASTIÁN GÓMEZ MATUS
Poeta y traductor. Ha publicado “Animal muerto” (Aparte, 2021) y “Po, la constitución borrada” (facsímil digital). Entre otros, ha traducido a John Berryman, Mary Ruefle, Zachary Schomburg y Chika Sagawa. Forma parte del colectivo artístico transdisciplinar Kraken.