Columna de Sebastián Gómez Matus: Marcela Paz y la infancia

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Por El Ágora
Actualizado el 13 de junio de 2024 - 5:14 pm

En la misma fecha de hoy, pero en 1985, moría esta gran escritora chilena, integrada como pocas a la cultura nacional sin necesidad de izar bandera alguna, ni la de la patria y menos la de la demora. Basta con ir a cualquier librería de viejo para encontrar algún ejemplar de uno de sus libros.

Por SEBASTIÁN GÓMEZ MATUS / Foto: ARCHIVO

Esther Huneeus Salas, conocida por todos como Marcela Paz, fue la escritora que alimentó buena parte de la infancia chilena y la lectura de niños y niñas con una tira que podría ser eterna si la infancia lo fuera. De todas formas, siempre se puede releer, con o sin hijos, a menos que alguna policía de la cultura se pronuncie en contra de Papelucho y sus intrigantes aventuras. Para la época, Marcela Paz supo inventar una literatura que no era pueril ni sobrestimaba a los niños (ni a las niñas) con libros hechos para ellos (y ellas) y no en su contra, como la literatura infantil de la actualidad, hecha para ferias internacionales.

La misma fecha de hoy, pero en 1985, moría esta gran escritora chilena, integrada como pocas a la cultura nacional sin necesidad de izar bandera alguna, ni la de la patria y menos la de la demora. Basta con ir a cualquier librería de viejo para encontrar algún ejemplar de uno de sus libros. Si eso no es un verdadero reconocimiento literario, no sé qué entendemos por reconocimiento ni qué por literario. Lo mejor que le puede pasar a una escritora es que la lean en serio, como escritora, sin adjetivos ni andamiajes de agenda. Si bien es cierto que Marcela Paz tuvo una formación privilegiada, tampoco es menos cierto que fue ella quien escribió y no sus apellidos que, en tanto patronímicos, no escriben.

Su primer cuento lo escribió a los siete años, “En el país de Faberland”, edad a la que ya leía a escritores como Zweig, Lagerlöf y Chéjov. El mundo ha cambiado, como se ve. A los 25 años publicó su primer libro, «Pancho en la Luna», que recibió un premio. Después comenzó a colaborar con revistas como El Peneca, Ecran, Zig-Zag, Eva, Margarita y en los diarios de la época como La Nación y El Diario Ilustrado, donde tuvo que camuflarse entre seudónimos, cuál de todos más inventivos y jocosos, entre los que destacan P. Neka y Nikita Nipone. Al parecer, en un mundo de hombres, las mujeres tenían mejor humor y eran más inventivas.

Ya en 1933 publicó «Tiempo, papel y lápiz», un conjunto de relatos recibidos favorablemente por la crítica de ese momento, personificada en la figura del insoportable Hernán Díaz Arrieta, Alone. En adelante, sería una trayectoria proteica como escritora, abriéndose paso en lo que hoy conocemos como sistema de publicaciones y que en ese tiempo se llamaba sencillamente literatura. Marcela Paz fue la tercera mujer del país en recibir el Premio Nacional de Literatura, en 1982.

En cuanto a reconocimientos, no se quedó corta: «Papelucho» cuenta con más de 400 ediciones de los 12 títulos que componen la historia del niño más popular de Chile junto a Mampato. Sus libros fueron traducidos al francés, griego, ruso, inglés, italiano y japonés. La sola valoración de ser traducida al japonés dice bastante de la profundidad con que retrató la infancia, lo mismo que en el caso francés, países con una tradición fortísima en el cómic y la infancia literaria.

Por último, cabe destacar una novela muy poco conocida de la autora y por tanto muy poco leída, «La vuelta de Sebastián» (1950), que retrata el regreso desde Francia del hijo de una familia acomodada, aunque es mucho más que eso. La valoración del libro queda pendiente, pero para que se hagan una idea, la primera edición no supera los diez mil pesos en Mercado Libre, mientras que muchos libros de autoras y autores bisoños, subvención estatal incluida, superan por mucho en precio a la novela, pero en calidad ni se le acercan. Queda mucho por avanzar, sobre todo en materia de lectura; en términos institucionales, no hay nada que pedir: toda política atornilla al revés de las páginas de nuestra literatura, sobre todo en términos de lectura. Sin embargo, allí está: a diferencia de gran parte de las publicaciones actuales, caducas desde antes de salir a la venta, Marcela Paz sigue siendo legible.

SEBASTIÁN GÓMEZ MATUS

Poeta y traductor. Ha publicado “Animal muerto” (Aparte, 2021) y “Po, la constitución borrada” (facsímil digital). Entre otros, ha traducido a John Berryman, Mary Ruefle, Zachary Schomburg y Chika Sagawa. Forma parte del colectivo artístico transdisciplinar Kraken.